El cerebro humano es un órgano social y por lo tanto está constantemente en diálogo con el entorno. Así como los seres humanos existen en relación con los demás, los cerebros desarrollan y modelan sus estructuras con base en las relaciones interpersonales.
¿Cómo puede una mente conectarse con otra mente?
La vinculación entre mentes se produce a través de la transferencia de energía e información.
Así como recibimos información oral a través del lenguaje o escrita a través de un e-mail o un libro, toda la información que llega a la mente puede ser descargada a través de sustancias químicas que emiten las neuronas (neurotransmisores). Estas a su vez son traducidas en señal eléctrica o potenciales de acción que recorren los axones de las neuronas para comunicarse entre sí, activando redes neuronales en nuestro cerebro. Tanto las palabras como la comunicación no verbal, el tono de voz y las caricias poseen información que luego se representa en la mente de quien la recibe. El mensaje que llega se va a procesar activando los mismos circuitos de respuesta emocional y se evaluará el significado de esos datos. De esta manera se comunican los cerebros y el estado emocional del emisor modela el del que lo recibe1.
La mente se forma con base en la relación con los demás
Las relaciones interpersonales, como subraya la psicología, son muy importantes para la salud mental e intervienen en la gestación de nuestra identidad, que se desarrolla gracias a las experiencias que vamos haciendo. Además, como lo demuestra la neurobiología interpersonal (Siegel 1999), las experiencias vinculares juegan un papel incluso en la formación del cerebro y en la modelación de su estructura.
La mente se desarrolla, cambia y se reorganiza de acuerdo con la relación que exista con una persona significativa. Podemos decir con Siegel que la mente “se crea en la interacción entre lo neurofisiológico y lo interpersonal cuando los cerebros interactúan entre ellos”2. Esta capacidad se desarrolla en la infancia pero continúa y se enriquece durante toda la vida gracias a la plasticidad neuronal, o sea la facultad del cerebro para reestructurarse y crecer anatómica y funcionalmente con base en la experiencia.
La mente de los niños, aún inmadura, aprende a adaptarse a esa comunicación emocional que recibe. De hecho, el rol de los cuidadores será fundamental ya que van a contribuir al desarrollo de circuitos neuronales implicados en la regulación emocional y las relaciones sociales. De esta forma la estructura y la función del cerebro del niño en desarrollo son modeladas por el cerebro del progenitor o cuidador. Esta remodelación neuronal da lugar no solo a la creación de nuevas sinapsis entre neuronas, sino también a neuronas nuevas que pueden continuar creciendo en respuesta a las experiencias positivas de los vínculos interpersonales3.
Al contrario, una mala relación, situaciones conflictivas, como por ejemplo el abuso, abandono, negligencia o la falta de afecto en la infancia alteran el desarrollo cerebral. Se reducen además los niveles de sustancias químicas como endorfinas y dopamina y aumentan las hormonas del estrés que inhiben la plasticidad neuronal, por lo que ese niño quizás será psicopatológicamente más vulnerable4.
A partir de los vínculos creamos la imagen de nosotros mismos
Comprender y aceptar a las personas así tal cual son, con la aceptación positiva incondicional permite el sano desarrollo del “sí mismo” y son alicientes para la salud mental. A través del reconocimiento se pueden organizar los circuitos neurales que desarrollan las propias facultades que llevan a la realización; en cambio, su falta podría provocar daños psíquicos y físicos5.
La relación con el otro se puede considerar como un espacio donde nace la mente humana y nuestra identidad. El vínculo con los demás nos devuelve una imagen de quienes somos. Como seres humanos necesitamos conectarnos con los otros en una sintonización afectiva que nos permita ser reconocidos y respetados en nuestra diferencia y dignidad. Estas relaciones modelarán la experiencia de nosotros mismos, de los demás y del mundo. A partir de esta interacción se crean mapas neuronales de sí mismo en el cerebro. Son estos mapas que permiten al cerebro crear imágenes de su mente o de otras, en un proceso de representación que es la “visión mental” (Aitken y Trevarthen, 1997)6.
La formación de la propia identidad requiere autonomía pero a su vez la apertura hacia el otro que es diferente de mí, hasta el mutuo reconocimiento.
Como afirma Chiara Lubich en ocasión de la laurea Honoris causa en Psicología: “Un individuo no puede adquirir su identidad si no tiene a su alrededor quien lo reconozca come sujeto”7 ·
*La autora es médica y counselor.
1. Siegel, D. (2016). La mente en desarrollo. Bilbao: Desclée de Brouwer.
2. Siegel D. J., An Interpersonal Neurobiology Approach to Psychotherapy, psychiatric annals (2006 ) 36:4.
3. Siegel, D. J., “Toward an interpersonal neurobiology of the developing mind: attachment relationships, ‘mindsight’, and neural integration”, UCLA School of Medicine, Infant Mental Health Journal, Vol. 22 (2001):1-2, 67-94 (20Michigan Association for Infant Mental).
4. Cozolino L. (2006). The neuroscience of human relationships. NewYork: Norton.
5. Ceragioli, F., (2012). Il cielo aperto, analitica del riconoscimento e strutturadella. Ed. Effatta, p. 270.
6. Siegel, D.J., Op. cit., 2001.
7. Chiara Lubich, “Dottorato honoris causa in lettere” (psicología), Universidad de Malta, 1999, Nuova Umanità, 122 (1999):186.
Artículo publicado en la edición Nº 625 de la revista Ciudad Nueva.