Después del terremoto.
Hace algo más de una semana, los habitantes de un pueblo del norte de Italia cortaron una ruta para impedir la llegada de refugiados. Un gesto que ha avergonzado a muchos italianos.
Lo que todos los habitantes de la península no se esperaban es que los cristianos de la ciudad de Erbil, en Iraq, en medio de una guerra que desgarra la nación medioriental, recogieran 20.000 dólares para socorrer a los italianos de la ciudad de Amatrice, afectados por el reciente terremoto.
La ayuda fue recogida juntando las ofertas de dos misas dominicales en una iniciativa que involucró a todas las parroquias de Erbil. El nuncio apostólico en Iraq, Alberto Ortega, confirmó que la suma le fue entregada por el arzobispo de rito caldeo, Bashar Warda.
Un gesto conmovedor, que proviene de una población duramente golpeada en estos años sumida en una economía en crisis que genera precariedad, y que demuestra que la solidaridad no conoce ni “si” ni “pero”, sino circunstancias en las que se manifiesta. Y a veces el mejor ejemplo viene de los que menos tienen.
