Nuestras comidas deberían ir siempre acompañadas de varias ensaladas. Ante todo, para asegurarnos un aporte necesario y benéfico de fibras y vegetales ricos en vitaminas.
Son, a menudo, el complemento de platos fuertes… y, para ser prácticos, ayudan a reducir la cantidad de comida con más calorías llenando nuestro estómago. Es una cuestión de costumbre y basta dedicar a esta tarea un poco de tiempo para enriquecer nuestro menú diario con varias pequeñas fuentes con diferentes ofertas: lechuga, tomates, apio… que cada uno podrá combinar. Verán cómo esta costumbre mejora la calidad de nuestra alimentación.
La reina de las ensaladas es la lechuga en todas sus variantes, desde la capuchina a la escarola, a la morada… Pueden preparar mezclas sabrosas con varios tipos de lechuga, y agregar radicheta, rúcula, la endivia (aunque está muy cara) e incluso algunas hojas de espinaca o de acelga. Para aliñarlas, puede ser suficiente limón y aceite (el de oliva es más rico), pero también le da un buen sabor el aceto balsámico (los hay de producción nacional) o el vinagre común, de vino o de manzana. En Chile está la sana costumbre de agregar un puñadito de perejil picado. Prueben.
Algunas hortalizas nos permiten preparar gustosas ensaladas. Es el caso del repollo. No todos lo digieren fácilmente, pero para evitar repetirlo se lo puede cortar finito y dejarlo unos 20 minutos en sal y limón para luego enjuagarlo y aliñarlo a gusto. Habrá perdido ese gusto que no a todos les simpatiza. Si quieren algo más elaborado, pueden agregarle algunos trozos de manzana verde, unas cucharadas de yogur natural y algo de nueces peladas. En el verano es una combinación fresca y agradable.
La cebolla también es otra excelente hortaliza que se luce en la mesa. Hay que picarla bien finito en juliana (si seguimos el sentido de la estructura del vegetal les resultará más simple y evitará que el salpicar de su jugo nos haga llorar). Luego le agregan un par de cucharaditas de sal fina y otro par de azúcar (si rubia, es mejor) y dejan que se marine durante unos 20 minutos o más en el bol. Sucesivamente las enjuagan – habrán perdido los ácidos que hacen que la repitamos –. Para aliñarla, usarán aceite, limón y un toque de comino molido o de orégano fresco. También puede usarse un toque de vinagre, a gusto. Verán que nunca más dejarán de ponerla en la mesa.
La palta es un fruto ideal para muchas ensaladas. Podemos tomar la costumbre de cortarla en tajadas finas y colocarlas arriba de una ensalada. Una buena combinación es con los tomates.
Y hablando de tomates, son irresistibles con una buena cantidad de apio bien picado (no las hojas, claro) y varias hojas de albahaca.
El apio es otra de las “presencias” que en nuestra mesa deberían ser permanentes. Basta picarlo en trocitos y agregarle un poco de aceite, sal y limón. ¿Sabían que ayuda el cuerpo a purificarse de los excesos de carnes rojas?
Otro alimento más que puede acompañar las ensaladas son los hongos. Los champiñones, por ejemplo, son agradables también crudos, cortados en láminas sutiles y mezclados con los demás ingredientes.
No les gusta a todos, pero en el invierno el hinojo es una hortaliza con la que podemos preparar ricas ensaladas. Podemos agregarlo, cortado en juliana, a una ensalada de lechuga. O podemos mezclar un par de hinojos con un par de naranjas cortadas en trozos y condimentar con aceite. Es una ensalada deliciosa.
La zanahoria y los pepinos son otros dos ingredientes infaltables para las ensaladas. La zanahoria rallada, conviene hacerlo en el momento, pues queda jugosa, se marida con el jugo de limón y complementa la gran parte de las ensaladas. El pepino también y, directamente triunfa, con los tomates.
Como verán, las combinaciones son infinitas. No será mala idea proveerse de varias fuentes para ofrecer varias posibilidades a nuestros convidados.