Otra noche de saqueos y destrozos en varias ciudades del país. La contracara de millones que desde hace 40 días intentan construir un país inclusivo y solidario.
Cuando se hace de noche el temor se incrementa. Luego de las manifestaciones y las protestas pacíficas, aparece la violencia: ciega e irracional, pero no por ello menos peligrosa. En numerosas ciudades de Chile eso ocurre desde hace ya 40 días. Se saquean tiendas y supermercados e incluso pequeños comercios; se destroza mobiliario urbano, se usa de todo para hacer barricadas que luego se incendian. He visto arrancar un pequeño quiosco de comida al paso, destrozado para cortar una ruta, sacar muebles de una tienda para obstruir el tránsito. Anoche tuvieron que salir a rescatar a unos siete u ocho turistas de un hotel de La Serena, saqueado sin razón alguna, amenazados por un principio de incendio. También fue quemada la sede local de la secretaría ministerial de Educación. En el centro ciudadano, este amanecer los perros se alimentaban de costillas tiradas en la calle, restos del saqueo de una carnicería. El alcalde de Valparaíso, Jorge Sharp, no puede creer a lo que ha visto. “Lo sucedido hoy no tiene justificación. Solo es destrucción que no tiene relación alguna con las manifestaciones sociales”, escribe esta mañana. En Viña del Mar alguien cortó una calle con alambre de púa. En Quilpué los carabineros admiten: “Estamos superados”. En la misma región ha quedado quemada la sede del Diario El Líder de San Antonio, ya vandalizado antes. Antofagasta, Concepción también reportan situaciones similares.
Se torna larga la noche en espera de que el amanecer pueda interrumpir tales episodios… al menos hasta que vuelva la tarde y todo comience con una nueva secuencia.
Es una mezcla: delincuentes comunes, violentos, quizás algunos pocos aficionados al caos, gente que siente que no tiene nada que perder porque nunca se sintió parte de nada. Es todo lo contrario de las manifestaciones pacíficas de los 4,6 millones de chilenos que no paran de reclamar por un país inclusivo y solidario, pero intentando construir sin destruir.
El gobierno sigue poniendo el énfasis en el tema de la seguridad, siendo moroso en comprender la urgencia de modificar un orden social que produce una desigualdad que hiere. Sin duda hay un problema grave de inseguridad. Pero la inseguridad en Chile no es solo la de hoy, es también la de “ayer”, la inseguridad de no llegar a fin de mes, pese a trabajar largas horas; la inseguridad respecto del futuro pues sabes que tu pensión no permitirá una vida digna; la inseguridad de llevar a un nene enfermo a la emergencia de un hospital y esperar durante 6, 7, 8 horas para que te atiendan; la inseguridad de necesitar un préstamo y no saber de la letra chica de un contrato cuyo contenidos se te oculta por hábiles vendedores… Las hordas que salen a saquear hoy han sido precedidas ayer por hordas que han saqueado evadiendo impuestos (11 mil millones de dólares), coludiéndose entre grupos para elevar precios injustificadamente, pagando salarios indignos pese a tener jugosas utilidades.
Chile manifiesta una carestía de bienes comunes, por la que quienes ayer solo pensaron en su ventaja, hoy son sucedidos por otros que también no logran mirar más allá de su ventaja, en medio de una prédica que durante décadas ha reiterado que no hay sociedad, solo somos una sumatoria de individuos.
Habrá que parar esto, si no se quiere que se transforme en un conflicto cada vez más violento cuando alguien querrá impedir que destrocen su fuente de empleo. Una hipótesis que a esta hora todos quieren descartar. Mientras, miles y miles de personas participan de un enorme laboratorio cívico, participando de debates, paneles, cabildos abiertos, queriendo informarse, hablando de democracia, de Constitución, pensando en el proyecto de país del que quieren ser parte ante la perspectiva de la etapa constituyente que comenzará pronto.
Se deberá trabajar en estos dos frentes a la vez para evitar que las noches se transformen en una pesadilla en espera que vuelva a amanecer.