El índice de precios al consumidor (IPC), que el INDEC diera a conocer el martes 15 de marzo, preocupó a un sector de la población.
El IPC mide la evolución de los precios de un conjunto de bienes y servicios representativos del gasto de consumo de los hogares en áreas urbanas. En febrero de 2022 arrojó una variación mensual del 4,7 %, con una variación interanual del 52,8% y una variación acumulada del 8,8%.
Las tasas de variación mensual rondaban el 4% mensual, esta variación cercana a un punto porcentual para febrero y las previsiones a futuro, inquietan, y plantean interrogantes.
De allí surge una pregunta acerca de la importancia del último dato y los anteriores en la formación de las expectativas y las decisiones.
En cualquier serie de tiempo, como la evolución del PBI, o la inflación, el rol del último dato puede ser el indicador de una tendencia, pero debe haber ciertos recaudos.
El economista Hendrik Houthakker señalaba cierta tendencia a teorizar sobre la base del último dato, y particularmente encontrar una tendencia comparando el último dato con el anteúltimo, algo muy común entre periodistas y dirigentes.
Sin embargo, para estudiar el posible comportamiento de una variable económica, se sugiere tomar períodos de tiempo “algo más significativos”: para el caso del PBI y el balance comercial, dos décadas. En el caso de la inflación, el tiempo es menor: una década.
Un dato es sólo eso, y no alcanza para insinuar una tendencia. Quizá esto se deba a cierto sesgo en las personas que buscan respuestas en el pasado, sobre lo que acontecerá en el futuro, pero eso es materia de estudios probabilísticos con muchos indicadores, y con períodos de tiempo bastante más prolongados. Algo que choca contra las costumbres de estos tiempos líquidos, donde se promueven respuestas veloces, quizá no tan certeras.
Fuente: https://tinyurl.com/220408Datosytendencias
