El abrazo del Papa a la iglesia luterana

El abrazo del Papa a la iglesia luterana

Francisco viajó para sanar una herida y para mirar juntos hacia el futuro, así como Dios mira a la única Iglesia de Cristo. La brisa del Espíritu que sopla desde Suecia.

Es un gesto de coraje el viaje del papa Francisco a Suecia con motivo de los 500 años de la reforma luterana. Un gesto valiente, pero también el de un hermano que se apresura a ir al encuentro de otros hermanos cristianos para acelerar un proceso de reconciliación. El mundo no puede tolerar más el escándalo de los cristianos separados, de ahí la decisión de hacerse presente en una fecha que de un lado sancionó la consolidación de otra tradición cristiana, y de otro provocó una dolorosa separación.

Sin embargo, Francisco invita a mirar desde otra perspectiva esta realidad hoy: Dios “nos mira”, y su mirada de amor “nos anima a purificar nuestro pasado” y a “trabajar en el presente para hacer realidad ese futuro de unidad que tanto anhela”, ha afirmado en la catedral luterana de Lund. Lo que implica que también nosotros debemos mirar con amor y honestidad a nuestro pasado y reconocer el error y pedir perdón porque “solamente Dios es el juez”.

Durante la oración ecuménica con motivo del 500 aniversario de la reforma, a la que ha participado el Papa, el reverendo Martin Junge, secretario general de la Federación Luterana Mundial, señaló en su intervención que “el bautismo es anuncio profético de sanación y de unidad en medio de nuestro mundo herido, convirtiéndose así en un don de esperanza en medio de una humanidad que añora vivir en paz con justicia y en diversidad reconciliada”. El Santo Padre por su parte pidió al Espíritu Santo “que nos conceda un nuevo inicio”. La ceremonia incluyó un abrazo de paz.

Hay que mirar la historia con “honestidad y amor” y admitir que la división entre cristianos se aleja  “de la intuición originaria del pueblo de Dios” y ha sido “perpetuada históricamente por hombres de poder de este mundo más que por la voluntad del pueblo fiel”. Sin embargo, el Papa también destacó que en ambas partes hubo una voluntad sincera de “profesar y defender la verdadera fe”.

El Papa ha invitado a superar las cerrazones “por temor o prejuicios a la fe que los demás profesan con un acento y un lenguaje diferente”. “Queremos manifestar nuestro deseo común de permanecer unidos a Él para tener vida”, tal y como pidió Jesús “permaneced en mí, y yo en vosotros”.

Francisco ha agradecido el esfuerzo de aquellos que no se han resignado a la división y han trabajado por el camino de la reconciliación entre todos los que creen en el único Señor.

Las palabras y los gestos del Papa y de la comunidad luterana que lo ha recibido, dan un nuevo impulso a un diálogo que se ha ido consolidando en estos 50 años. “No podemos resignarnos a la división y al distanciamiento que la separación ha producido entre nosotros”, ha dicho Bergoglio.

Más tarde en el estadio de Malmo ha vuelto a subrayar el sentido de este reencuentro, que es de testimonio y también de servicio porque la unidad de los cristianos se debe entender también al servicio de la humanidad que sufre. Y ha recordado el drama de los refugiados por las guerras, frecuentemente socorridos por la acción ecuménica de las diferentes iglesias.

Es una bocanada de aire puro la que llega de Suecia. Que llena los pulmones agobiados por la asfixia de las divisiones y la contaminación del odio. Es un soplo de esperanza que llega a una humanidad dolida, precisamente mientras la naturaleza hace derrumbar las obras arquitectónicas de la cristiandad en Italia. Es la invitación a construir un humanismo cuyas raíces estén sólidamente afincadas en la fraternidad, la paz, el amor al prójimo. Es el Espíritu que sopla desde Suecia.

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