La lectura del evangelio para el viernes 12 de febrero es la sanación de un sordomudo que relata Marcos (Mc 7, 31-37):
Al regresar del distrito de Tiro, Jesús pasó por Sidón hacia el mar de Galilea, atravesando la región de Decápolis. Le trajeron un sordo que tenía un impedimento en el habla; y le pidieron que le pusiera la mano encima. Lo llevó a un lado en privado, lejos de la multitud, metió los dedos en los oídos del hombre y le tocó la lengua con saliva. Luego, mirando al cielo, suspiró; y él le dijo: “Effatá”, es decir , “Ábrete”. Y se le abrieron los oídos, se aflojó el ligamento de la lengua y habló con claridad. Y Jesús les ordenó que no se lo contaran a nadie, pero cuanto más insistía, más lo publicaban. Su admiración fue ilimitada. “Ha hecho todas las cosas bien”, decían, “hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.
‘Ephphatha’: Marcos nos comparte el término arameo original empleado por Jesús para curar al sordo y tartamudo que le presentan para que lo cure. El sordomudo simboliza la cerrazón de ciertas personas, que son cerradas frente al proyecto de Dios: sordos para escucharlo y tartamudos para proclamarlo. El evangelista no solo se recuerda la palabra original de Jesús, sino también detalles significativos, como que “lo apartó de la gente”, “a solas”, “le metió sus dedos en los oídos”, “con su saliva le tocó la lengua”, “levantó los ojos al cielo”, “dio un gemido” y finalmente le dice “effatá/ábrete”.En el antiguo rito del bautismo se prescribía al sacerdote repetir el gesto de Jesús tocando con saliva la lengua y los oídos del catecúmeno mientras pronunciaba “effatá”. Esto se suprimió por consideraciones higiénicas, pero el efecto para el bautizado es alguien cuyos oídos han sido abiertos para escuchar la Palabra de Dios, que engendra la fe, y cuya lengua ha sido desatada para alabar al Padre y para poder comunicarse. Es una lectura que nos dice más sobre nuestro corazón que sobre nuestros oídos. Jesús no dijo “¡ Ahora escucha !” No, Él dijo ‘ Ábrete ‘. La cura para nuestra sordera no es oír, sino estar abiertos. Primero tenemos que estar abiertos antes de que podamos escuchar.
Este grabado francés de Léonard Gaultier publicado en 1579, muestra el momento en que Jesús está poniendo sus dedos en los oídos del sordo, y se divisa el Mar de Galilea a lo lejos. Aquel día no solo se abrieron los oídos del sordo, sino también su corazón, su boca, su mente… toda su vida se abrió.
Fuente:
https://www.christian.art/es/todays-reading
Shokel LA, La Biblia de nuestro Pueblo, Bilbao: Ediciones Mensajero (2008), p 134