Argentina consiguió un histórico pasaje a la final de la Copa Davis, sin embargo se duda de la totalidad de la entrega de Juan Martín Del Potro.
¿Qué nos pasa a los argentinos? Cuando no se consiguen resultados, la guillotina cae sin piedad sobre los máximos responsables, como si no estuviera permitido perder finales. Y cuando se consiguen victorias épicas, donde cada uno de los protagonistas asume su rol y compromiso, pareciera que nunca es suficiente.
El equipo nacional de Copa Davis siempre se ha visto salpicado por el vedetismo de sus integrantes. Desde siempre. Si no eran Vilas o Clerc, eran Del Potro o Nalbandian. En ese deporte híper individual, el trabajo en conjunto se ha presentado históricamente como una dificultad, al punto que una de sus consecuencias fue que la Ensaladera de Plata aún es un deseo, por ahora, inconquistable. Con razón, la crítica, por lo general más fervorosa del público que del periodismo, ha sacudido a aquellos protagonistas recriminándoles pensar más en sí mismos que en el “todo”.
Cuando Argentina cerró el viernes pasado la primera jornada de semifinales de la Copa Davis frente a Gran Bretaña como visitante, la grata sorpresa y el reconocimiento caían a baldazos sobre el capitán, Daniel Orsanic, y el propio Del Potro, que habían arriesgado afrontar el primer punto frente al número 2 del mundo, Andy Murray. Maratónico triunfo del tandilense, en poco más de 5 horas. La jugada, riesgosa, había dado sus frutos, con el agregado de la victoria de Guido Pella.
Claro que generó pavor la decisión de que La Torre jugara el dobles el sábado, después de semejante desgaste. Nadie entendía la jugada. Y los propios protagonistas no daban mayor información que la que arrojaba la planilla oficial. “¿Entonces Del Potro no juega el domingo para cerrar la serie?”, era la pregunta.
La derrota previsible en el dobles agregó mayor descontento. La derrota de Pella ante Murray el domingo puso 2 a 2 la serie y ya no estaba Del Potro disponible, quien había jugado más de 8 horas en dos días. “Se borró una vez más”. “Sólo piensa en su bolsillo y en cuidarse para seguir jugando durante el año”. Y tantas otras, y más duras, críticas sobre una decisión sobre la cual poco se sabía puertas hacia afuera del vestuario, sin contemplar que hasta hace muy pocos meses el mejor tenista argentino del momento estaba fuera de las canchas por una eterna lesión en su muñeca.
Ese hipotético quinto punto que le hubiese correspondido afrontar a Del Potro, se lo asumió Leonardo Mayer, demostrando que el espíritu copero lo lleva en la sangre. Jugó un partido brillante y le dio la clasificación a la Argentina a su quinta final de Copa Davis en la historia.
Pero las explicaciones del capitán y de Del Potro sobre la dificultad física de éste para afrontar dos singles, sobre todo habiendo “quemado” casi todo el viernes, no convencieron. Creer que se trató de una estrategia ya pautada desde el vamos es inverosímil para el público en general. “El líder deportivo tiene que estar siempre”, dicen muchos.
Para desterrar cualquier tipo de suspicacia sobre la entrega de Del Potro, hay que creerle al capitán, en su entrevista con el diario La Nación: “A Juan Martín, lo que le dije de entrada cuando nos vimos en el US Open, es que aunque la prensa y mucha gente dijera que tenía que jugar los tres días porque era el líder, había que llevarlo con tranquilidad e ir viendo. Es una carga muy pesada para los jugadores sentir que tienen que estar disponibles para los tres días. Entonces me gusta más tener una idea general, que el jugador vaya día tras día y ver cómo se van desarrollando los partidos, si se gana o se pierde, si son desgastantes o no. Teníamos la idea inicial de que Juan Martín jugara fresco contra Murray, porque era la única chance de que le ganara, y el dobles. No podíamos programar un domingo, porque tranquilamente podíamos estar 3-0 abajo. Vimos la posibilidad de estar 3-0 arriba el sábado y la buscamos. Pero también luego de que Juan Martín terminara el viernes vacío, exhausto. Por lo que veo y me dicen, el foco se desvía: tiene que estar puesto en el terrible triunfo que tuvo contra Murray, que fue de película. Fue soñado. No entiendo cómo alguien lo puede criticar a Juan Martín, no me entra en la cabeza. Entiendo que de adentro uno sabe más cosas que de afuera, todo el mundo opina y dice ‘Eh, pero si ganó el viernes, el domingo le gana a cualquiera’. Claro, pero si hubiese quedado en forma. Como lo que hizo contra Murray tuvo un costo enorme, quedó roto, no lo podíamos considerar para el domingo”.
Lo concreto es que esta vez, después de tantos intentos, realmente se ve que hay una cohesión como equipo, que hay un grupo que tira para el mismo lado y que tienen como objetivo colectivo ese sueño plateado llamado Copa Davis.
En noviembre se conocerá al ganador, en Croacia. Pero en el aire sobrevuela la sensación que conquistándola tampoco será suficiente. Ya va a surgir alguna razón para demostrar el inconformismo. Es sólo cuestión de tiempo.