Se oficializó el levantamiento del programa que permitió la inserción de unos 800 mil jóvenes migrantes que entraron ilegalmente al país.
Horas después del anuncio oficial de Gobierno del presidente Donald Trump de terminar con el programa DACA que protege de ser deportados a inmigrantes que llegaron ilegalmente siendo menores de edad, en varias ciudades de los Estados Unidos han comenzado las protestas de los casi 800.000 jóvenes que podría ser deportados en sus países de origen.
En California, donde reside la gran mayoría de los beneficiados del programa, Florida, Arkansas, New York y en la propia capital, Washington, miles de inmigrantes decidieron protestar por la medida que destruye el sueño (por ello se los llama dreamers, soñadores) de integrarse a la vida civil estadounidense.
En algunos casos, se trata de jóvenes que llegaron en tierna edad, que casi no hablan el idioma de su país de origen del que incluso tienen escasos recuerdos. Hijos de migrantes que huyeron de la violencia, de la pobreza, de la miseria y el abandono.
Gracias al programa DACA pudieron estudiar a cambio de mantener un prontuario judicial limpio, y conseguir trabajo. Muchos han llevado a cabo estudios avanzados, abierto empresas, conseguido trabajo estable, se han casado o se están por casar con nativos del país. Pensar que puedan ser deportados en una pesadilla y un drama humanitario ante el cual están reaccionando organizaciones de la sociedad civil, y también grandes empresas que han señalado al presidente Trump que la medida podría ser notablemente perjudicial por la economía que el mandatario quiere proteger.
En los próximos seis meses podría lograrse un acuerdo en el Congreso para resolver la incongruencia de llegar a dividir familiar y sembrar de frustraciones un país, solo para contentar los prejuicios racistas de una minoría de votantes que aprueban el nacionalismo de Trump. Es una de las esperanzas de los que hoy defienden su derecho a vivir en el país donde se han insertado.