Compromiso social de la universidad católica.
Por Jon Sobrino, SJ. Teólogo latinoamericano.
En 1989 asesinaron a mis hermanos jesuitas de la UCA, a Julia Elba y a Celina. Yo me encontraba en Tailandia, y a mi regreso a El Salvador tenía que pasar por San Francisco. Me llevaron a la Universidad de Santa Clara. La comunidad me acogió como a un hermano y en ella pasé durante varias semanas.
Al regresar a mi hogar en El Salvador me encontré con ocho cruces plantadas delante de la Iglesia, y cuando un desalmado las arrancó, Paul Locatelli inmediatamente las volvió a plantar. Nunca lo olvidaré. Por ello ahora tengo un sentimiento muy grande al ‘volver a casa’.
Sobre estas muertes y de estos mártires es que quiero hablarles, con la convicción de que lo importante de sus obras y su ejemplo se deben mantener vivos.
Los mártires nos confrontan con nosotros mismos, sin posibilidad de escapatoria, iluminan las realidades más profundas de nuestro mundo y de lo que hay que hacer con él. Tenemos que enfrentarnos a los ídolos que exigen víctimas en el tercer mundo, aunque sus raíces más hondas están en el primero. Debemos trabajar por revertir la historia y salvar así a una civilización que está gravemente enferma, como lo decía Ignacio Ellacuría; a un mundo en trance de muerte, como lo sugiere Jean Ziegler.
A los cristianos los mártires nos señalan –mejor que nada y sin temor a equivocarnos- el camino a seguir. Son quienes nos empujan al seguimiento de Jesús y nos introducen en el misterio de su Dios.
En el mundo que llamamos de abundancia la palabra ‘mártir’ produce extrañeza, incluso repulsión, pero entre nosotros –y aquí asoma la paradoja cristiana- también produce luz, ánimo y agradecimiento. Por eso no debiéramos permitir que la palabra ‘mártir’ pierda su vigor. Debe mantenerse como referente cristiano y social insustituible para humanizar a este mundo. Exactamente como la cruz de Jesús.
Para ubicarlos en un contexto, no sólo académico sino humano, inicio recordando cuál fue la reacción de dos personas ante sus muertes. La primera, el Padre Arrupe. Cuenta su enfermero que cuando los mataron, él se encontraba en cama, prácticamente sin poder pronunciar palabra ni comunicarse, sin embargo al darle la noticia, “el Padre Arrupe se echó a llorar”. Era todo lo que podía hacer, en su llanto el Padre Arrupe se dio a sí mismo por entero. La segunda persona fue Noam Chomsky. Al cumplir 80 años en marzo de 2008, un periodista le preguntó qué le daba fuerza para continuar en la lucha. “Imágenes como ésa”, respondió. Señalando con la mano un cuadro en el que aparece el arzobispo Romero y los seis jesuitas de la UCA.
Estos seres humanos tocan las fibras más hondas de cualquier persona, son un referente vivificante. Los seis jesuitas al igual que Julia Elba y Celina, siempre nos dejan sin palabras.
Fuente: Los mártires de la UCA: exigencia y gracia. Compromiso social de la universidad católica
ALTERIDAD. Revista de Educación, vol. 5, núm. 2, julio-diciembre, 2010, pp. 72-86
Universidad Politécnica Salesiana, Cuenca, Ecuador