Si bien la pandemia dejó expuestas nuestras fragilidades, también hizo que aparecieran nuestras virtudes, como la predisposición a la solidaridad. En muchos lugares del mundo hubo numerosas personas, entre ellos muchos jóvenes, dispuestos a luchar por la vida, defender la libertad y la justicia, y ser artífices de paz y constructores de puentes.
Cuando un joven se cae o se golpea, se siente sobre la humanidad. Pero cuando un joven se levanta, se percibe como si se levantara el mundo entero. De allí el lema de la 36° Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrará en todo el mundo el domingo 21 de noviembre: “¡Levántate! Te hago testigo de las cosas que has visto”, un versículo tomado del libro de los Hechos.
El Papa Francisco señala una nueva página en la historia de la humanidad, que debe escribirse de la mano de los jóvenes. “Para volver a levantarse, el mundo necesita la fuerza, el entusiasmo y la pasión que tienen ustedes. En este sentido, quisiera que meditemos juntos el pasaje de los Hechos de los Apóstoles en el que Jesús le dice a Pablo: “¡Levántate! Te hago testigo de las cosas que has visto” (cf. Hch 26,16).
El leit motiv de la JMJ 2021 está tomado del testimonio de Pablo ante el rey Agripa, mientras se encontraba detenido en la cárcel. Él, que un tiempo fue enemigo y perseguidor de los cristianos, ahora es juzgado por su fe en Cristo. Pablo confiesa que anteriormente había perseguido a los cristianos hasta que un día, cuando iba a Damasco para arrestar a algunos de ellos, una luz “más brillante que el sol” lo envolvió a él y a sus compañeros de viaje , pero solamente él oyó “una voz”. Jesús le dirigió la palabra y lo llamó por su nombre.“¡Saulo, Saulo!” Ante esa presencia misteriosa que lo llama por su nombre, Saulo pregunta: «¿Quién eres, Señor?». Me gustaría que cada joven, desde lo profundo de su corazón, llegara a hacerse esta pregunta: “¿Quién eres, Señor?”.
No podemos dar por descontado que todos conocen a Jesús, aun en la era de internet. La pregunta que muchas personas dirigen a Jesús y a la Iglesia es justamente esta: “¿Quién eres?”. En todo el relato de la vocación de san Pablo esta es la única vez en la que él habla. Y a su pregunta, el Señor responde sin demora: «Yo soy Jesús, al que tú persigues». El Señor eligió a alguien que incluso lo había perseguido, que había sido completamente hostil a Él y a los suyos. Pero no existe una persona que para Dios sea irrecuperable. Por medio del encuentro personal con Él siempre es posible volver a empezar.
Ningún joven está fuera del alcance de la gracia y de la misericordia de Dios. De ninguno se puede decir: está demasiado lejos, es demasiado tarde. ¡Cuántos jóvenes tienen la pasión de oponerse e ir contracorriente, pero llevan escondida en el corazón la necesidad de comprometerse, de amar con todas sus fuerzas, de identificarse con una misión! Jesús, en el joven Saulo, ve exactamente esto.
Reconocer la propia ceguera
Podemos imaginar que, antes del encuentro con Cristo, Saulo estaba en cierto sentido “lleno de sí”, se consideraba “grande” por su integridad moral, por su celo, por sus orígenes y por su cultura. Ciertamente estaba convencido de que hacía lo correcto. Pero, cuando el Señor se le reveló, “aterrizó” y se encontró ciego. De repente descubrió que era incapaz de ver, no sólo físicamente sino también espiritualmente. Sus certezas vacilaron. En su interior advirtió que aquello que lo había animado con tanta pasión —el celo por eliminar a los cristianos— había sido una completa equivocación. Se dio cuenta de que no era el poseedor absoluto de la verdad, más aún, que estaba lejos de serlo. Y, junto a sus certezas, cayó también su “grandeza”. De repente se supo perdido, frágil, “pequeño”.
Esta humildad —conciencia del propio límite— es fundamental. A quien piensa que lo sabe todo de sí, de los otros e incluso de las verdades religiosas, le costará encontrar a Cristo. Saulo, volviéndose ciego, perdió sus puntos de referencia. Al quedarse solo en la oscuridad las únicas cosas claras para él fueron la luz que vio y la voz que sintió. Qué paradoja: justo cuando uno reconoce que está ciego es cuando comienza a ver.
Después de la revelación en el camino de Damasco, Saulo preferirá ser llamado Pablo, que significa “pequeño”. No se trata de un “nombre artístico”, fue el encuentro con Cristo el que lo hizo sentirse realmente así, derribando el muro que le impedía conocerse de verdad. Él mismo afirmó de sí: «Porque yo soy el más insignificante de los apóstoles, incluso indigno de llamarme apóstol por haber perseguido a la Iglesia de Dios» (1 Co 15,9).
En la vida ordinaria es posible convertirse y renovarse haciendo las cosas que solemos hacer, pero con el corazón transformado y con motivaciones diferentes.
Apóstol de las gentes
Posteriormente, Pablo será conocido como “el apóstol de las gentes”. ¡Él, que había sido un escrupuloso fariseo observante de la Ley! He aquí otra paradoja: el Señor depositó su confianza justamente en aquel que lo perseguía. Como Pablo, cada uno de nosotros puede sentir en lo profundo de su corazón esta voz que le dice: “Me fío de ti. Conozco tu historia y la tomo en mis manos, junto contigo. Aunque a menudo hayas estado en mi contra, te elijo y te hago mi testigo”.
La lógica divina puede hacer del peor perseguidor un gran testigo.
De allí la invitación a la Jornada Mundial de la Juventud:
¡Levántense y celebren la JMJ en las Iglesias particulares!
El pontífice renueva la invitación a formar parte de esta peregrinación espiritual que culimanará en la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa en 2023.
Por ahora la cita es en las diversas diócesis del mundo donde, en la solemnidad de Cristo Rey, se celebrará la Jornada Mundial de la Juventud 2021 a nivel local.