Don Venancio y el Morocho, andanzas de un peón y su fiel amigo

Don Venancio y el Morocho, andanzas de un peón y su fiel amigo

En medio de estos coronatiempos, de abundante “infoxicación”, queremos aportar historias de aquellas que no circulan por los medios, y (a nuestro humilde entender) son reconfortantes.

Proponemos radioviajar a la bella y cruda meseta chubutense para adentrarnos en un establecimiento rural, que dista mucho de las típicas estancias, tal como se las conoce en la Pampa Húmeda. Nos referimos al Establecimiento El Picahueso, ubicado en la localidad de El Mirasol, sobre la ruta provincial 59. Este paraje, en 2010 contaba con 57 habitantes, cifra que ha ido en franco descenso desde la erupción del volcán Puyehue en 2011. Son tierras agrestes, de escasa arboleda e inviernos crudos. 

Rolando Aguirre, imagen tomada en un potrero de El Picahueso. Nótese la vegetación achaparrada de la zona.

El Picahueso es un establecimiento campero donde desempeña tareas rurales el protagonista de esta historia, don Venancio Maliqueo, hombre nacido en 1938.

Todo empezó el sábado 17 de abril a media mañana, cuando Venancio montó a caballo para recorrer el establecimiento, pero no volvió.

El domingo, Américo Williams, otro trabajador del establecimiento parte en su búsqueda, pero en camioneta. Américo da con el recado del animal, sobre un alambrado, alejado del casco. La misma tarde del 18 de abril, da aviso a la policía local, y se procede a una búsqueda hasta altas horas de la noche, sin éxito.

Se amplía el operativo, pues cada hora que pasa es crucial, Mayor fue la sorpresa cuando el martes 20 el caballo regresa solito al establecimiento.
Es elocuente la entrevista que Radio Chubut mantuviera con el titular de la comisaría de Las Plumas, ciudad ubicada a 80 kilómetros de El Mirasol, el miércoles 21 de abril, y esencial el comentario que hace sobre el final de este recorte la locutora Mercedes Karina López, profesional del micrófono y dama campera 100%.

Claramente las perspectivas no eran buenas, dada la avanzada edad de Venancio, su locomoción restringida, al no contar con su caballo, y ciertos achaques según refiere el policía entrevistado. La zona es pedregosa, y se pierde la huella de pisadas. Detectan en este rastro, que Venancio anduvo de a pie, en algunos momentos, llevando al caballo de a tiro. El riesgo fue que por esos días, hubo una amenaza de temporal, cuestión que complicaría al buen Maliqueo, quien andaba a la intemperie.

El sargento Cárdenas, a cargo del grupo policial que se desplegó hasta El Mirasol el jueves 22 de abril, y detalla “comenzamos la búsqueda desde el último rastro de Don Venancio, donde había quedado su recado, pero al llover se había perdido el rastro. Por instinto recorrimos el campo, el primer día de búsqueda hicimos 7 leguas, al segundo día, el viernes 23 de abril, salimos con ansias de encontrarlo con vida, ya que era un lugar complejo y él estaba solo con su fiel perro Morocho, sin comida ni agua”.
Hace una pausa, para proseguir: “Hicimos unos 20 kilómetros, estábamos en un alto, y el Cabo 1º Jaramillo logra divisar a unos 5 km con sus binoculares, una persona. Era mínimo lo que se veía pero al acercarnos al lugar constatamos que era Venancio que se encontraba lúcido caminando”.

Exultante concluyó:  “Nos emociona mucho la situación, porque había pasado mucho tiempo y nosotros que estuvimos en el lugar, vimos que era complicado encontrarlo con vida, era un lugar donde sólo se podía acceder a caballo. Hoy Don Venancio se encuentra bien”.

¿Cómo hizo don Venancio para sobrevivir durante seis días, sin comida ni agua, habiendo perdido a su caballo? En todo el trayecto, ¿quién hubo de acompañarlo y darle aliento y calor para que pudiese proseguir? Su fiel amigo, Morocho, un perro que no lo dejó solo y se bancó toda la movida. 

En estos coronatiempos, la caminata que hizo Venancio, el vínculo con su Morocho, y el rol preponderante de la Policía de la Provincia del Chubut, merecen un reconocimiento, por demostrarnos otra cara de la noticia, la de la gente simple y profunda. Historias que alientan a seguir andando y caminando, como Venancio y Morocho.

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