Circula por las redes sociales una original y reciente entrevista via Skype que el periodista español Jordi Évole le hace al Papa Francisco. En modo informal el Santo Padre responde a grandes interrogantes.
Si no fuese argentino quedaría sorprendido o, al menos, descolocado: un Papa, vestido de Papa, que habla por Skype desde el Vaticano con un periodista catalán, en un tono familiar y de amistad (“buenas tardes Jordi”) … Pero como soy argentino, puedo sólo imaginar la sorpresa de los demás.
Sí, porque mi país, como otros pueblos latinoamericanos, es joven y tiene los defectos de la juventud pero también sus talentos. Uno, creo que sea justamente la capacidad o necesidad de relacionarse con los demás sin etiquetas, en modo franco y directo. La amistad es seguramente un valor para nuestros pueblos. Los problemas sociales en Latinoamérica van de la mano con las relaciones sociales, gran riqueza de nuestra gente. Y Francisco no es excepción, aunque sea Papa.
A medida que avanza la entrevista informal, pareciera de hecho desaparecer la blanca sotana para dejar a la vista al hombre, Jorge Mario, que habla con su amigo y responde sin rodeos a las preguntas.
El Papa le cuenta cómo vive la cuarentena en su día a día, trabajando, orando y manteniendo las audiencias privadas ya fijadas.
Su primera preocupación es por los encarcelados… “siempre hay que dejar una ventana abierta”. A la pregunta sobre qué les diría a los familiares de los fallecidos por el coronavirus, responde: “No les diría nada… les haría sentir la cercanía, con gestos concretos”. A la gente más vulnerable que tiene que seguir trabajando para vivir: “Nuestras sociedades no se dan cuenta de este submundo de humanidad, tan triste… también esta gente existe y debemos tomar conciencia”.
Se dirige a los médicos y personal sanitario que arriesga la propia vida por salvar a los contagiados: “Los admiro, me enseñan cómo comprometerse, les agradezco el testimonio… tienen que dormir en las camillas porque no hay camas disponibles y no pueden regresar a sus casas. Me gusta llamarlos ‘los santos de la puerta de al lado’, por su capacidad de jugarse por el otro; algunos de ellos han muerto…”.
Y a toda la gente – policías, supermercados, camioneros, ecc … – que arriesga su salud para “mantener la convivencia social y que lo hace con gran altura, le estoy muy agradecido”. Las empresas en dificultad que despiden a sus empleados: “Sálvese quien pueda – responde Francisco – no es la solución. En este momento, más que despedir hay que acoger. Hoy se necesitan grandes gestos, una sociedad solidaria que se hace cargo de las personas en dificultad”.
¿Qué es lo que más le preocupa? Francisco responde sin dudar: “La soledad. Nos hemos olvidado de la importancia de la convivencia. Hoy, por causa del aislamiento, los padres están con sus hijos, sienten la necesidad de ir a acariciar a sus ancianos. Rescatar la convivencia humana, la cercanía… uno de los logros que podemos recuperar en esta triste tragedia”.
A la pregunta de que si es optimista, el Papa responde que “no me gusta tanto la palabra optimismo, prefiero esperanza; yo tengo esperanza en la humanidad, en los hombres y mujeres, en los pueblos, que revisen sus vidas. Muchos quedan en el camino y es duro, pero vamos a salir mejores, yo tengo fe que así será”.
Nunca el planeta estuvo tan limpio, nota el periodista. “Dios perdona siempre, nosotros cada tanto, la Naturaleza nunca”, responde el Papa. Y concluye la informal entrevista enviando saludos a la madre del periodista, con quien ha hablado antes por teléfono. Sin duda el Papa argentino en su cercanía e informalidad, es un experto de “convivencia humana”, la que debemos rescatar en este tiempo de cuarentena.