Cumbre del G20 y la agenda del bien común

Cumbre del G20 y la agenda del bien común

Paz, estabilidad económica y medio ambiente. Son desafíos que no se pueden afrontar con parches y sin un trabajo mancomunado.

La Cumbre del G20 que comienza mañana reúne a los 19 países más industrializados y emergentes del planeta más un representante de la Unión Europea. Es un ámbito decisional que intenta establecer un orden multilateral en un grupo de países que representa los dos tercios de la población mundial. El multiplicarse en siete grupos de este tipo, desde el G7, al G8  en adelante, señala la necesidad de instalar en el mundo alguna forma de gobierno global que sea más efectivo que la instancia de la ONU donde, por un lado, el voto de una minúscula isla del Caribe o de la Polinesia, vale como el voto de China o India, y, por otro, en el Consejo de Seguridad, cinco países tienen un poder decisional enorme respecto de todo el resto de los Estados representados y sin que ello tenga otra justificación que la de ser ganadores de una guerra concluida hace más de 70 años.

Cabe señalar que esta Cumbre que se celebra en Buenos Aires no se realiza con los mejores auspicios en el plano de la multilateralidad. La mayor potencia global, Estados Unidos, da constantes signos de impaciencia en sede de debates democráticos donde no se acaten sin discusiones las indicaciones del presidente Donald Trump. El líder norteamericano sigue un patrón que no es ni democrático ni multilateral, su objetivo es lo que él considera sea útil para los Estados Unidos. Si para ello hay que modificar la realidad, lo hace. Un país atacado y devastado se transforma en atacante, y países que son un peligro para la seguridad mundial, por ser aliados de la Casa Blanca pueden impunemente seguir con sus fechorías. El caso de Arabia Saudita es el más evidente.

Es también uno de los peores momentos para la Unión Europea – el más logrado ejemplo mundial en tema de integración regional-, donde se negocian los últimos detalles de la salida del Reino Unido del bloque. Una decisión de la que, luego de haber sido refrendada electoralmente, nadie quiso asumir la paternidad, habiendo sido fruto de desinformación y de demagogia barata. Al mismo tiempo, posturas cortoplacistas y egoístas impiden una política clara y común respecto del fenómeno de migrantes y refugiados.

Se evidencia un gran desgaste de estos ámbitos de discusión internacional, donde no es posible negociar sin mirar bienes comunes a los que deben supeditarse los intereses particulares.

Paz, estabilidad y cambio climático son los grandes desafíos actuales. La lógica desquiciada de suscitar conflictos para alcanzar objetivos geopolíticos muestra toda su inconsistencia en el mundo: 17 años después de la invasión, Afganistán sigue en un caos y el radicalismo islamista lejos de ser derrotado, avanza cada vez más. Libia y Siria padecen guerras que no han concluido desde el 2011 al que se agregó la de Yemen. Eso ha colaborado en provocar masivas migraciones que golpean a la puerta Europa.

Los vaivenes económicos y sociales provocan otras oleadas de migrantes. Acontece en América latina donde en los últimos dos años millones de personas ha salido de varios países de Centro y Sudamérica. Hace falta un cambio de rumbo sustancial de nuestro sistema de producción y consumo de bienes, en el que la economía se dedica cada vez más a fabricar dinero (a través de la especulación financiera), orientado a la sustentabilidad ambiental y social.

Mientras tanto, los científicos siguen lanzando alarmas por la aceleración de los cambios climáticos. Los expertos indican que la tendencia no permitirá limitar a menos de dos grados el incremento de la temperatura global. Lo que anuncia situaciones dramáticas.

Frente a este escenario, los líderes del mundo están convocados a tomar decisiones capaces de responder a tales desafíos, más que poner parches momentáneos que no afrontan los temas de fondo. La acción violenta de los que se oponen a la globalización salvaje corre el riesgo de la esterilidad, corriendo el debate de las decisiones que se deben tomar hacia los temas de seguridad. El efecto es el de fomentar el decisionismo en solitario en lugar de un multilateralismo cada vez más necesario.

¿Habrá lugar para la cordura? No parece ser probable. A mi entender, también porque la comunidad internacional no asume la necesidad de institucionalizar la presencia de la sociedad civil en tales instancias junto con los gobiernos. Falta por tanto la voz portadora de valores éticos y de los bienes comunes junto a la que expresa la razón de Estado. Ojalá que no sea demasiado tarde cuando se comprenda esta necesidad.

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