El miedo al dolor y la muerte. El anciano, entre la sabiduría y el sufrimiento.
Quien llega al umbral de la vejez cargado de deseos no realizados está obligado a dirigir su mirada hacia el pasado. Es la falsa sabiduría de algunos ancianos modernos, que quieren parecerse a los jóvenes. ¿Algún ejemplo? Un padre que tiene como ideal ser el hermano joven del hijo adolescente, la búsqueda desenfrenada de la paternidad o la maternidad en edad avanzada, las crecientes cirugías plásticas a las que nos sometemos en la ilusión de una eterna primavera. Conozco a un paciente de edad avanzada que se hizo arreglar la nariz, sacar las arrugas y se implantó cabellos, procedimiento que repitió tres veces. Lamentablemente se llega mal preparados a la segunda mitad de la vida. Desde un punto de vista psicológico, el anciano que no quiere renunciar a la juventud está tan enfermo como el joven incapaz de madurar: en ambos casos se trata de lujuria infantil, orgullo y capricho. Para el hombre que se encuentra en la madurez es más higiénico, a nivel mental, considerar el deterioro físico, hasta la muerte, como un hecho al cual no hay que temer. Hay algo insano en el rechazo de esa condición, porque le quita a la segunda mitad de la vida su sentido. Aceptar la muerte, para un hombre maduro, significa estar en paz con el propio inconsciente, estar abierto a la vida justamente ahora que llega a su máxima expresión. La belleza de esa edad está en la contribución única e insustituible de la experiencia y sabiduría donadas a los demás, especialmente a los más jóvenes. Es la llamada “paradoja de la sabiduría”: la mente se hace más fuerte cuando el cerebro envejece. Si las semillas de nuestra mente están regadas, ya desde nuestra juventud, con la curiosidad y la exploración, y si la experiencia, en la edad madura, cuida y educa la espiga mental, entonces la sabiduría y la cosecha de las recompensas que podemos apreciar solo cuando llegamos al otoño de los años serán abundante.
Esa sabiduría es una ayuda para los jóvenes que les permite redimensionar sus dudas angustiantes y moderar sus reacciones delante de las dificultades de la vida. Con su amplitud de mirada las personas maduras pueden brindar una ayuda en el arte de vivir, para superar situaciones difíciles, para saber captar la esencia de la vida dado que, sobre todo en el ocaso, nos damos cuenta de que lo único que queda y que vale es cuánto se ha amado, es el amor. El psicoanalista Carl Jung repetía: “Lo que la juventud encontrará afuera, el hombre en su madurez debe encontrarlo en su interioridad”. Obviamente la generatividad es evidente en la primera parte de la vida por la experiencia de la maternidad-paternidad biológica y el logro del éxito afectivo, profesional y existencial. Pero a menudo se ignora que también en la segunda mitad de la vida la generatividad es posible, a través del logro de la felicidad en sentido amplio, es decir en el desear aquí y ahora, en el vivir el momento presente el placer de los frutos de cuanto se ha construido, obtenido, realizado, fatigado, conquistado. Pero también el sufrimiento nos permite ir en profundidad. La humanidad está destinada a ir más allá del sufrimiento, pero no en el modo que piensa el falso Ego, que no querría sufrir. En cambio, tenemos que decir “sí” al sufrimiento para trascenderlo, para redimensionar nuestro pequeño “Yo”. La vejez es una oportunidad única para comprender cuál es nuestra esencia más verdadera, porque ha aprendido a no poner resistencia a lo que existe, porque aprendió a aceptar la inestabilidad de las cosas y de las condiciones, y solamente así ha encontrado serenidad. Para lograr la serenidad interior de frente a la muerte hay que “morir antes de morir”, conscientes de que nuestra forma física tarde o temprano se disolverá, igual que nuestros pensamientos. Después de años de experiencia como psicoterapeuta, he madurado la convicción de que la depresión, entre todas las patologías psíquicas, fundamentalmente no es más que la resistencia a abandonar lo viejo y el miedo de ir hacia el encuentro de lo nuevo y desconocido.
La salud mental en el fondo es una elección de libertad del pasado, proyectados hacia el futuro con los pies bien firmes en la tierra para vivir el momento presente. Hay en cada uno de nosotros un principio creativo que tiene que ser descubierto. Es el más potente remedio a la depresión. Es la solución por excelencia, al alcance de cualquiera, especialmente de los ancianos.
Artículo publicado en la edición Nº 609 de la revista Ciudad Nueva.
Està muy bien redactado! Un tema muy actual! Ès una tremenda verdad, que lo explica muy bién en un video : “Los nuevos viejos” de Inés Castro Almeyra!