En numerosas ciudades hubo cientos de saqueos, desmanes y vandalismo. La gente protesta contra el costo de vida, en medio de mucho caos.
Amanece sobre Chile y no es un lindo amanecer. Una mezcla de rabia, de furia, de miedo, indignación, de delincuencia, salvajismo y, a la vez, de sentido cívico se apoderó este fin de semana del país en medio de cientos de saqueos colectivos de supermercados, tiendas y estaciones de servicio incendiadas, con decenas de estaciones del tren subterráneo devastadas, trenes quemados. A primeras horas del lunes, sobre los restos todavía humeantes de los incendios, Chile comienza una difícil semana.
Hubo toque de queda en Santiago, Valparaíso, Concepción, Antofagasta, Coquimbo, La Serena, mientras que son una decena las regiones del país en las que se decretó el estado de emergencia. Los choques y los incendios produjeron 8 muertos. Muchas oficinas públicas permanecerán cerradas hoy, en las ciudades mencionadas, y varias más, no habrá clases en todos los niveles educativos. Más allá de la zona metropolitana, no en todos lados está garantizado el transporte público. Comienza una semana difícil.
30 centavos de pesos fueron, literalmente, la gota que hizo desbordar el vaso en el país. Fue la semana pasada, cuando luego de aumentos de las boletas del agua y de la electricidad, se incrementó el precio del boleto de transporte en Santiago que pasó de 1,13 a 1,17 dólares en las horas pico. Hubo una reacción inmediata y por las redes sociales se organizaron evasiones masivas para saltear los molinetes. Hasta el jueves fue una desobediencia civil que hizo recordar las protestas de los estudiantes en reclamo de la gratuidad educativa de hace años, pero que con el pasar de las horas se convirtió en vandalismo, devastaciones de las estaciones de metros, choques con la policía. Pero el viernes por la noche la situación dio la sensación de haberse vuelto incontrolable, posiblemente por la falta de liderazgo en el gobierno que no supo responder con empatía mínima a otro aumento de un costo sensible para muchas personas que usan un transporte público de por sí caro. Un ministro no tuvo mejor idea que señalar que la gente podía levantarse antes para evitar el precio de las horas pico. Sin tener en cuenta que ya es normal salir muy temprano de casa, al tener que viajar durante una hora y a veces dos para ir a trabajar. La reacción del gobierno, de derecha, fue de decretar el estado de emergencia, por el que el control de la seguridad queda en manos de las fuerzas armadas durante quince días. El énfasis en el tema de la seguridad, sin mayores consideraciones sobre la realidad social, pareció generar irritación y a lo largo del sábado las protestas derivaron en cada vez más ataques a comercios e incendios. El domingo llegó y trajo una intranquilidad permanente. Pese a haber establecido el toque de queda, tanto en la capital como en otras ciudades los desmanes siguieron. También en pacíficas ciudades como Coquimbo y La Serena, la gente vio asustada cómo verdaderas turbas asaltaban supermercados y comercios cerrados, levantando persianas y tirando abajo rejas y vaciándolos de todo. Y no desaparecieron solo géneros de primera necesidad, sino televisores, computadoras, heladeras.
Las imágenes reflejan lo peor y lo mejor. Jovencitos asaltando comercios y dándoles fuego – y con ello privando de su empleo a cientos de personas -, autos detenidos en la entrada de supermercados llenados de cualquier cosa y también vecinos saliendo a defender el barrio, impidiendo el saqueo, cuadrillas de voluntarios limpiando una estación del subterráneo, otros respaldando la tarea de seguridad vigilando las viviendas.
Hace una semana, el presidente Piñera declaraba que Chile es un “oasis de paz en medio de una América latina convulsa”. Sus palabras quedaron en la irrealidad y casi en la ironía demostrando lo poco que ciertos sectores han captado de la situación social. El costo de vida es muy alto, el 70% de las familias tiene problemas para llegar a fin de mes. Más del 75% de los que viven de un sueldo reciben entre la mitad y el 60% de lo necesario para vivir. Sobre 17,5 millones de habitantes, 11 millones tienen deudas y 4,6% tienen problemas serios para pagar. Es costosa e ineficiente la salud pública, carísima la privada. Y hay sectores, incluso economistas, que, de verdad, creen que Chile es un ejemplo exitoso de modelo económico destinado a codearse con los países ricos. No se percibe que es exitoso el modelo para algunos pocos, ese 20% más rico del país que se queda con el 72% de la riqueza, mientras que el 20% más pobre tiene riqueza cero o deudas. Anoche hubo caceroleos en varios barrios y barricadas. La gente protesta y en gran mayoría pacífica y civilizadamente. Lo que ha estallado, sin embargo, parece ser la paciencia de quienes se sienten invisibilizados, de quienes comienzan a pensar en que tienen poco que perder. Y más que un estallido lo que hubo fue un quiebre.
Tarde o temprano se saldrá de esta borrachera de excesos. Hoy prevalece el temor, la impunidad y la impotencia. Con policías y ejército desplegados en las calles las cosas no volvieron a la normalidad. Quiere decir que la respuesta debe ser otra. Y que quizás es la hora de reconstruir desde la solidaridad, desde la búsqueda del bien común. A no equivocarse, es exactamente lo contrario de lo que ha predicado hasta ahora este modelo “exitoso”.
Porque resaltan que es un gobierno de derecha, pero no aclaran que las organizaciones de izquierda son las que están rompiendo todo? Es una nota tendenciosa, lo que pasa en Chile es similar a lo que pasa en Ecuador, son reacciones de la peor izquierda que no se condicen con la realidad. La izquierda siempre justifica la violencia y la prensa con tendencias hacia la izquierda siempre le busca la vuelta para apañarlos en vez de condenarlos duramente.