El jueves 19 de noviembre comienza la Economía de Francisco, la iniciativa propuesta por el Papa a jóvenes economistas y empresarios con el fin de promover un proceso de cambio global. La experiencia de uno de los jóvenes participantes, Joaquín Orellana Busandri.
Se ocupan de economía, administración, finanza, inversiones para el desarrollo. Algunos son solo jóvenes, que a través de su vida cotidiana quieren hacer algo para contribuir efectivamente a cambiar la economía. Son los protagonistas de la Economía de Francisco, el evento internacional “virtual” que tendrá lugar del 19 al 21 de noviembre 2020 y en el que participará también online el Papa Francisco. Y son tantos, 3.000, los que dijeron sí a la invitación del Pontífice. Uno de ellos es Joaquín Orellana Busandri, de Argentina, uno de los más jóvenes participantes, que con 21 años está convencido de que “la visión revolucionaria es descubrir que la economía nos puede hacer felices, que realmente si construimos una economía diferente, centrada en lo esencial, en el ser humano, en su naturaleza, puede crear sociedades felices”.
Joaquín estudia abogacía en la ciudad argentina de Rosario y conoció la iniciativa de la Economía de Francisco a través de la difusión del evento en las redes sociales y también a través de personas conocidas que le hablaron de este proyecto. Así lo relata ante los micrófonos de Radio Vaticana-Vatican News. La entrevista de Manuel Cubías.
En un primer momento dudé en inscribirme porque al estar estudiando abogacía veía un poco alejada la economía de mi vida diaria, de mis estudios, de mi trabajo futuro. Persiguiendo un poco una vocación hacia lo político, hacia la participación en la construcción de lo social, me parece muy importante la formación integral, en todos los aspectos y, entre ellos, la economía me parecía muy importante y no me pareció nada mejor que aprender, formarme en una economía diferente, centrada en lo humano. Otra causa que quizá no me dejaba decidir era la cuestión del dinero, porque la situación actual no permite pagar un viaje a Italia. Una primera experiencia linda fue cuando me comuniqué con un amigo de Alemania y me contó que él había sido aceptado al igual que yo a participar del evento y me dijo que él me pagaba la inscripción, así nos veíamos en Asís. Fue una linda forma de comenzar el evento. Mi familia desde el primer momento se alegró y me acompañaron, me dijeron que ellos me ayudarían en todo lo que necesitaba. Y también la comunidad se puso a disposición.
¿Cuál sería tu aporte a este proyecto de la Economía de Francisco?
Pienso que es un aporte recíproco, entre el evento y yo. Entre los jóvenes que fueron invitados, soy uno de los más jóvenes. Y sobre todo tengo muchas ganas de aprender, de escuchar y de ponerme “manos a la obra”, de actuar, de reaccionar y llevar adelante las propuestas y los cambios que están en el evento. Lo veo como una relación recíproca: el evento me aporta y yo escucho, aprendo, y llevo adelante las propuestas.
¿Has conversado con otros amigos de tu edad sobre este proyecto?
Sí, acá en la ciudad somos aproximadamente unos 10 que vamos al evento, yo no los conocía anteriormente, tuve la oportunidad de conocerlos a través de la Economía de Francisco. Desde Argentina somos una comitiva muy grande. He compartirlo con mis amigos también, que no conocen o que están alejados de esta realidad, que es buena la experiencia de compartir, que se está construyendo algo diferente.
¿Cómo reaccionan ellos ante esta propuesta de construir algo distinto?
Al principio no entienden mucho, pero les parece muy interesante, se han interesado en preguntarme, en saber de qué hablamos y qué hacemos y es lindo saber que de a poquito uno puede ir compartiendo y que hay cosas que se pueden hacer diferentes.
¿Detrás de este encuentro con la Economía de Francisco hay alguna experiencia de fe que también te anima?
Sobre todo, seguí mi vocación, una vocación que sentí en un momento, de ser parte de lo social, de volcarme y que mi vida esté destinada a la sociedad, a poder cambiar esos dolores que existen, empujado por esa experiencia que, a veces, me cuesta tanto reelegir, porque también en la vida uno tiene muchas cosas y enfocarse en lo ajeno, en las necesidades del otro, cuesta bastante.
Pero es la vocación y me parece lo más lindo, el estar “al servicio”, el poder mirar hacia fuera y formarme en estos años para poder, algún día, dar lo mejor a la sociedad. Y también, me sentí motivado por un sentido de trascendencia y una figura como San Francisco que se despojó de todo, dejó todo para dar la vida por los demás. Me parece una linda oportunidad para conocerlo más y poder seguirlo como ejemplo en la vida de cada uno, sobre todo en estas épocas en las que es tan difícil deshacerse de todo, estar sin tecnología, sin redes, como san Francisco, que fue al extremo de dejar todo por los demás. Poder aprender un poquito más.
Conocemos el contexto argentino de crisis económica y social, que ya viene de años. ¿Qué aportaría esta visión que estás cultivando a la realidad de tu país?
Como bien dice, estamos en un contexto de crisis muy prolongada: la han vivido mis abuelos, mis padres y ahora nosotros. La Argentina está muy golpeada y si bien es algo recurrente, la economía de cada día en el diálogo de los argentinos, también trae mucha tristeza, porque no acompaña al progreso de la sociedad. Yo creo que la visión revolucionaria es descubrir que la economía nos puede hacer felices, que realmente si construimos una economía diferente, centrada en lo esencial, en el ser humano, en su naturaleza, puede crear sociedades felices. Eso es algo que aprendí, que descubrí en este camino de la Economía de Francisco. Es revolucionario, porque hablar de economía y felicidad en un contexto de crisis económica es fuerte. Aportar eso, saber que, si realmente hacemos el pacto social de construir una economía diferente, automáticamente se crean relaciones interpersonales diferentes, nos relacionamos con el medio ambiente de manera diferente y nos puede realmente hacer felices como individuos y como sociedad. El desafío es ese: poder construir una economía que nos haga más felices.
La empresa del chocolate
En su país, Joaquín lleva adelante junto a un amigo una “empresa del chocolate”. Durante uno de los encuentros que los jóvenes de la Economía de Francisco realizaron para terminar las fases de escritura de los proyectos que se presentarán en el curso del evento internacional, relató al periódico Avvenire, como comenzó su experiencia, en la producción de chocolate. “Al principio el esfuerzo más grande fue reducir los costos para hacer que el trabajo fuera lo más eficiente posible, para que fuera un buen negocio”, dijo Joaquín. Pero con el pasar del tiempo, él y su amigo se dieron cuenta de que cada momento dedicado a la producción y comercialización del chocolate podía ser vivido con amor y hacerlo llegar al destinatario, dándole un poco de felicidad. A través de una experiencia pequeña y sencilla Joaquín comprendió a qué tipo de economía aspiraba: una economía “en la que el beneficio no es el único fundamento y objetivo” sino que cuenta “cómo se hace un producto y por quién”. Una economía que tenga en cuenta que el cliente no sólo esté satisfecho sino que sea feliz. Porque la economía, para Joaquín, “puede ser realmente un motor transformador de la vida social, el lugar donde experimentar una cultura de comunión, amor concreto y felicidad”.
Fuente: Vatican News