La belleza es de todos

La belleza es de todos

Entrevista de la Redacción Teens al artista Michel Pochet. Podés acceder al video.

Por Juani Clariana y Valentina Mucchiut

Un lunes por la mañana en Argentina ya pasadas las 15hs en Italia, nos encontramos con Michel Pochet, reconocido artista francés, focolarino, con quien mantuvimos un cálido diálogo de corazón a corazón donde el artista nos hizo descubrir la belleza como derecho, un derecho humano, una belleza que muestra que en aún en la oscuridad más profunda hay una luz, Dios belleza.

¿Cómo nació tu vocación por el arte? ¿Y cómo vivís tu vocación como artista?

Cómo nació no lo sé, porque en algún modo siempre la tuve.  Todos mis recuerdos de infancia están conectados con la belleza. Mi madre era una pintora, no profesional, porque tuvo 9 hijos así que tenía muchas otras cosas que hacer. Tenía esta sensibilidad y vivíamos en esta atmósfera.  Ahora, vos usaste la palabra vocación. Es muy importante para mí porque mi vocación fue sentirme llamado por Jesús, lo sentí cuando tenía cuatro años y medio y en aquel momento lo interpreté como que era un llamado a la vocación del sacerdocio. Luego entendí que esta vocación era la vocación al arte, a la belleza y esto llegó enseguida porque empecé a pintar muy joven y tenía la sensación de que ésta era mi vocación, el arte, la belleza, Dios belleza.

Al mismo tiempo entendía que tenía que ser un santo artista o un artista santo. Pero comprendí rápidamente que era muy difícil porque el mundo de la cultura, el mundo del arte de los años 40, 50 en Francia era muy lejano de la religión y de la iglesia. Y la iglesia estaba muy lejos del mundo del arte. Había una gran incomprensión recíproca, por lo tanto, no comprendía cómo podía vivir mi vocación, estas dos cosas juntas, porque para mí era una sola vocación. Sin embargo en ese contexto parecían dos cosas separadas y opuestas. Por eso alrededor de los 16 años me vino una idea loca: iniciar una familia de artistas que se quisieran hacer santos. No hablé con nadie de esto.

Y para decirlo rápidamente, cuando encontré a Chiara Lubich comprendí que era con ella que tenía que vivir mi vocación. Fue algo muy curioso porque ella enseguida me confirmó que la vocación a la santidad era hacia un Dios belleza.

Chiara nos dice que el artista es el que más se acerca al santo. Vos que tuviste la posibilidad de estar con ella, ¿qué significa este pensamiento?

Chiara ha buscado vivir un camino de santidad desde siempre. También ha intentado comprender este camino. Leyendo las obras de Santa Teresa de Ávila tuvo mucha luz sobre lo que ella y los que estaban con ella habían vivido. Chiara comprendió, entre otras cosas, que Santa Teresa hablaba de un castillo interior. Es decir, la búsqueda de Dios dentro de sí, con muchas etapas que las mencionaba como las habitaciones que tiene este castillo interior. Pero también Chiara entendió que para vivir la santidad también existía un castillo exterior. Es decir, no buscar a Dios solamente en nosotros sino también en el prójimo, en los demás, amando a los otros.

Entonces, ¿cómo hace un pintor, un músico, un bailarín, un actor para amar a los otros? Lo hace con la pintura, con la música, con la danza, con el teatro, si es consciente que eso que hace es amor y lo hace por amor. Si vemos, en todos los campos, cómo responden los artistas a las preguntas de la propia vida, en realidad vemos que aquello que hacen es en realidad por amor al prójimo, porque cada vez que salen al palco, al escenario, están dando la propia vida por el público. Todos dicen que tienen miedo de salir a escena. Si bien el artista sabe y está seguro de lo que tiene que hacer,  el público tiene una gran importancia y esto significa que el arte no depende solo del artista. 

Chiara, sabiendo que los artistas, al igual que todos, podían vivir la experiencia del amor recíproco, haciendo vivir a Jesús en medio de ellos, entendía que de este modo los artistas vivimos un camino de santidad.

Encuentro con Chiara.

Retomando lo del contexto en la Francia de 1950, ¿cómo era esta disociación entre la Iglesia y el arte en ese tiempo?

Por desgracia todavía no está resuelta esta situación. La Iglesia, desde un punto de vista, juzgaba a los artistas viéndolos desde un plano moral. Veía en el mundo artístico personas demasiado libres y que no seguían las reglas que la Iglesia proponía y juzgaba muchas veces sobre la propia vida privada y no sobre las obras. Esto traía muchos malos entendidos porque muchos artistas no tenían una vida moral tradicionalista, en cambio cuando vas a ver sus obras ves que hay una profunda ética-estética en su arte, porque eran honestos, iban a fondo en su obra, no escatimaban trabajo en su arte. Son obras que ahora son consideradas grandes obras de arte.  Pero la Iglesia no quería sus obras en los templos, en los lugares espirituales. El arte religioso era de una mediocridad enorme, los artistas se sentían incomprendidos y dejados afuera del ámbito. 

Había otro problema muy profundo. Pensando que Dios es belleza, había una ideología estética del mundo religioso unida a esta interpretación. Es decir, se pensaba que María y Jesús tenían que estar siempre sonriendo, mientras que en la cultura no religiosa, dos siglos atrás, ya era aceptado lo trágico, la fealdad como parte del arte. Muchas obras tenían expresiones violentas, genuinas, pero que en el mundo religioso eran rechazadas. 

Sin embargo podemos ver que en Chiara hay una solución a esta división. Ella ha descubierto en el mundo teológico, en el mundo espiritual, que Dios ha vivido la vida humana completamente hasta el abandono y la muerte. Jesús Abandonado en la cruz fue un descubrimiento muy grande, difícil de comprender para muchos, también desde el campo espiritual. Parecía una contradicción con Dios Amor, con Dios Luz, con Dios belleza. Pero para mí fue comprender que Dios belleza eterna se había encarnado y había vivido una vida de hombre hasta el abandono, hasta llegar a no sentir a Dios, a morir, pero también a resucitar. Es la belleza eterna encarnada en Jesús, muerta pero resucitada en un paraíso, Jesús que sufre también el abandono, la muerte y la crucifixión, pero llega hasta la resurrección.

La belleza muerta se llama fealdad, pero es esa la que resucita. Esto es lo que nos permitió retomar el contacto con la cultura contemporánea que expresaba cosas tremendas como la Shoá, todos los sufrimientos. El ambiente religioso, podemos decir, tenía una gran dificultad porque era incapaz de expresar estas situaciones de dolor porque todo tenía que ser bello, agradable, y en cualquier modo representar Jesús Abandonado era una dificultad.  Mientras que los que no eran cristianos lo hacían y tienen grandes obras sobre esto.

El Resucitado con los estigmas del Abandonado.

Para conocer más sobre este momento histórico descargá la homilía del papa Pablo VI en la Misa de los Artistas el 7 de mayo de 1964.

Disfrutá de la entrevista completa.

En relación a esta división y la reconciliación de estos conceptos gracias al pensamiento de Chiara sobre Jesús Abandonado, queríamos preguntarte por las obras que forman parte del “Santuario de la belleza”. ¿Por qué elegís esos lugares para pintar y qué significa la belleza en tus obras?

No las elegí yo, fueron ellos los que me eligieron. Durante toda mi vida, ya desde chico junto a mi madre y mi padre teníamos una gran felicidad en ver la belleza en los lugares. Los turistas consumen la belleza de los lugares, pero muchas veces no la aman, no la respetan.  Yo odio el turismo, pero cuando las circunstancias me llevaron a ciertos lugares, he hecho allí una experiencia particular que hizo que después los llamara “Los santuarios de la belleza”. Fui tomado por esta belleza, fui cambiado y transformado por la belleza.  Por ejemplo, hay un lugar particular en la Argentina que son las Cataratas del Iguazú. Me llevaron unos amigos y allí hice una experiencia muy fuerte. Era un paisaje extraordinario, el ruido del agua, el arco iris… así que me propuse conservar un recuerdo gráfico de este lugar. Una experiencia fuerte de ese momento es que el lugar estaba lleno de turistas, pero veía que las personas parecían cambiadas, transformadas.  Era tanta la fuerza de esta belleza que no eran más turistas sino peregrinos. Así que para ellos también, quizás sin darse cuenta, era un santuario. Esta experiencia la hice en varios lugares y muchas son las pinturas que llamo santuarios.

También hice esta experiencia en lugares que son santos, sacros para la gente del lugar. Por ejemplo el Monte Fuji en Japón. Es un templo. Cada año peregrinan muchísimas personas que suben al monte haciendo una experiencia religiosa.

Desde siglos, milenios, hay muchos lugares a los cuales la gente va tradicionalmente, no por turismo sino porque encuentra a Dios.

Una cosa que me impresionó en cambio fue en Rímini, Italia. Se trata de una ciudad turística al máximo, con kilómetros de playa donde llegan millones de turistas de toda Europa. Por lo tanto son playas que durante los días de verano no hacen pensar mucho a la religión porque la gente disfruta del sol, del mar. Unos amigos artistas me invitaron ya que hacían una muestra con el título “Luces de Rimini”.  Entonces fui antes de la muestra para ver el lugar y entender qué es lo que podía llevar a la muestra.  Caminé todo el día y a la tarde, cuando ya el sol se ponía, el atardecer estaba en la playa. La playa está en dirección norte-sur, entonces el ocaso sucede en el lado de la tierra, así que sobre el mar ya era prácticamente de noche. Era una atmósfera húmeda, de noche, pero una noche que tenía luz dentro, era un espectáculo bellísimo. El mar estaba calmo, las olas hacían una música deliciosa y yo entendí que, en este lugar mundano, no religioso, bastaba que uno llegara pocas horas después del ocaso y tenía delante de sí kilómetros de santuario. Por eso digo que fueron los lugares los que me eligieron. Yo fui a Rímini y no esperaba encontrar en ese lugar un santuario.

Tenemos santuarios de la belleza muy cercanos a nosotros, basta que nos dejemos tomar por ellos.

En una charla con artistas de Buenos Aires en 2020 hablás sobre una revolución social de la belleza, descubriendo en ella posibilidad de resolver problemas sociales. ¿Qué significa esto?

Les voy a decir una cosa que entendía sobre todo estando en Argentina.  Estuve en Tucumán y me contaron algo que sucedió en un momento donde había una situación económica muy dura, durante la cual lo más común es que se dejen de hacer las cosas culturales, porque parecen superfluas. Una pareja contaba que sufría porque en ese momento la plaza del lugar estaba abandonada y se preguntaban: ¿el municipio no hace nada? ¿Y nosotros podemos hacer algo?  Entonces se pusieron a trabajar, a ordenar, a arreglar lo que se había caído, se sumaron otros vecinos y la plaza volvió a ser un parque, un lugar bello para que pudieran ir los ancianos, los niños, los enamorados. En ese momento era época de elecciones municipales y los vecinos que se pusieron a trabajar con ellos para arreglar la plaza, les dijeron que se presentaran a las elecciones, porque se necesita actuar y mejorar las cosas de la comunidad.  Finalmente se presentaron a las elecciones y todos los de la junta votaron a favor de que ellos entraran en la lista. 

La necesidad de la belleza es una necesidad básica, social.  Es una necesidad completa y primaria del espíritu humano.  Una necesidad primaria como alimentarse, vestirse, tener una casa. Si se comienza desde las necesidades primarias luego se da todo lo demás.

Dios Misericordia.

¿En algún momento hubo alguna situación que te haya sorprendido en tu camino como artista, alguna repercusión que hayas tenido que nunca te hubieras imaginado? ¿Por qué creés que el mundo necesita de los artistas? No me sorprende si delante de una gran obra de arte soy tomado, sorprendido por algo que es misterioso. Por ejemplo, cuando he visto La Gioconda, el David, fueron momentos donde la sorpresa era muy grande para mí. Pero lo que maravilla es cuando se sorprenden delante de obras mías, porque las hice yo, las veo y me pregunto ¿cómo es posible, qué he hecho? En estos días estaba fotografiando una de mis obras y decía “pero cómo puedo estar en contemplación delante una obra mía”. Tenía la impresión casi como de estar delante de un tabernáculo, me parecía que estaba delante de una obra de Dios, misteriosa, pero era una obra que yo había hecho y me venía una gran gratitud por haber hecho esto. Comprendía en el mismo momento que esto no viene de mí, si Dios es belleza es necesario testimoniar la belleza. Esto es verdad para todos. Cada uno de nosotros puede hacer lo que hace, siguiendo la técnica, trabajando conscientemente, pero en contacto con la belleza en lo que uno hace. Te doy un ejemplo: seguramente todos los días tu mamá te hace de comer, lo hace bien, parece una cosa normal y para tu cumpleaños te prepara un almuerzo un poco distinto porque es un día de fiesta. Es siempre un almuerzo, pero es un almuerzo que contiene una dimensión de belleza particular y seguramente ver esta particularidad te pone muy contento verdad. Cuando es el día de la madre vos le llevas una flor y le da alegría.  Cada campo humano tiene sus técnicas, pero si está hecho con amor, este amor da una dimensión estética. Esto puede ser verdad en la experiencia política de Tucumán, en todas las experiencias humanas. Lo importante es que podamos ser testimonio del Dios belleza en todas las realidades humanas. Seguramente que si uno tiene una vocación, un talento artístico, lo hará de una manera particular, da un servicio a la humanidad particular. No de cosas inútiles o solo para ricos, porque la belleza es democrática, tiene que ser de todos. Por eso la vocación artística es algo espléndido solo que, como todos los aspectos humanos, también el talento se puede usar en una forma egoísta. Es necesario ser puro, obediente. En el arte particularmente se necesita de tanta pureza, tanto desapego, tanto amor que entonces no será ya la cosa más cercana a la santidad, sino que será la santidad misma. Pero no una santidad religiosa sino una santidad humana, bella.

Michel Pochet, en uno de sus últimos encuentros personales con Chiara Lubich.
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