La esclavitud en tiempos globalizados

La esclavitud en tiempos globalizados

Según el informe anual de “Global Slavery Index” en el mundo los nuevos esclavos son 46 millones.

Según el informe anual de “Global Slavery Index” en el mundo los nuevos esclavos son 46 millones. Viven mayoritariamente en la India (18 millones), pero también en Pakistán, China, Corea del Norte, Uzbekistán, varios países del Este Europeo, y cada tanto aparecen en Brasil o en algún barrio porteño.

Como en el pasado, cuando la esclavitud era legal, son considerados “cosas”, no personas. No se les paga, no se los alimenta más que con lo esencial para que “duren”, o son enviados a pelear guerras de las que nada saben. Preparan prendas que luego terminarán en una lujosa vidriera de una gran ciudad, con una etiqueta de marca que indica que se trata de un producto exclusivo. En el Congo cavan con las manos los minerales que sirven para los microchip de los celulares, los respiran, lo absorben. En muchos casos nacen en situaciones de esclavitud, en otros son secuestrados y vendidos en mercados ad hoc. Algunos de los vendidos eran refugiados que huyeron de Siria o Iraq creyendo que su pesadilla se había terminado. Los encontrarán incluso en los suburbios de los países industrializados, no sólo en las periferias del Tercer Mundo.

En los casos más aberrantes, son juguetes sexuales para el entretenimiento de aburridos turistas de países ricos que buscan carne joven para sus pasiones incontroladas. ¡Un asco!

Cuarenta y seis millones. Más que la población argentina, casi el triple de Chile, cuatro veces la de Bolivia, la misma población de Colombia. La comparación da escalofríos y más todavía da escalofríos pensar que es un problema que no se quiere ver, porque si se viera los Gobiernos habrían actuado con otra determinación, con otra energía y con otra efectividad.

La paradoja es que en la aldea global es casi imposible ocultar cualquier cosa. Hasta se pudieron conocer los secretos más inconfesables, como los Panama Papers, los intereses geopolíticos ocultos tras la guerra global contra el terrorismo o las guerras en Iraq y Siria, o las reuniones secretas de los banqueros que pretenden decidir en lugar de los gobiernos.

Tolerar todas estas situaciones, como la esclavitud, precisamente porque son hechos conocidos, es comparable a la situación de la rana en un conocido experimento: colocada en una olla de agua fría sobre el fuego, irá tolerando el incremento de la temperatura hasta que será demasiado tarde para saltar fuera de ella. Me temo que habremos tolerado tanto que al final nos será difícil establecer qué no se puede tolerar más.

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