Javier Valdez es el sexto profesional asesinado en lo que va del año, varios de ellos colaboradores de La Jornada, en medio de una impunidad casi total.
Hace pocos días dábamos cuenta de los riesgos que comporta ser periodista en México, donde desde el 2000 fueron asesinados más de 100 profesionales de la información. Ayer, fue muerto a tiros Javier Valdez, un destacado periodista de Culiacán, Sinaloa. En marzo, ante el asesinato de otra colega suya de La Jornada, Miroslava Breach, Valdez escribía indignado: “Si a Miroslava la mataron por lengua larga. Que nos maten a todos si esa es la condena por reportear este infierno. No al silencio”.
Valdez, 50 años, es el sexto comunicador víctima de homicidio en lo que va del año. Además de la ya mencionada Breach, en marzo perdió la vida Cecilio Pineda Brito, también colaborador de La Jornada desde Guerrero. Ese mismo mes fue asesinado en Veracruz Rocardo Monlui. El 14 de abril murió tiroteado en Baja California Máximo Rodríguez, el 2 de mayo Filiberto Álvarez, reportero de radio de Morelos.
Los galardones recibidos por Valdez -el Premio Sinaloa de Periodismo y el International Press Freedom Award del Comité para la Protección de Periodistas de la Universidad de Columbia en Nueva York- atraen la atención de los medios internacionales: la BBC en su página web, le Monde de París, el diario argentino Clarín, el estadounidense The Telegraph, comentan el episodio y recuerdan la figura de este profesional. “Asesinan en México al gran cronista del narco en Sinaloa”, resumió El País de Madrid en su portal.
Conocedor del mundo del crimen mexicano, este mes Valdez había publicado un reportaje sobre el ascenso de Dámaso López Núñez (El licenciado), quien de policía ministerial pasó a la jefatura de un grupo criminal. El episodio pone de relieve la penetración de la corrupción y de los carteles dentro de las propias entrañas del Estado. López Núñez estuvo a cargo de un penal de máxima seguridad.
Esta connivencia entre criminales y funcionarios estatales constituye un caldo de cultivo letal para el bien común: aquellos que deberían velar por la seguridad y la vida de los ciudadanos, conspiran con quienes los dominan desde el delito. Y eso equivale a aislar aquellos que no callan el avance de esta forma de tumor social. No por nada, en octubre Valdez señalaba a la agencia española EFE que el periodismo “valiente” y “digno” que se hace en México “no tiene sociedad alrededor, está solo”, y por eso cada vez es más escaso en un país donde el crimen organizado y los gobiernos corruptos imponen el silencio a punta de bala o dinero.
Sin duda, México no es el único país de la región en el que la corrupción carcome desde adentro el propio Estado. Pero sí es el país donde quizás el fenómeno muestra un nivel inquietante, que amenaza la cohesión social y la credibilidad de las instituciones públicas.
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