El autoproclamado presidente no ha conseguido el respaldo esperado de los militares y de las calles. El camino más racional es el del diálogo.
El intento de Juan Guaidó ha sido el de dar un empujón final al régimen chavista. Sin embargo, el autoproclamado presidente interino del país no ha recogido mayores resultados. La escasa treintena de militares que se han sublevado revelaron, en algunos casos, haber sido engañado, creyendo que había más unidades que se estaban rebelando al gobierno de Nicolás Maduro. Prueba de ello es que unos 25 militares se han refugiado en la embajada de Brasil en Caracas, por temor a represalias. El propio líder opositor Leopoldo López ha pedido refugio en la embajada de España, por lo que no parece que Guaidó haya cosechado una presencia y un masivo apoyo, más allá de que tanto en filas castrenses como en la población el descontento sea cada vez más extendido.
Por el contrario, Maduro redobla la apuesta y promete que la violación de la ley costará cara. Junto con varios miles de uniformados ha marchado por las calles de la capital, en un acto demostrativo de la unidad de los militares en torno al régimen.
Guaidó ha sido reconocido por 50 gobiernos e intenta que desde el exterior sea apoyado su movimiento de rebeldía. Los Estados Unidos insisten en contemplar todas las hipótesis, incluso la militar, pero cómo realizarla no parece ser fácil, ni inmediato. Contar con un apoyo militar latinoamericano es realmente improbable. Hasta el vicepresidente de Brasil, derechista y ex militar, ha aclarado que eso no ocurrirá. Aplicar ulteriores sanciones económicas solo puede crear más problemas a un país de rodillas, desabastecido y empobrecido, por lo que tal decisión castigaría a la población y daría un buen argumento aglutinador al chavismo. En estas horas, intenta una nueva carta, la de la huelga escalonada. El tiempo no juega a su favor, con el pasar de las horas, pierde fuerza el intento de levantamiento popular.
No queda que volver al menoscabado diálogo político que Guaidó y la oposición han descartado exigiendo que Maduro dé un paso al costado. Algo que el presidente en ejercicio no está dispuesto a aceptar. Por otro lado, su estrategia ha sido hasta ahora la de presentarse como partidario del diálogo, para luego negarse y ganar tiempo. Hasta el Papa se lo ha reprochado y sin eufemismos. Sin embargo, sigue siendo quizás la opción más viable, siempre y cuando chavismo y oposición se convenzan que no tienen alternativas, de no ser que quieran que todo termine en un baño de sangre.