El Papa Francisco aseguró en su catequesis sobre la vejez que el testimonio de los mayores une las edades de la vida y “las propias dimensiones de tiempo: pasado, presente y futuro”.
“La alianza de los ancianos y los niños salvará a la familia humana”, aseguró el papa Francisco el miércoles 17 de agosto dirigiéndose a los aproximadamente cuatro mil fieles reunidos en el Aula Pablo VI del Vaticano para la audiencia general. “Donde los jóvenes hablan con los viejos, hay un futuro: si no hay esto, el futuro no está claro”, dijo el pontífice.
En su 17 catequesis dedicada a la vejez, el Papa centró su meditación en el tema: “El anciano de los días. La vejez tranquiliza sobre el destino de la vida que nunca muere”.
El Santo Padre comentó un pasaje del Antiguo Testamento, tomado del Libro de Daniel, que describe un sueño del profeta, “una visión de Dios tan misteriosa como esplendorosa”. Una visión referida a Jesús resucitado, “que se le aparece al vidente como Mesías”, le pone la mano en el hombro y lo tranquiliza: “¡No temas! Yo soy el primero y el último, y el viviente. Estaba muerto, pero ahora vivo para siempre”.
El obispo de Roma comentó al respecto que, de este modo, desaparece “la última barrera de miedo y angustia” que siempre ha suscitado la manifestación de Dios: “El Viviente nos tranquiliza. También él murió, pero ahora ocupa el lugar que le está destinado: el del Primero y el Último”. (Lectura: Dn 7,9-10).
La visión transmite una impresión de vigor y fuerza, nobleza, belleza y encanto, pero su cabello es tan blanco como el de un anciano. “El cabello blanco es el símbolo antiguo de un tiempo muy largo, de un pasado inmemorial, de una existencia eterna” y “no es un símbolo tonto”, recordó el Papa.
“La figura que en el Apocalipsis está entre los candelabros de oro se superpone a la del Anciano de los días de la profecía de Daniel -prosiguió el pontífice-. Es antigua y nueva como la eternidad de Dios”. De hecho, Dios siempre se renueva y “viene a nuestro encuentro de una manera especial para nosotros cada vez”.
“La vejez debe testimoniar a los hijos su bendición: consiste en su iniciación, hermosa y difícil, en el misterio de un destino de vida que nadie puede aniquilar. Ni siquiera la muerte”, dijo Francisco.
El Papa insistió en este punto: “Dar testimonio de humanidad y de fe es vocación de los mayores”. El testimonio de los ancianos une las edades de la vida y las mismas dimensiones del tiempo: pasado, presente y futuro.
“Es doloroso y dañino ver que las edades de la vida se conciben como mundos separados, compitiendo entre sí, tratando de vivir unos a expensas de los otros”. En efecto, la humanidad es antigua, si miramos el tiempo del reloj, pero “el Hijo de Dios, que nació de una mujer, es el Primero y el Último de todos los tiempos”. Por lo tanto, será precisamente la alianza de los ancianos y los niños para salvar a la familia humana”.
“La esperanza para la humanidad y la belleza de la vida pasan entonces de la sabiduría de los ancianos, si son capaces de pasar el testimonio a los jóvenes.
Tras las palabras del Santo Padre, tras el resumen de las catequesis en los distintos idiomas, siguió un programa no programado lleno de ternura: el Papa Francisco acogió en sus brazos a un niño, que permaneció a su lado hasta el final de la audiencia. “Hablábamos precisamente del diálogo entre viejos y jóvenes”.
Fuente: AICA