Por amplia mayoría, 59 votos contra 21, la Cámara alta decidió aceptar la recomendación de su comisión instructora de avanzar en el impeachment.
La votación en el Senado brasileño es un anuncio del destino que le espera a Dilma Rousseff. Ya no es una cuestión de optimismo o pesimismo, sino de realismo. Anoche la Cámara alta debía votar por mayoría simple si aceptar o no la recomendación de su propia comisión instructora de avanzar en el impeachment contra la suspendida presidenta. Para ello hacían falta 41 votos. Pero no sólo se restó tiempo a la discusión, el voto se esperaba para esta mañana, sino que a favor del impeachment votaron 59 senadores contra apenas 21 votos en contra.
A fin de mes, el pleno Senado, convocado por el Tribunal Supremo deberá dar su sanción definitiva. Para ello, harán falta los dos tercios de los senadores para destituir a Rousseff, 54 votos, cinco menos de los que se alcanzaron ayer. En julio, la Cámara alta aceptó avanzar en el impeachment con 56 votos a favor. Los apoyos a la presidenta en lugar de incrementarse, disminuyen. Parece difícil revertir esta tendencia en quince días.
Es una decisión política, no jurídica. Exactamente al revés de lo que dispone la Constitución acerca de la destitución del Jefe de Estado. Ayer no hubo argumentos que pudieran sustentar los cargos contra Rousseff. En las intervenciones afloraron precisamente argumentos políticos que le achacan la gravedad de la recesión que agobia la economía del país. Una ex ministra de su Gobierno, Katia Abreu, que paradójicamente fue dirigente del mismo partido del presidente interino Michel Temer, el PMDB, hoy comprometido en la destitución de la mandataria, desmanteló la acusación indicando que no hay delito, sólo prácticas normales utilizadas por todos los gobiernos. Pero fueron discursos entre sordos. Temer, por su parte, hace día que sustenta las alianzas que aseguran la gobernabilidad con concesiones que van a contramano con un déficit fiscal que está lejos de ser reducido. Evidentemente, el primer objetivo es instalarse en el poder.
¿El otro será el de frenar las investigaciones judiciales por corrupción que llegan hasta el mismo presidente interino? Es lo que se les escapó de boca a tres ministros… y tuvieron que renunciar.
El sistema político indica que, en lugar de facilitar la acción de los anticuerpos de la vieja política, anclada en métodos corruptos, se encarama en el poder aunque ello signifique violentar las instituciones, comenzando por forzar la Constitución y desconocer el voto soberano de la ciudadanía. ¿Será el Poder Judicial la última playa?