Francisco ha firmado con el rey Mohamed VI un llamado a preservar Jerusalén como patrimonio común de la humanidad.
La visita del Papa Francisco a Marruecos no ha superado las 48 horas de duración, durante el pasado fin de semana. Sin embargo, en tan poco tiempo, Francisco pudo abrir puertas y consolidar el mutuo aprecio entre los líderes de dos de las mayores religiones del mundo. Un primer paso ha sido la firma de una declaración común con el rey Mohammed VI, “comandante de los creyentes”, como se le suele decir aludiendo al hecho de que es descendiente de Mahoma y, por ello, es una figura de gran relieve. En el documento se hace un llamado a “preservar la ciudad de Jerusalén como patrimonio común de la humanidad y en especial para los fieles de las tres religiones monoteístas, como lugar de encuentro y símbolo de la coexistencia pacífica”. En el texto también se invita a “conservar y promover el carácter específico multi-religioso, la dimensión espiritual y la peculiar identidad cultural de Jerusalén”, por lo que se pide que “en la ciudad santa se garantice la plena libertad de acceso a los fieles de las tres religiones monoteístas y el derecho de cada una de ejercer su culto”.
Otra cita importante ha sido la visita a la escuela de los imán, predicadores y predicadoras, con la presencia del Consejo de los Ulemas, el propio rey, el ministro de asuntos religiosos, el director del Instituto para la formación Islámica en el país. Un evento en el que se ha advertido el mutuo interés por un diálogo fructífero.
Francisco también se ha reunido con los cristianos marroquíes y de otros países. En la misa celebrada al abierto concurrieron 10 mil personas de diferentes confesiones y de 60 nacionalidades. Los cristianos en Marruecos son muy apreciados, en particular por la gestión de una actividad social para pobres y migrantes. Las 15 escuelas católicas cuentan con 12 mil alumnos, en gran parte islámicos, como también son islámicos muchos de los docentes que enseñan en ellas. Otros temas sociales también concitan la participación activa de los cristianos. Entre ellas, el diálogo ecuménico junto con los cristianos de iglesias hermanas.
“Ser cristiano – afirmó el Papa en la catedral en Rabat – no es adherir a una doctrina, ni a un templo, ni a un grupo étnico. Ser cristianos es un encuentro. Somos cristianos porque hemos sido amados y encontrados y no porque somos un fruto del proselitismo”.
Este diálogo con el islam, que Francisco promueve y lleva adelante como lo han hecho sus predecesores, en especial Juan Pablo II, es criticado por un sector, minoritario, de los católicos que está cada vez más cerrando en un discurso fundamentalista y para nada abierto al diálogo interreligioso. Grupos que suelen entender el cristianismo como una suerte de identidad cultural, una ideología que no encuentra en el Evangelio la sal para su existencia, sino banderas a utilizar en el “choque de civilizaciones”. Sin embargo, cuando como señala agudamente en la web de Cittá Nuova de Italia, Roberto Cantamessa, cuando profesamos nuestra oración del Credo afirmamos nuestra fe en Dios, uno y trino, pero no “en la” Iglesia, sino que creemos “la” Iglesia una, santa, universal y apostólica. Son dos cosas diferentes. Si creo en la Iglesia, soy yo el sujeto que la define, por tanto, todo me puede desilusionar, creyentes y clérigos incluidos. Sin embargo, creer la Iglesia implica que ella misma se me revela en su esencia y yo me comprometo en ayudarla a ser auténticamente una, santa, universal y apostólica, aun cuando algunas veces me podrá desilusionar.
Es un cambio de perspectiva importante, que ayuda a no transformar nuestra fe en una ideología.
Tenía muchas expectativas de este viaje apostólico, y se han visto colmadas y superadas. Pasos enormes hacia el diálogo y el encuentro, más allá de las dificultades, o más bien estimulado por las dificultades. Son varios los puntos que me conmueven pero los resumo en “Somos cristianos porque hemos sido amados y encontrados”