Javier Matías Darroux Mijalchuk, el nieto 130

Javier Matías Darroux Mijalchuk, el nieto 130

Abuelas de Plaza de Mayo dio a conocer la identidad de un nuevo nieto recuperado y él mismo se presentó en sociedad.

Cada noticia de aparición de un nieto es una bocanada de aire fresco y esperanza. Así sucedió cuando se conoció que Javier Matías Darroux Mijalchuk se convertía de pronto en el nieto 130 encontrado por las Abuelas de Plaza de Mayo.

Había desaparecido cuando apenas tenía cinco meses de vida, después que su madre, Elena Mijalchuk, fuera con él en brazos a buscar un dato sobre su marido, Juan Manuel Darroux, quien había había sido secuestrado unos días antes. El lugar al que se dirigió su mamá fue la calle Pampa, entre Lugones y Figueroa Alcorta, en la Ciudad de Buenos Aires. Pero después de ese día, en diciembre de 1977, nadie de la familia supo más nada. Javier Matías, bebé, fue encontrado por una mujer en la calle y lo llevó a la comisaría de Núñez y días más tarde fue entregado en adopción.

Javier Matías siempre supo que era adoptado pero sus dudas de ser hijo de desaparecidos comenzó a crecer con el paso del tiempo, sobre todo en 2006. Sin embargo, la primera prueba de ADN que se hizo le dio negativa, es que los datos genéticos de sus padres aún estaban incompletos. Pero no se resignó.

“Los invito a juntar coraje y acercarse a Abuelas. El derecho a la identidad no se negocia, no se abandona y no se olvida”, afirmó este jueves cuando fue presentado junto a Estela de Carlotto. Y también tuvo palabras simples pero emotivas para su tío materno, Roberto Mijalchuk: “Gracias por no dejar de buscarme”.

En diálogo con el diario Página 12, Javier Matías contó los fundamentos que lo movilizaron a continuar con la búsqueda de su identidad: “La insistencia de personas a las que aprecio, valoro y respeto me llevó a la reflexión de ‘no podés ser tan egoísta’. Estaba seguro de que tenía todo resuelto y de que confirmar esa información –que tenía vínculos con desaparecidos– no me iba a cambiar nada. Pero dejé de mirarme el ombligo y empecé a pensar en el otro. ¿Y si hay un otro que está sufriendo, angustiado, buscando hace tanto tiempo, esperando y vos no querés ir a darte un pinchazo en el dedo? Al final lo hice”. Y vaya si tuvo recompensa.

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