El nuevo gobierno de Italia será de centroizquierda

El nuevo gobierno de Italia será de centroizquierda

Crónica de una crisis de gobierno que, de querer instalar un Ejecutivo de centroderecha, terminó abriendo la posibilidad a uno de signo opuesto. 

Luego de años de centroderecha ¿Italia vuelve a girar hacia la centroizquierda? Todo dice que sí, luego de que la crisis abierta antes de mediados de agosto por su ministro de Interior y co jefe de coalición, el derechista Matteo Salvini, líder de la Lega -partido que en sus expresiones coquetea tanto con los conatos del neofascismo como con la xenofobia – se transformara en un boomerang político que acaba de devolver a su casa al iniciador de la misma.

Hasta el 9 de agosto, Italia era gobernada por una coalición entre el Movimiento 5 Estrellas (M5S), que en las elecciones de hace un año y medio cosechó el 32% y la mencionada Lega, que concentró el 17% de las preferencias. M5S es un movimiento nacido de la protesta contra una clase política adicta a los privilegios, estancada incluso en su forma de comunicar (el politiqués), incapaz de afrontar los nudos que complican la vida de los peninsulares. En fin, un movimiento con fuerte vocación anti sistémico, aunque con mucho de naif y de improvisación.

Quizás, el natural aliado de este grupo habría sido el Partido Democrático (PD), heredero de la centroizquierda que desde comienzos de los 90 congregó a ex demócratas cristianos, liberales, ex comunistas y ex socialistas. Sin embargo, viejas y nuevas polémicas impidieron llegar aunque sea a sentarse a discutir por los “no” tajante a dialogar. Ante el éxito alcanzado en tan poco tiempo, el M5S como partido más votado tenía la posibilidad de ser gobierno y al haber excluido de cuajo la posibilidad de un acuerdo con la derecha de Berlusconi, considerado el símbolo de la corrupción y de la decadencia política, el M5S intentó una fórmula con la Lega. Para ello, dadas las diferencias ideológicas, se intentó programar la acción del Ejecutivo con un “contrato” en el que Salvini logró que se colara su visión crítica de los flujos migratorios, a los que la Unión Europea no ha sabido responder con una política coherente y de conjunto. Italia, como España o Malta, es un punto natural de desembarco para migrantes ilegales que cruzan el Mediterráneo en barcos precarios. A menudo, naufragando y muriendo en el intento. La fórmula de gobierno resultó bastante extraña: los dos líderes de M5S y de la Lega, serían vice jefes de gobierno y ministros respectivamente del Trabajo y de Interior, la jefatura del Ejecutivo recayó en Giuseppe Conte, de trayectoria académica.

Desde los primeros momentos, apareció clara la energía con la que Salvini literalmente se apoderó de la iniciativa cultivando un uso de las redes sociales presentándose como el representante del sentir de los italianos. Su política anti inmigrantes se ha transformado, en modo obsesivo, en casi el único tema del que se ha ocupado, opacando el resto de los temas de gestión. Muy a menudo presentando un relato de los hechos acomodado a sus conveniencias, haciendo temer una invasión masiva del país por personas asociadas al delito y a la marginación. Ni una cosa ni la otra son reales. Pero los temores instalados en la ciudadanía y potenciados por los medios de comunicación afines han hecho crecer en los sondeos los respaldos a Salvini, más que duplicando su caudal electoral, hasta el 38% de apoyo en las encuestas. Convencido, posiblemente, de haber neutralizado el M5S representado por un líder más bien deslucido, Luigi Di Maio, sin mayores antecedentes políticos, Salvini se catapultó en un frenesí de declaraciones sobre los temas seguro de haber acaparado el consenso de todos los ciudadanos. No últimos, los católicos sensibles al temor por los migrantes ante los cuales Salvini comenzó a utilizar objetos religiosos como el rosario o a invocar a la Virgen María. El político incluso se metió en las diferencias en el seno de la Iglesia, incluyendo al Papa Francisco y su apoyo a la solidaridad con los migrantes entre los adversarios políticos. El colmo fueron algunas interpretaciones de principios evangélicos acomodadas a su visión del tema, al tiempo que su política antinmigrantes llegó al punto de declarar ilegal el socorro a los náufragos, algo que riñe con el espíritu de la constitución italiana, el derecho del mar y los derechos humanos. Con el viento en popa de los sondeos, Salvini creyó haber llegado al momento de cobrar en las urnas ese apoyo y transformarse en el primer partido italiano por lo que el 9 de agosto adelantó que había finalizado la experiencia de gobierno y era el momento de anticipar las elecciones.

Lo que no consideró el ministro de Interior es que el sistema italiano es parlamentarista, por lo cual la caída de un gobierno supone la intervención del Legislativo ante el cual conseguir un voto de “desconfianza”, luego de lo cual el presidente de la República, si constata la imposibilidad de formar una nueva mayoría, convocará a nuevas elecciones. El gesto de Salvini, irritó, y no poco, a sus colegas del M5S que no fueron consultados respecto de sus intenciones y a los cuales pareció evidente su convencimiento de haber ya ganado la partida. Eso permitió al M5S verificar la conformación de una mayoría con el PD, la que en el Legislativo dispondría incluso de más votos. Demasiado tarde Salvini ha intentado recular luego de esta metida de pata histórica, negando todo lo dicho, diciendo nuevas cosas y volviendo a negarlas con una frecuencia que ha demostrado no ser un aliado confiable, por lo que el nuevo gobierno M5S-PD es ya una realidad.

Termina un año y medio casi de una fuerte contraposición entre sostenedores y detractores de Salvini, facilitada por una polarización de ideas que el líder de la Lega ha alimentado a sabiendas de que eso lo situaría como hombre fuerte capaz de decisiones. Y termina una escalada de poder realizada sin escrúpulos dividiendo y ensanchando grietas entre los ciudadanos. Eso ocurre al haber errado estruendosamente en la comprensión de cómo funcionan las instituciones democráticas en su propio país. En el fondo, demostrando no haber comprendido la esencia del juego democrático que no vive de sondeos volátiles y sensaciones pasajeras, sino de proyectos capaces de incluir y no excluir.

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