El ex militar pudo volver a ser parte de la convivencia social, aunque sea purgando una dura condena por sus crímenes injustificables. Eligió la soledad de sus convicciones erróneas.
Cuando, como cualquier otro mortal, el señor Alfredo Astiz culminará su tránsito por este mundo lo hará en una infinita y abrumadora soledad, acompañado apenas por un restringido e irrelevante grupo de personas que todavía creen integrar una casta selecta de militares que está por encima de la ley y de la moral.
El proceso en el que presentó sus palabras finales podría haber sido la oportunidad para reconciliarse con esa humanidad herida por sus crímenes injustificables, aceptando ante todo el castigo que la justicia argentina le impone y teniendo el gesto piadoso de pedir perdón por el dolor injusto infligido a las víctimas y a sus familias. Tuvo una nueva oportunidad no para corregir lo cometido, porque ya no puede, sino para esclarecer e iluminar hechos y tener un gesto de humanidad. No solo no lo hizo, sino que demostró no haber comprendido el significado y el alcance de esa justicia que lo condena a permanecer definitivamente en una cárcel, al rechazar el tribunal que lo juzga.
Astiz no comprende que no hubo ninguna guerra, y aun en caso de guerra no podría haber hecho con las personas secuestradas ilegalmente lo que hizo o permitió que se hiciera. Como prisionero de guerra de los británicos en la guerra de Malvinas, Astiz respiró aliviado cuando el Reino Unido no dio lugar a la extradición solicitada por la justicia de Suecia y Francia para juzgarlo por los delitos cometidos durante la dictadura, alegando la convención de Ginebra. Las personas secuestradas gracias a su acción ni siquiera pudieron beneficiarse del trato humano que le correspondió a él como prisionero de guerra. Una horrible mancha en la historia de esas Fuerzas Armadas que él cree honrar.
Las madres de Plaza de Mayo, personas que clamaban saber dónde estaban sus seres queridos secuestrados, fueron torturadas y asesinadas en los vuelos de la muestre. La joven sueca Dagmar Hagelin, murió por el solo hecho de ser rubia y haber aparecido en el lugar equivocado y en el momento equivocado. Astiz habla de sus delitos como de respuesta a una acción subversiva. No había nada de eso en la actividad de esas personas y en la de las dos monjas francesas torturadas y asesinadas y el mero hecho que lo haga indica su incomprensión acerca de lo que es el Estado y la función de los cuerpos armados.
Astiz cree que por todo esto no debe pedir perdón, pues no se pide perdón por defender la Patria. El problema de esa patria defendida por Astiz da escalofríos: es un simulacro de nación, un sucedáneo de convivencia y un insulto a la justicia y la igualdad a los principios democráticos.
Pedir perdón lo hubiera colocado, al menos, entre esa humanidad herida por sus propios trágicos yerros, pero al menos convencida de la maldad cometida. Al no hacerlo, Astiz rechaza esa oportunidad y se autocoloca fuera de la convivencia social. Apartado por la justicia humana y en espera de la Justicia divina.
El no reconocimiento de la crueldad, soberbia, omnipotencia del ex militar Astiz, en ejecutar daños irreversibles y destrucción de la vida de tantos argentinos, junto a los que se creen una casta selecta de militares que está por encima de la ley y de la moral, es un daño que prioritariamente se continúan haciendo, ya que destruir la vida de otro, es dañarse a uno mismo, hacerlo creyendo que es un valor, me animo a calificarlo como perversión que enferma hasta la destrucción. La condena de por vida a estar aislados quizás les facilite un silencio que orade los témpanos de odio en los que viven y su oportunidad de pedir perdón en algún momento…….el Hombre Dios descendió al infierno….y luego resucitó. Ellos no pueden hacer daño a nadie…..sólo a sí mismos si no reconocen el mal que ejecutaron y no piden perdón. Son libres
Lo que me inquieta un poco más, es que el golpe de estado y el terrorismo que ejercieron sobre la ciudadanía produciendo hechos escalofriantes, fue apoyado, sostenido y ejecutado de distintos modos por civiles, empresarios, jueces ( cómo lo reveló el juicio a ellos en Mendoza y últimamente en Córdoba).
Los juicios con condena a los perpretadores, de algún modo sana el cuerpo social, no alcanza…. pero permite que fluya un aire nuevo. Creo – por que la veo – que la impunidad casi naturalizada, continúa en distintos ámbitos y también la división….. Reconocerlo y asumirlo – cada uno y cada cual – con una actitud serena a nuestra propia vulnerabilidad y a la de los otros, mirarnos en la dignidad humana que es parte de todos, perdonarnos y perdonar….permitirá unir los dos lados de la llaga, por donde se va la vida de nuestra convivencia social y la vida de muchos que están excluidos socialmente por generaciones y hoy, conocen el descarte……
Gracias Alberto y gracias Ciudad Nueva por traer éste tema para nuestra reflexión….acercarnos al desierto del conflicto que no nos es ajeno.
Es cierto que en distintos grados de responsabilidad……pero la sociedad cada vez más individualista y líquida en la que estamos, para mi, también tiene su raíz en ése momento de nuestra historia y que continuamos mirándola desde la dualidad…..
También nosotros nos hacemos daño, no es tan visible, mucho más sutil y se puede cubrir con buenas palabras y hasta con buenos sentimientos…. pero tampoco alcanza.
Me parece, si estoy equivocada, necesito que alguien me lo exprese….