Los medios de comunicación, como vehículo para llegar a la mayor cantidad de personas posible, se mostraron esenciales para Chiara Lubich desde los primeros tiempos de los Focolares.
“Por naturaleza, el Movimiento, dada la espiritualidad colectiva que lo anima, siente la exigencia de comunicar y, por consiguiente, de servirse de los medios de comunicación; que se pueden considerar los elementos que lo revisten. Por lo tanto, estos medios no son un agregado externo, artificial al Movimiento (como podría ser la difusión de la buena prensa, etc.), sino que son parte integrante de él. Sin los medios de comunicación, el Movimiento no podría vivir”, escribía Chiara en el verano de 1999, al reflexionar sobre el papel de la comunicación.
Hoy, más que nunca, podemos experimentar que las fronteras de cualquier tipo se desdibujan y cuando el objetivo es el mundo unido, la fraternidad universal, los medios son instrumentos imprescindibles para llegar a todos. Conectan a miles de kilómetros de distancia y permiten compartir acontecimientos, noticias, eventos… la vida misma. Un extraordinario regalo de la ciencia y la técnica. Pero como anotaba la misma Chiara, “para anunciar la unidad antes que nada se necesita de ese otro medio imprescindible que es la persona humana. Hace falta que sean ellos la levadura indispensable, la sal, la luz en el mundo”.
Fue en 1956, más precisamente el 14 de julio, en medio de la Mariápolis que cada año congregaba en las dolomitas, las montañas del Trentino, en el norte de Italia, a miles de participantes que iban a experimentar “ese nuevo modo de vivir”, que ve la luz el primer número de Cittá Nuova, la “primera obra de la Obra” como la definiría Chiara más tarde y que pocos años después fue replicándose en los países donde se iban estableciendo los Focolares: Ciudad Nueva, Cidade Nova, Nouvelle Cité, Living City, Neue Stadt… una red de 33 ediciones que cubren el mundo.
Todavía no se habían afianzado las revistas y las editoriales y Chiara, con un enorme espíritu de visionaria, levantaba la mirada hacia nuevos horizontes. Escribía en su diario en 1968: “Los medios tienen que ser los más ‘eficaces’ y ‘modernos’, para lograr que las ideas lleguen al mayor número de almas necesitadas de Dios. Por lo tanto, no podemos resignarnos, no podemos apuntar solo a la prensa, sino a la radio, al cine, al teatro, a la televisión”. A la vez nos alentaba a los jóvenes de los setenta: “Así como uno toma las llaves antes de salir de casa, también la radio y la televisión tienen que convertirse en un instrumento que ustedes usan normalmente. Les confío encarecidamente estos medios de comunicación, y transmitan este deseo mío a todos los jóvenes”.
Ella misma fue utilizando y abriendo canales de comunicación, adaptándose a lo que los adelantos técnicos iban ofreciendo: primero fue el grabador a hilo magnético, luego a cinta abierta, más tarde el cassette y el CD. Las filmaciones en 16 mm, el video de cinta abierta hasta llegar a los mp4 de hoy.
Cuando, en unas vacaciones en Suiza a inicios de los ochenta, descubrió que se podían hacer llamadas colectivas le pareció encontrar el medio perfecto para conectarse con todos los miembros del Movimiento en el mundo. Nació así la Conexión CH (CH son las siglas identificatorias de Suiza) que ya lleva casi 40 años ininterrumpidos y se ha convertido hoy en un noticiero televisivo de calidad que transmite la vida que nace de la fraternidad puesta en práctica en todos los ambientes.
De los medios que utilizó, hoy algunos ya no existen, pero hay otros nuevos. Un pequeño celular nos permite acceder a cualquier latitud. No tenía temores de aventurarse en nuevas técnicas, todo puede ser útil para construir la unidad. Recuerdo en 2002, cuando apenas empezaba a aparecer el primer programa de comunicación virtual, en una circunstancia le hicieron presente que un grupo de miembros del Movimiento no lograban reunirse con frecuencia debido a las distancias que los separaban. La respuesta fue una palabra: “Internet”. También es posible comunicarse lo más profundo que pasa por nuestro corazón y nuestra alma a través de internet. Pasaron casi 20 años y con maravilla en estos meses lo hemos experimentado plenamente y todos hemos aprendido a silenciar el micrófono cuando no estamos hablando.
Cuando vio la necesidad de reunir a la gran cantidad de comunicadores impregnados con el espíritu de la unidad y sus colegas, Chiara no dudó en convocarlos en un congreso. Porque, como dijimos, para ella lo más importante son las personas, quienes dan el contenido que se transmite por esos medios. Entre los que participamos de Argentina había un joven, recién recibido de periodista, ansioso por conseguir un trabajo en un medio importante: “Aquel 2 de junio de 2000 fue un nuevo soplo para mí. No recuerdo muchas cosas de esos días pero sí la convicción y claridad con la que nos hablaba Chiara. Sin ser ella una especialista en comunicación, sentí que hablaba con la autoridad de quien basa su discurso en la vida misma. Escucharla fue confirmar que ese estilo de vida que ella nos proponía a los jóvenes era compatible con la vida profesional de los comunicadores. Primero elegir la manera de vivir y, como consecuencia, la manera de trabajar en la comunicación”. Ese joven, luego del congreso comenzó una experiencia laboral muy fecunda en una revista especializada en fútbol junto a algunas personas que también estaban presentes en Roma. Hoy es el director de Ciudad Nueva. Mientras saboreamos un café en una pausa de trabajo me confía: “Casi 20 años después y parafraseando al papa Francisco en la última Jornada Mundial de la Juventud, Chiara ratificaba su papel de influencer en mi vida, personal y profesional. Sentí que se me planteaba un desafío fascinante por delante”. Es ese mismo desafío el que queremos transmitir con Santiago y todo el equipo de Ciudad Nueva a los jóvenes comunicadores. Y en eso estamos.
Artículo publicado en la edición Nº 622 de la revista Ciudad Nueva.