Han quedado lejos los días en que lo real y lo virtual estaban claramente separados. Vivimos en la era híbrida de la Onlife, y aún no ha terminado. Tras dos años de pandemia mundial, los teóricos y filósofos de la sociedad de la información también miran más allá, hacia un ecosistema digital más humano.
Soy una gran amante de los viajes. Cuando llego a un lugar prefiero un enfoque de inmersión para experimentar el genius loci, ese conjunto de características socioculturales que definen un entorno, una ciudad.
Las islas Feroe son un archipiélago de 18 minúsculas islas volcánicas con un aspecto de cuento de hadas y virgen, situadas entre Islandia y Noruega, que descubrí durante el confinamiento, en un intento de no dejar de viajar, aunque sea encerrada entre cuatro paredes.
Pude viajar a lo largo y ancho de una de ellas gracias a una nueva herramienta de turismo a distancia que la Oficina de Turismo de las islas Feroe puso a disposición, creando una experiencia de viaje virtual. Una especie de consola conectaba al “turista” con un habitante de las islas Feroe de carne y hueso, equipado con una bodycam, una microcámara que transmitía en directo. Durante cerca de una hora se pudo explorar el paisaje y el entorno con los ojos y las piernas.
Una experiencia de alta realidad que me recordó el teorema de William Thomas, un sociólogo estadounidense que en 1928 escribió: “Si los hombres definen ciertas situaciones como reales, son reales en sus consecuencias”. Un supuesto que nos llega hoy con toda su fuerza y que ilustra perfectamente la dimensión “real” de la moderna sociedad hiperconectada. Me explico: la presión de las yemas de los dedos sobre la pantalla táctil del móvil o la tableta es hoy el gesto puente por excelencia que une lo real y lo virtual. Pensemos en el clic con que compramos un producto en línea: a menudo no pasan ni 24 horas antes de que nos lo entreguen en casa. En definitiva, a través de las aplicaciones y las redes sociales tomamos decisiones reales, acciones cotidianas, nos formamos una opinión, seguimos una tendencia, una moda.
Onlife, la sociedad de los manglares
“La barrera entre lo real y lo virtual ha caído, ya no hay diferencia entre lo online y lo offline, sino que hay una Onlife, una existencia, una vida híbrida”. El profesor Luciano Floridi, uno de los mayores expertos mundiales en Filosofía y Ética de la Información, y profesor en Oxford y en el Alma Mater de Bolonia, aclara nuestras ideas. Utilizando una metáfora, el filósofo explica la Onlife como “la sociedad de los manglares, porque viven en aguas salobres donde se encuentran el mar y el río”.
En la jerga de Twitter, quizá la más culta de todas las redes sociales en uso, “la vida” es un trending topic, un término que está recurrentemente en boga. En las redes sociales, cada vez hay más espacio para las historias, para contar la propia existencia a través de videos, pies de fotos, gifs, música, etc. Lo que cuenta es estar ahí, además de esa necesidad primaria y antropológica que es el reconocimiento social de nuestra existencia; ergo, si no tienes visibilidad, no existes.
Por lo tanto, tenemos que estar de acuerdo con el gran teórico de la comunicación, H. M. McLuhan. En los primeros tiempos, cuando la revolución digital se consideraba ciencia ficción, escribió que los propios medios de comunicación no son más que extensiones del cuerpo humano, que amplían las posibilidades de uno o varios órganos en detrimento de otros, porque algunas innovaciones tecnológicas tienen el poder de cambiar el entorno1 en el que vive una persona.
El negocio de la atención
Las redes sociales de última generación, como Tik Tok e Instagram, en las que la hegemonía estética es el factor dominante, podrían llevarnos a pensar que estamos ante el advenimiento de un “neodeterminismo tecnológico”, es decir, la idea de que en una sociedad, la estructura mental y la cultura de las personas están moldeadas por el tipo de tecnología que tiene la sociedad. Entonces, ¿es la tecnología la que nos influye y nos cambia profundamente, o somos nosotros los que, según nuestras necesidades sociales y culturales, la dirigimos? Ambas teorías son probablemente ciertas, porque hoy podemos decir que son pasos en un mismo camino. Pensemos en Internet y en la revolución digital que le siguió: tras una fase de adaptación y redefinición, hoy es la tecnología la que nos cambia profundamente, como demuestran los numerosos estudios neurocientíficos sobre las consecuencias cerebrales de nuestra vida hiperconectada. La media de atención frante a una pantalla es de cuarenta segundos cuando estamos en el trabajo, mientras que fuera de él es aún peor, porque estamos saltando constantemente de un chat a una foto y a un posteo. En un mundo siempre conectado y distraído, la atención se ha convertido hoy en el bien más preciado, el verdadero negocio de los gigantes de la web.
“La consecuencia es que nos estamos convirtiendo en criaturas solo reactivas. Es estupendo tener acceso a mucha información, pero si nunca ejercemos la lógica y la razón estamos en problemas. Los investigadores han descubierto que la mitad de nosotros ya no piensa racionalmente. La cuestión es cuándo nos daremos cuenta de que lo que estamos perdiendo es mucho más de lo que estamos ganando. La tecnología nos está cambiando, y nos está cambiando justo en la cabeza. El profesor emérito de la Universidad de California en San Francisco y uno de los neurocientíficos más conocidos del mundo, el profesor Michael Merzenich, lo explica: “Hay un umbral a partir del cual estas herramientas que nos facilitaban la vida empiezan a retroceder de forma destructiva, y probablemente ya hemos cruzado esa línea”2. Lo que está en juego es nuestra integridad humana, por lo que el neurocientífico sugiere trabajar intensamente en la educación de los niños desde muy pequeños para ayudarlos a reconocer y combatir la manipulación.
Del tiempo lineal al tiempo circular
Según el profesor Floridi, pasamos la mayor parte de nuestro tiempo en la “infoesfera” –exactamente 6 horas y 22 minutos al día, según el informe anual Digital 2021 de We Are Social y Hootsuite–3, es decir, “el espacio de información digital en el que nos movemos”. Así que, dice el filósofo, “ya no tiene sentido preguntar a alguien si está conectado porque tiene un smartphone en el bolsillo, tal vez un smartwatch en la muñeca, mientras nos habla a través del bluetooth de su coche y sigue las instrucciones del navegador para orientarse por las calles de Roma”4.
Pero si hemos tenido que redefinir el concepto de “realidad” asociado a la llamada revolución digital, lo que nunca se ha cuestionado es el del “tiempo”. Lo que pasamos frente a una pantalla es a todos los efectos “tiempo real”, compuesto por minutos, horas, días. También envejecemos mientras chateamos, hacemos clic, publicamos contenidos o navegamos por Internet. Lo que cambia es nuestra percepción del tiempo, que se expande y cambia frente a una pantalla.
A romper la barrera espacio-temporal contribuyen hoy en día no solo las redes sociales, sino también los servicios de streaming de video, desde Netflix, pasando por Amazon Prime, Sky, hasta el recién nacido Disney+, que está escalando con éxito las listas de audiencia. Gracias a estas plataformas, ya no me pierdo el final de la película, ni el episodio de la serie de televisión. No tengo que volver deprisa a casa ni cumplir los horarios. Todo en la red en todo momento: el tiempo pasa de ser lineal a circular.
Entre la vida digital y la vida real
Y mientras la humanidad avanza a un ritmo demasiado diferente hacia la salida del túnel de la pandemia, las mujeres y los hombres de todas las latitudes buscan constantemente (aunque a menudo de manera inconsciente) un equilibrio entre las experiencias digitales y la creciente necesidad de redescubrir el contacto físico.
Las reuniones y la escolarización en línea se han convertido en “la nueva normalidad”, en la norma, y durante algún tiempo incluso nos habíamos engañado pensando que ya habíamos encontrado el equilibrio mágico en esto, pero a medida que salimos de la crisis, nos damos cuenta de que no es así y las preguntas se agolpan. ¿Se mantendrá la constante expansión de la dimensión digital al nivel actual o llegaremos a una especie de rechazo? Y puesto que la experiencia, tal como es, sigue siendo insuficiente y no nos satisface, ¿qué hace falta para encontrar un nuevo equilibrio entre la vida digital y la vida real?
El reto de la generosidad
El enfoque en la persona humana en su proximidad y físico, junto con las relaciones interpersonales (reales y no programadas por un algoritmo, como las que hacen las aplicaciones de citas que están de moda en la red) vuelve a ser el centro de atención nada menos que de Seth Godin, el indiscutible gurú del marketing mundial, que en su último y precioso libro The practice, pronuncia un J’accuse que no deja lugar a equívocos. Declara que, en la gran mayoría de los casos, las redes sociales son una trampa. Ciertamente, nos proporcionan un micrófono, “pero somos nosotros los que decidimos cómo utilizarlo mejor”5. Godin dice que lo que queda es la auténtica experiencia de la persona, un mosaico de expectativas contenidas en sus necesidades, a menudo insatisfechas, y su experiencia de ser escuchado. Un camino que hay que recorrer día a día, con constancia, que excluye cualquier forma de manipulación y persuasión y que, por el contrario, apuesta sorprendentemente por la generosidad.
“La generosidad –dice en su libro– subvierte la resistencia (que nos impulsa a buscar la seguridad) centrándose en otra persona. La generosidad significa que no tenemos que buscar seguridad para el yo, sino que podemos centrarnos en servir a los demás. Activa una parte diferente de nuestro cerebro y nos proporciona un camino más significativo. (…). Nuestro trabajo existe para cambiar el destinatario a mejor. Cuando haces el trabajo para otra persona, para mejorar las cosas, de repente el trabajo no tiene que ver contigo. Salta al agua, salva a ese niño”6.
La empatía digital y la dimensión relacional
Si pudiera terminar esta reflexión con una imagen, sería la de una parada en boxes de Fórmula Uno: una etapa, eso sí, pero imprescindible. Esto se debe a que el ecosistema digital en el que nadamos no está “terminado”; por naturaleza, está en constante evolución, pero el “estado del arte” actual nos da esperanzas. Un número cada vez mayor de gurús de la comunicación –desde ingenieros que construyen algoritmos hasta los filósofos de la sociedad de la información– coinciden en que una de las habilidades más buscadas e importantes hoy en día, incluso en el mundo digital, es la empatía, es decir, la capacidad de “ver” a la otra persona en su verdad e integridad, porque el gran reto actual es la reconstrucción del tejido de la confianza a nivel interpersonal y social.
Un compromiso que no puede detenerse frente a una pantalla, sino que –hoy más que nunca– necesita salir a la calle, encontrarse, abrazar al otro en su totalidad, so pena de correr el riesgo de encerrarse en sí mismo, como también dijo recientemente el papa Francisco a un grupo de estudiantes: “Ustedes, chicos y chicas, son hijos de la sociedad digital, que ha abierto nuevas vías de conocimiento y comunicación, pero ya sabemos bien que existe el peligro de encerrarse en sí mismo y de ver siempre la realidad a través de un filtro que solo aparentemente aumenta nuestra libertad. Que la experiencia de la pandemia, con esta abstinencia de amistad, estimule en ustedes, que son conscientes de ello, un mayor sentido crítico en el uso de estas herramientas, para que sigan siendo tales, es decir, herramientas, sujetas a nuestra inteligencia y voluntad”7.
Artículo publicado en la edición Nº 635 de la revista Ciudad Nueva.
Nota: Artículo original publicado en Ekklesia italiana. Traducido por Lorena Clara Klappenbach.
*La autora es directora de la Oficina de Comunicación del Movimiento de los Focolares.
1. McLuhan, H. M. (1967). Los instrumentos de la comunicación. Il Saggiatore. 2. Digital 2021: cifras globales: www.wearesocial.com/it/blog/2021/01/digital-2021-i-dati-globali
3. Entrevista con Luciano Floridi, sobre la vida, la información transdiegética y la hiperistoria por Antonia Santopietro, Zeist, 21 de octubre de 2016: www.zestletteraturasostenibile.com/filosofia-etica-dellinformazione-intervista-luciano-floridi/
4. Godin, S. (2020). The practice, Ediciones Roi.
5. Seth Godin: “Los influencers son el pasado, han caído en la trampa social”, por Giampaolo Colletti y Fabio Grattagliano, Il Sole24 ore, 13 de febrero de 2021.
6. Ibid., p. 76.
7 . Saludo del Santo Padre Francisco a los directores y estudiantes del Instituto Ambrosoli de Codogno (Lodi), 22 de mayo de 2021: www.vatican.va/content/francesco/it/speeches/2021/may/documents/papa-francesco_20210522_istitutoambrosoli-codogno.html.