La novedad de un carisma.
Con una temática similar a la de este número de Ciudad Nueva, se realizó en 1987 un Congreso sobre familia y educación en Italia, en el cual intervino Chiara Lubich con un luminoso tema: “Uno solo é il Maestro” (Uno solo es el Maestro). Su intención era ofrecer una base a todo lo que se habría expuesto para que cada cosa adquiriera más y verdadero valor. He aquí una síntesis.
“A propósito del educador o del maestro hay una frase de Jesús en el Evangelio que nos hace pensar y que también puede iluminar la educación que se imparte en la familia. Dice así: ‘No tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos’ (Mt 23, 8).
“Si Jesús es el maestro, será un deber de los padres cristianos fijarse en él para aprender a educar. ¿Qué tipo de educador era Jesús? En Jesús, como maestro, emergen algunas características importantes.
Ante todo, da el ejemplo, encarnando en sí mismo su doctrina. Jesús cumple en la práctica todo lo que después pide a los demás.
Además Jesús se fía de quien tiene que instruir, como se puede deducir de sus palabras a la adúltera: ‘Vete, no peques más en adelante’ (Jn 8, 11). Las palabras de los padres tienen que infundir coraje, estar cargadas de esperanza, expresar toda su certeza en la recuperación de los propios hijos.
Jesús respeta la libertad y la responsabilidad de decisión, como cuando se encontró con el joven rico (cf. Mt 19, 16 ss). Nunca se deben imponer las propias ideas, sino proponerlas con amor, como expresión de amor.
Jesús no vacila en corregir con decisión y fuerza cuando es necesario.
En la estupenda parábola del hijo pródigo Jesús manifestó cómo es la misericordia del Padre y, por consiguiente, también la suya, con los que vuelven al bien, los que se arrepienten. La misericordia del padre y de la madre, en una familia, debe llegar a saber olvidar, al ‘todo lo disculpa’ (1Cor 13, 7) de la caridad de Dios.
Jesús enseña en las sinagogas, en la montaña, por las calles de Galilea y de Judea, en el Templo de Jerusalén. Tabién para los padres, cualquier sitio puede ser adecuado para enseñar.
El modo de expresarse de Jesús, aún utilizando el estilo de su época, es nuevo: habla un lenguaje vivo, imaginativo, concreto, breve, preciso. Así debe hacerse también en la familia. Los ‘sermones’ no son aceptados por nuestros chicos.
Jesús utiliza también el diálogo, alternando preguntas y respuestas, emplea proverbios y discute con los escribas y fariseos.
Entre padres e hijos, sean pequeños o grandes, jamás se debe interrumpir el diálogo: debe ser siempre abierto, sereno y constructivo, como entre amigos.
Al educar a la gente, Jesús no teme trastocar la escala de valores habitual, como demuestra cuando anuncia las bienaventuranzas (cf. Mt 5, 2 ss).
Nosotros también debemos tener el valor de proclamar lo que realmente vale.
El Evangelio nos muestra a un Jesús que habla ‘como quien tiene autoridad’ (Mt 7,29).
Los padres –confiando en la gracia que poseen como tales– nunca deben faltar a su tarea de educadores. Los hijos, en el fondo de su corazón, así lo exigen.
Jesús educa a los suyos entregándoles ‘su’ inconfundible enseñañza: ‘Este es mi mandamiento: ámense los unos a los otros, como yo los he amado’ (Jn 15, 12).
Imitar, pues, a Jesús.
Imitarlo como maestro.
Si él vive en nosotros, nuestro comportamiento como educadores será irreprensible. Si lo introducimos como educador en nuestras familias, habremos cumplido perfectamente nuestra misión”.
Chiara Lubich
Artículo publicado en la edición Nº 606 de la revista Ciudad Nueva.