En el primer día de competencia la judoca Paula Pareto le dio al país la primera medalla dorada. En tanto, los referentes del básquet demostraron una vez más el verdadero sentido de estar en un Juego Olímpico.
Todos nos emocionamos cuando vimos a esa “gigante” de 1,50 metro de estatura y 48 kilos llorar tras haber conseguido la medalla dorada en judo. Como suele suceder en cada Juego Olímpico, quizás no entendamos demasiado sobre las reglas y estrategias de diferentes deportes, pero ayudados por las transmisiones televisivas y cierta pedagogía de algunos periodistas, uno puede hacerse una idea del proceso que va viviendo el atleta.
Con mayor o menor conocimiento de la disciplina, es imposible no conmoverse cuando se ve al deportista en lo más alto del podio, con la medalla dorada colgando en su pecho y con las lágrimas recorriendo su rostro, mientras se iza la bandera y suena el himno nacional.
En esa emoción puede verse el esfuerzo de tantos años, la superación de las caídas, y en la palabra de otros deportistas encontrar “secretos” de lo que el alma del atleta encierra.
Juan Martín Del Potro graba un video felicitando a la “Peque” y recordando cuando se la encontró triste en la Villa Olímpica de Londres, cuatro años atrás, tras ser eliminada y no encontrar consuelo. “Vas a tener otra oportunidad”, la animaba la Torre de Tandil en aquel entonces. Justamente Delpo, quien se/nos regaló un enorme triunfo frente al mejor tenista del momento, Novak Djokovic, avanzó en su sueño olímpico después de mucho tiempo luchando contra las lesiones. No es mentira, el deporte siempre ofrece una nueva oportunidad.
Y es para sacarse el sombrero la actitud de los muchachos del básquet. Pocos como los integrantes de la Generación Dorada entienden el significado de los valores del olimpismo. En ellos se han basado para construir un equipo que a pesar del paso del tiempo, del cambio de algunos nombres, mantiene el espíritu intacto, como aquel de Atenas 2004, año de la consagración.
Tras debutar con un contundente triunfo ante Nigeria, no sólo demostraron su felicidad por el paso dado, sino que pusieron en claro cuál es su mirada sobre los agresivos canticos que bajaban desde las tribunas. “Me parece una tontería brasileños hinchando por un equipo que ni siquiera es de su continente (por los hinchas locales que alentaban por el rival de la Argentina). Y me parece una tontería insultar a un país que nos trata excelente y de diez cada vez que vinimos; y al cual elegimos el 60% de los argentinos para veranear. Es una tontería que se disfraza de cultura y para mí es precisamente lo opuesto”, expresó de manera categórica Luis Scola y agregó: “Me encanta que la gente venga a los partidos. Lo sentí casi todo el partido. Me pareció de mal gusto insultar a los brasileños. Festejando siete goles que pasaron hace dos años, en un deporte que ni siquiera es el que estamos jugando; con un país que ni siquiera somos nosotros; la tontería más grande”. Clarito.
Los valores del olimpismo no son cuento. Son reales. Y si el mensaje llega desde adentro, de los protagonistas, es doblemente contundente. Conmueven.