Un millonario que decide recurrir al subsidio de desocupación para su empresa mientras distribuye centenares de millones de dólares entre los accionistas y una humilde comerciante que paga de su propio bolsillo los sueldos de sus empleados. Mejor contemplar las bellas flores humildes y anónimas de la humanidad.
La humanidad está hecha de individuos que empañan la belleza y de flores que la celebran. Como Silvia Romano, corazón generoso, que después de un largo encierro solo dirá: “Me mantuve fuerte”, y como tantos fabricantes anónimos de solidaridad que llevan las compras a los vecinos ancianos o que asisten a aquellos en dificultad; como la red de personas a la cual nos invita Marcia, una amiga chilena que reúne alimentos para nuestros marginados. O como Roberto, el vecino de enfrente, pensionado y actor por vocación, que comenzó a filmar con el celular divertidos sketches cómicos, involucrando a los nietos, la hija, el yerno, la esposa, para arrancar una sonrisa en el grupo de whatsapp que hemos formado en el barrio. La fantasía de la reciprocidad es infinita. La pandemia no crea héroes y villanos, pero los está revelando. No se han convertido en tales, sino que siempre han estado.
Junto a las bellas flores hay “otros”, los llamaremos los “señor Scrooge”, como el personaje de Un cuento de Navidad, de Charles Dickens, arquetipo del avaro egoísta, explotador del prójimo, encerrado en su rechazo hacia la humanidad al punto de detestar la Navidad y cuanto ella significa. Estas personas rechazan en estos símbolos el bien del cual se avergüenzan, tal vez porque no saben cómo practicarlo. A menudo están entre aquellos que tal vez destilan veneno en las primeras páginas de ciertos periódicos donde una joven digna de imitar, como Greta Thunberg, es maltratada a causa de un bien incomprensible para esta gente.
Tampoco en Chile faltan los señores Scrooge. Apareció uno justamente en medio de la pandemia que está dejando sin trabajo a millones de personas, aquí como en el resto de la región… Son los pobres los verdaderos vulnerables ante el covid-19 y todos sus efectos. Y bien, Horst Paulmann no dudó en acoger su holding empresario, del cual es presidente, Cencosud –líder en el sector minorista– a la reciente ley chilena que permite a las empresas en crisis suspender los contratos laborales y pagar solo los aportes, mientras los sueldos son compensados por un fondo durante tres meses. El grupo posee 61 mil trabajadores en Chile, pero supera los 120 mil con sus actividades en el exterior, y dispuso de este subsidio para 7.500 de sus empleados, después de haber pagado los sueldos por un mes, mientras las persianas estaban bajas.
Hoy, cuando la actividad se reanuda lentamente, Paulmann hizo dos anuncios: que Cencosud se acogía a la citada ley… y la distribución del 80 % de las utilidades de los accionistas de 2019, ¡un importe equivalente a 220 millones de dólares! Por otro lado, la política salarial y los contratos de trabajo del grupo no son para nada ejemplares: es uno de tantos ejemplos de cómo pueden generarse centenares de millones de dólares en ganacias pagando sueldos mínimos, con contratos de trabajo de dos días a la semana.
Mientras gran parte de Chile se ajusta el cinturón, el 53 % de las ganancias a distribuir le pertenecían. A nadie se le escapa que se trató de dos decisiones incompatibles, por cierto, por parte de un grupo que durante estos años ha demostrado un excelente estado de salud y que podría haber hecho por sus laboratorios algo mejor que esto. “Nos hemos atenido a las disposiciones de la ley”, afirmó el gerente en un comunicado, después de que las críticas llegaran, incluso, de parte de los sectores más devotos del liberalismo económico.
Sin embargo, el pedido de aceptación en la ley de protección del empleo fue retirado. No obstante, difícilmente Paulmann pueda evitar jamás formar parte del grupo de los egoístas patentados.
Estudiamos el caso en un curso de ética con unos cuarenta estudiantes y en el transcurso de la clase apareció una de las tantas flores que embellecen a la humanidad. Una alumna nos cuenta que su mamá tiene un negocio en el cual trabajan varias personas desde hace años. Durante la cuarentena y el cese de actividades pagó igualmente los sueldos. Y lo está haciendo también ahora, que ha vuelto a abrir, pero las ventas han disminuido. Esta señora decidió no recurrir a la citada ley, sino hacerse cargo de sus empleados. “Sabe –nos cuenta la hija– el mes pasado, descontados los gastos y el alquiler del local, a mi madre le quedaron, en mano, 25 euros. Pero me dijo que tiene algunos ahorros y que puede alcanzar para algunos meses”. El aplauso fue incontenible.
En la novela de Dickens, finalmente Scrooge cambia y descubre que se puede ser feliz con los demás. No sabemos si el presidente de Cencosud cambiará su lógica. Nosotros se lo deseamos. De corazón.
Artículo original publicado en www.cittanuova.it y traducido por Lorena Clara Klappenbach