Dios ha entrado en la historia

Dios ha entrado en la historia

Jesús, el Emmanuel, se hizo también extranjero en Navidad y trajo consigo las costumbres y las tradiciones de su pueblo. Vino desde la Trinidad para mostrarnos con su vida, con sus acciones, con sus palabras ¿cómo se ama?[1]

La encarnación es la primera manifestación de ese nuevo estilo de amar, es un amor relacional, es un amor que trasciende en el otro, se pone en el lugar del otro para amarlo como necesita ser amado. Como el Padre está en el Hijo y el Hijo está en el Padre, el Padre está en el Espíritu Santo y el Espíritu Santo está en el Padre, el Hijo está en el Espíritu Santo y el Espíritu Santo está en el Hijo. Con ese mismo amor nos ama Jesús, se humaniza y ocupa nuestro lugar para amarnos como queremos ser amados.

Por ello, cuando pensamos en el amor verdadero, tratamos de imaginar a alguien que nos quiera así como somos, con nuestras luces y nuestras sombras, con nuestros triunfos y nuestras derrotas. Alguien que esté a nuestro lado para celebrar las alegrías y compartir las risas, pero sobre todo que esté en los momentos de profundo dolor, de enfermedad, de pérdida, de muerte. Quien está a mi lado en todos esos momentos es alguien que me ama sin condiciones, está ahí siempre que lo necesito y cuando lo necesito, está porque siente en su piel lo que siento en la mía y aquello me fortalece y me permite seguir viviendo.

Esa persona que puede sentirse afectada con todo lo que me afecta, eso que vivimos como Amor verdadero se celebra en Navidad.

Navidad significa etimológicamente nacimiento, viene del latín Nativitas, es la fiesta del nacimiento de una nueva manifestación del Amor de Dios a lo creado. Es un Dios Padre que en una locura de amor nos dona a su Hijo humanizado, hecho hombre, Dios encarnado, hecho carne, por obra del Espíritu Santo.  

Muchas veces en la carrera de nuestra vida diaria perdemos la mirada y la cercanía de ese Amor exclusivo, Dios se ha hecho hombre en Navidad, mostrándonos lo que realmente significa el Amor, amar tan apasionadamente al otro que no me afecte solamente lo que al otro le afecta, sino que tome y ocupe su lugar.

Dios se ha hecho hombre en Navidad, amándonos más allá de todo límite, ha querido libremente hacer totalmente suya nuestra humanidad, tomando nuestra carne. 

Dios se ha hecho hombre en Navidad, cumpliendo una promesa de Amor hecha por Yahvé a nuestros padres, el Emmanuel, Dios con nosotros, Dios en nosotros.

Dios se ha hecho hombre en Navidad, la estrella de Belén anuncia que Dios ha entrado en la historia y en el tiempo,  ha llegado a su pueblo como un paisano más.  

Dios se ha hecho hombre en Navidad, frágil y pequeño, vulnerable y débil, ternura infinita de un niño que nace y llora en la pobreza de una cuna de paja, llora como nosotros lloramos. 

Dios se ha hecho hombre en Navidad, sintiendo en su piel lo que nosotros sentimos, frío, calor, hambre, sueño, cansancio, dolor.

Dios se ha hecho hombre en Navidad, se ha hecho esperanza y buena noticia. Hoy diríamos que su Amor ha viralizado las redes de luz y calor de hogar. 

Cuánto nos alejamos de la verdad cuando repetimos sin pensar demasiado, “me he equivocado porque soy humano”, cuánto me alejo del sentido verdadero de la Navidad, de la Encarnación.

Dios se ha hecho hombre en Navidad dándole un nuevo valor a nuestra frágil humanidad, humanizándola.

Dios se ha hecho hombre en Navidad y nos ha mostrado que lo humano es el don más bello que hemos recibido de Dios.

Cuando nos sentimos abatidos, derrotados, sin fuerzas para seguir luchando, es el instante en el que debemos levantar la mirada en la noche oscura que transitamos y dejar que la estrella de Belén nos anuncie una y otra vez que Dios se ha hecho hombre en Navidad para transitar la noche con nosotros y ser nuestra estrella que ilumina nuestra esperanza.

Cuando caemos, nos equivocamos y nos invaden sentimientos de enojo, de rabia, de impotencia, es el momento de cerrar los ojos y recordar la cuna de paja que anuncia que lo verdaderamente humano es levantarse y volver a caminar.

Cuando el dolor nos paraliza, cuando el que amamos nos da la espalda y nos ensombrece la soledad, es el momento de celebrar la Navidad, porque el niño Jesús ha venido para mostrarnos que el dolor es una nueva posibilidad para seguir viviendo. Porque él en su infinito amor se ha hecho también dolor.

Cuando la violencia por pequeña que sea encadena nuestras acciones, nuestros gestos y nuestras palabras, es el momento de conmemorar la Navidad, aquel pequeño niño nos anuncia que lo más profundamente humano es vivir en paz, porque él es la paz.

La Navidad nos enseña que lo verdaderamente humano no está en la perfección, sino en el transitar nuestras imperfecciones que se humanizan con el fulgor del Amor que se ha hecho carne en la pobreza del pesebre de Belén.

Cuando en nuestra mente surge la gran pregunta existencialista: ¿Quién soy yo?, ¿Quién es el hombre? ¿Quién es la mujer?, es el momento de volver a celebrar la Navidad y repetirnos una y otra vez que la fragilidad de ese niño que yace en Belén, me grita con su pequeñez quién soy, quién es el hombre, quién es la mujer. Dios nos revela en Navidad nuestra verdadera humanidad.

Navidad es la fiesta para volver a nacer a una vida nueva, Dios se ha hecho carne en Navidad dándonos la posibilidad de humanizar todas nuestras acciones con el Amor.

Dios se ha humanizado para sentir lo que sentimos, es decir, todos nuestros sentimientos, positivos o negativos, para caer con nosotros cuando caemos, para equivocarse con nosotros cuando nos equivocamos, para sufrir con nosotros cuando sufrimos. Dios en Navidad humaniza nuestra humanidad.

Hemos recibido como don preciado nuestra libertad y en esta Navidad tenemos una nueva oportunidad de humanizar nuestros límites y nuestros logros, porque Dios se ha hecho hombre en Navidad y libremente podemos cantarle villancicos que repiten muchas veces queremos tener tu humanidad porque es nuestra verdadera humanidad.  

La encarnación es la fiesta de la verdadera humanización, Dios se ha humanizado, ha tomado nuestra carne para donarnos la posibilidad de ser más humanos.


[1]Cf.,  Chiara Lubich, Pensamiento inédito.

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