La invasión rusa a Ucrania ha puesto en vilo a Europa y al mundo.
La amenaza de una escalada del conflicto, a partir de la decisión rusa de destruir la infraestructura militar en todo el territorio ucraniano, y de la ayuda militar que varios países europeos han prometido al gobierno de Volodimir Zelensky, pone a la humanidad frente a un escenario de consecuencias imprevisibles y potencialmente catastróficas.
Como sucede en todo hecho de esta naturaleza, las causas son múltiples, complejas, y su explicación requiere de un recorrido por sus antecedentes.
Aunque la historia de la convivencia -y de los conflictos- entre rusos y ucranianos se remonta a varios siglos atrás, nos detendremos en lo sucedido a partir de 1991, momento de la desintegración de la Unión Soviética, aquel estado comunista surgido de la revolución de 1917 que incluía en su seno a una multitud de naciones.
La disolución de la URSS provocó el surgimiento de nuevos estados, a partir de la independencia de territorios habitados mayoritariamente por naciones no rusas. Tal fue el caso de Ucrania.
Al mismo tiempo, desde el punto de vista geopolítico, se produjo la liberación de la tutela soviética de varios países de Europa del Este. Esos estados, hasta entonces integrados en la alianza militar rusa conocida como Pacto de Varsovia, iniciaron un proceso de acercamiento a Estados Unidos y sus aliados de Europa Occidental. He ahí una de las claves del presente conflicto: la OTAN, alianza militar surgida en 1949 para enfrentar la amenaza soviética, lejos de disolverse tras la desaparición de esa amenaza, comenzó a extenderse a fines de la década de los ’90 incorporando a antiguos aliados de los rusos e inclusive a algunos estados surgidos en territorios anteriormente pertenecientes a la Unión Soviética. Tal el caso de Lituania, Letonia y Estonia.
A lo largo de las primeras dos décadas del siglo XXI, la dirigencia rusa tomó nota de la amenaza que significaba para los intereses y la seguridad de su país la progresiva expansión de la OTAN. Se debe tener en cuenta que ello implicaba la posible presencia de tropas y armas nucleares norteamericanas junto a las fronteras de Rusia.
Las prevenciones contra Occidente se acentuaron cuando, en 2014, una serie de protestas provocó la caída del presidente ucraniano Yanukovich, cercano a Moscú. Este hecho fue considerado por los rusos como un golpe auspiciado por EEUU y sus aliados, que buscaba separar a Ucrania de su esfera de influencia. La reacción no se hizo esperar: Rusia se anexionó la península de Crimea, territorio tradicionalmente ruso cedido a Ucrania durante la era soviética, y apoyó una serie de levantamientos en Donbass, región del este de Ucrania de población rusoparlante que, desde entonces, se encuentra en guerra con el gobierno ucraniano.
Los acuerdos de Minsk de 2014 y 2015 intentaron hallar una solución a este conflicto, estableciendo la autonomía de las provincias del Donbass, pero el rechazo de los gobiernos ucranianos a llevarlos a la práctica por la oposición de sectores nacionalistas impidieron su aplicación, prolongando el conflicto.
La llegada al poder de Volodimir Zelensky en 2019, lejos de resolver esta cuestión, provocó un mayor acercamiento de Ucrania a Occidente. Para Rusia, la incorporación de ese país a la esfera de influencia occidental significaba, lisa y llanamente, una amenaza intolerable.
El 21 de febrero de 2022, Rusia reconocía la independencia de las regiones separatistas del este ucraniano; tres días después, y violando todas las normas internacionales, invadía Ucrania, desatando un conflicto de consecuencias imprevisibles.
A modo de reflexión final, es interesante detenerse en las proféticas palabras de Zbigniew Brzezinski, quien se desempeñara como Consejero de Seguridad Nacional del presidente norteamericano James Carter en los años ‘70.
En un artículo publicado en 1995, expresó que “el problema de Ucrania no se puede aplazar. Ucrania es demasiado grande, demasiado importante, y su existencia demasiado delicada tanto para Rusia como para Occidente. Al tiempo que la OTAN se amplíe e intente establecer una relación de seguridad especial con Rusia, tendrá que considerar nuevas relaciones con Ucrania. Al hacerlo, la Alianza tiene que ser consciente de la especial sensibilidad de Rusia respecto a la cuestión ucraniana…”(1)
Una advertencia clara que, de haber sido considerada, hubiese evitado la guerra con sus dolorosas consecuencias.
(1) Zbigniew Brzezinski, La nueva Rusia y la ampliación de la OTAN, en https://www.politicaexterior.com/articulo/la-nueva-rusia-y-la-ampliacion-de-la-otan/, 1995
Cronología
1991
Disolución de la Unión Soviética
1999- 2004
Incorporación a la OTAN de diez países del este europeo
2014
-Caída del gobierno ucraniano de Yanukovich
-Anexión rusa de Crimea
-Inicio de los choques militares en el Donbass
-Acuerdos de Minsk I
2015
-Acuerdos de Minsk II
2022
-Invasión rusa a Ucrania
*El autor es profesor de historia.
Me ha parecido una nota particularmente equilibrada y esclarecedora.
Una reseña amplia en su postura, muy buena la selección de Brzezinzki. Estimo que Ucrania es la punta del iceberg. Sociedad líquida, identidad sexual, poder financiero prevaleciente, países que decrecen demograficamente, poder para crear realidades (big tech). En suma arlequín, cambalache, “ausencia de espina dorsal”.