En búsqueda de nuestras barreras interiores

En búsqueda de nuestras barreras interiores

El autor participará del próximo SABF (South American Business Forum), conferencia internacional para estudiantes universitarios, que se llevará a cabo entre el 5 y el 7 de agosto en Buenos Aires.

5 de Junio de 1972. Estocolmo. 113 países se reúnen para considerar de manera global, y por primera vez en la historia, cómo la política debe sumirse en el mundo del medio ambiente y tomar partido respecto del cambio climático.1

30 años después, en Río de Janeiro, las cumbres siguen pregonando respecto del “Futuro que queremos”, mientras las toneladas de CO2 siguen aumentando exponencialmente, año a año.2

Por otra parte, nos dedicamos a trabajar en el área de Compliance (área contra el fraude y el lavado de dinero) en las principales instituciones financieras del mundo, al mismo tiempo en que los paraísos fiscales se estimaban, para 2010, más de 21 billones de dólares atesorados. 3,4,5

¿Dónde están entonces los resultados de las cumbres y encuentros globales organizados, que nos especifican procedimientos, donde acordamos maneras de trabajar respecto de un tema particular? Si estos encuentros tuvieran los resultados esperados, ¿estaría el mundo donde está hoy? ¿No es acaso paradójico pensar en invertir en contra del lavado de dinero, mientras el mundo puede girar su capital hacia lugares donde “vale todo”? ¿Estamos caminando por el camino correcto?

Como ciudadano tengo una imagen de los encuentros globales, de la ONU u otras organizaciones que tienen alcance global e influencia política. Esa imagen refleja un superpoder (que carece de sentido en el mundo real) en el que un grupo de líderes que velan por algunos fines comunes encontrarán la manera de resolver tamaños problemas como por ejemplo el cambio climático, llegarán todos a un acuerdo y como si de una fórmula se tratara, todo seguirá el curso que nos lleve a esos fines comunes. Y todo esto en pocos días, en la duración acotada de dichos encuentros.

Sin embargo, la historia nos muestra que no estamos caminando por el camino correcto. Que todavía no hemos encontrado la fórmula para desterrar el lavado de dinero (con todas las actividades criminales que este conlleva), o que el cambio climático se avecina y las emisiones de CO2 aumentan año tras año.

Creo que la definición de las cumbres y encuentros mencionados algunas líneas más arriba, y sus superpoderes, fallan porque modelizan a todas las personas con un comportamiento parecido a los estímulos. Y es allí donde está la diversidad y el factor cultural, propio en cada persona y por ende en cada líder que representa otro grupo de personas.

Las barreras interiores son, entonces, aquellas que nos sesgan cuando tenemos que ir al encuentro con el otro. Y es en estos encuentros donde tratamos de unir ideas e hilvanar comportamientos comunes, donde más debemos hacer hincapié en ellas. Como líderes conllevamos una gran responsabilidad que debemos ejercer con la mente abierta para lograr resultados cada vez más positivos. Es justamente, en el encuentro, donde necesitamos quitar estas barreras para poder dar todo de nosotros.

¿Y a qué definimos como resultados positivos? ¿Qué define que yo gane, o pierda? ¿Qué es mejor para el “nosotros” que somos y representamos? Es ésta justamente la parte más pesada. La más compleja. Porque sobre el asunto en cuestión (cualquiera éste que sea), las distintas culturas plasmadas en las personas generarán distintas perspectivas, en función de sus cargas e historias culturales. Entonces necesitamos generar un nivel de comunicación en el que las personas puedan, en estos encuentros, comunicar sus perspectivas con sus cargas culturales sin miedo a ser rechazados. Y a la vez, quienes escuchen, necesitan no solamente tolerar al otro sino comprenderlo. La diferencia entre tolerar y comprender se convierte en un pilar fundamental en este nuevo paradigma.

Es interesante considerar cómo la necesidad de ir al encuentro con el otro vale en ámbitos diversos. Ya sea en una cumbre de cambio climático, en la negociación salarial anual, o en el club deportivo que se frecuente. Cuando hay distintos exponentes culturales (y siempre los hay) podemos ver que el hombre actúa de maneras diversas 6. Tenemos que saber que esta situación va a suceder, y planear entonces cómo podemos hacer para ir más allá de lo que nos diferencia.

Al mismo tiempo existen casos en donde los llamados “resultados positivos” son evidentes. Todos sabemos que el cambio climático puede tener efectos devastadores para “nuestra casa”. Y allí, el trabajo se encuentra no en definir los resultados positivos, sino en que todos podamos interiorizar por qué es tan importante trabajar en pos de lo bueno que “es evidente”. El juego político en el que vivimos inmersos hace que necesitemos argumentar con firmeza por qué preferimos una cosa, en vez de la otra. Logrado esto, podremos tomar decisiones con convencimiento, en pos de los resultados positivos esperados y sabiendo que las podremos mantener a largo plazo.

Necesitamos entonces líderes “más humanos”, que comprendan los intereses del otro y que defiendan los propios, desde una perspectiva humana. Que a la hora de poner en común, discutir y negociar, vean al otro como una persona, y no como a alguien de quién obtener un rédito o apoyo. Y al igual que en los negocios, la creación de una relación más firme y duradera traerá beneficios a largo plazo para ambas partes. En el caso de las cosas que azotan al mundo, las partes podemos ser nosotros.

No creemos que ésta sea tarea fácil. “Muchas veces los líderes jerárquicos son quienes deben impulsar un modelo de liderazgo compartido. Asimismo, las habilidades que son necesarias para implementarlo exitosamente no son las que lo llevaron hasta ese lugar.”7. Sin embargo, allí está el desafío y es donde debemos tomar partido. Es la manera de poder superar la fragmentación que hoy nos separa.

Es importante también permitirnos el desacuerdo. No existe autoridad o fuerza mayor que pueda forzar un comportamiento cuando la brecha cultural es enorme, y no se ha superado aún. Es este otro punto que estimula el fragmento del mundo. La construcción de una relación de confianza entre los agentes involucrados que permitan el desacuerdo en buenos términos nos separa por un lado pero nos une firmemente por importante que genera lazos duraderos. El acuerdo forzado no existe, es coacción, no es acuerdo. No lo podremos extender en el tiempo sin que resquebraje la relación. Así, cuando no logramos vencer estas barreras interiores indudablemente nos fragmentamos como sociedad global.

Tomemos el caso de las nuevas tecnologías: nos acercan. Son canales de comunicación extraordinarios con características destacables. Sin embargo, tenemos que tener un mensaje que transmitir. Este mensaje requiere que exista un vínculo entre las partes. Y esto se logra no solo con la presencia física de las partes, sino en gran parte cuando logramos superar estas barreras que hacen al mundo fragmentado y nos permiten salir al encuentro con el otro. Imaginemos que tenemos esta barrera interior para con el otro. ¿Qué le comunicaremos? Ni siquiera habrá un argumento válido para lograr que haga lo que queremos, pues no lo conocemos. La tecnología por sí sola no ayuda a vencer las barreras. Se trata más de una postura y un cambio de actitud de los individuos. Al conocer al otro todo cambia. Comprender al otro nos ayudará a predecir la respuesta a distintos estímulos según su propia lógica de emociones. Podremos así, saber qué transmitirle y de qué manera. Podremos hacer uso de las nuevas tecnologías en pos de lo que juntos, queremos. Podremos trabajar satisfactoriamente, en conjunto.

Por otra parte, es importante estar dispuesto a morir, a perder la idea, en el momento de ir al encuentro con el otro. Solamente así, de la puesta en común, podrá surgir nuestra nueva definición de “resultados positivos” por las que todos efectivamente trabajaremos en común. Está allí el verdadero salto que debemos dar para poder ir más allá del mundo fragmentado en el que se vive hoy.

En esta nueva situación con una tarea de tamaño nivel, es menester compartir el liderazgo. No podemos pretender que el mundo se una solamente porque un grupo de personas se toman el trabajo de ir al encuentro. Todos los actores involucrados debemos tomar partido. En una organización, el liderazgo se comparte entre miembros. En la sociedad, se comparte entre todos. Conocer al otro, trabajar juntos e ir al encuentro, es liderar. Y liderar de este modo es ser un agente de cambio a favor de un mundo cada vez más unido, y menos fragmentado.

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