Caricias necesarias para vivir

Caricias necesarias para vivir

Autoestima y héteroestima – Palabras, gestos y actitudes que promueven el crecimiento sano de nuestros niños y adolescentes.

El estímulo del otro, una mirada, una palabra son tan necesarios para desarrollarnos como el oxígeno, el agua y el alimento. La indiferencia es nuestra peor enemiga. Investigaciones de Spitz y Bowlby, médicos psicoanalistas, demostraron la importancia del contacto físico en un bebé para vivir y sentirse amado. La falta parcial o total de caricias afectan gravemente el desarrollo teniendo como consecuencia la depresión u otras patologías, incluso la muerte.

Un método eficaz para niños prematuros e incluso para niños nacidos a término, es el de Mamá Canguro, creado por un médico colombiano, haciendo alusión a los marsupiales que nacen inmaduros y continúan su crecimiento fuera del útero. Consiste en colocar piel con piel al bebé en el pecho de la madre o padre el mayor tiempo posible. Este método trae beneficios emocionales ya que favorece el vínculo; beneficios neurológicos, porque pone en marcha el funcionamiento cerebral; beneficios vitales, como regular la temperatura corporal y mejorar la respiración, la frecuencia cardíaca y el sistema inmunitario, que protege al niño. La consecuencia es que el niño se recupera más rápidamente y, a su vez, genera el bienestar de los padres quienes, al sentirse partícipes de la recuperación del hijo, logran que este beneficio se traslade al bebé.

Distintos modos de reconocimiento

Que se reconozca nuestra existencia es esencial para que nuestra vida se desarrolle. La indiferencia es la muerte. Existen diferentes modos de reconocimiento. Algunos promueven un sano desarrollo y otros no.

Eric Berne, creador del Análisis Transaccional, explica las caricias como estímulos sociales de un ser vivo a otro que reconocen la existencia de éste. Es la esencia de las relaciones humanas. Es nuestra batería emocional e incluso vital.

Las caricias pueden ser físicas o táctiles, las más potentes; verbales, palabras agradables; gestuales, como miradas, gestos u acciones que nos hagan sentir queridos; y escritas, como recibir una tarjeta, una carta cariñosa.

Si bien el término caricia para nosotros tiene una connotación positiva, es interesante analizarlo desde la perspectiva de estímulos sociales. Hay formas o reconocimientos sociales que aumentan el bienestar, permiten el desarrollo de la autoestima y otros, en cambio, que descargan la batería interna, nos generan malestar a corto o largo plazo y promueven una baja autoestima.

Por el solo hecho de existir merecemos y necesitamos caricias incondicionales. Aquellas que nos hacen vivenciar lo valioso que somos por estar en este mundo, más allá de nuestras acciones, y nos conectan con nuestra dignidad como personas. Por ejemplo un abrazo, “qué alegría verte”, un saludo, que nos miren cuando nos hablan.

Otras formas de reconocimiento que no apuntan al ser como las incondicionales, sino a lo que hacemos, a los logros, son los elogios, la valoración de comportamientos y de acciones positivas. En este tipo de caricias se encuentran también aquellas que nos ayudan a corregir la conducta. Para ello, por ejemplo, no es bueno decir “sos desprolijo”, “sos irresponsable”, ya que estaríamos atacando la autoestima, la esencia de la persona. Es adecuado decir “volvé a hacer este párrafo, está desprolijo”. O “es importante que entregues en tiempo y forma tu trabajo”. Son límites, aunque no agradables, que nos cuidan, nos enseñan a estar y vivir mejor.

Autoestima y héteroestima

Robert Roche Olivar1 nos enseña que la imagen, el concepto que uno tiene de sí mismo, debe ser bueno, alto. Es preciso que la infancia y adolescencia hayan sido épocas en que los adultos significativos que rodean al niño, hasta incluso los mismos pares, sobre todo en la adolescencia, hayan proporcionado en espejo buenas imágenes de sí mismo. Por esto la importancia de valorar positivamente las acciones y conductas. El niño, con la necesidad que tiene de definiciones de sí mismo, será fiel a lo que los adultos le ofrecen y actuará obedientemente a lo que dicen de él. Si le decimos “sos torpe”, será torpe, pero si en vez de acusar, señalar y nombrar sus torpezas, nombramos aquellas acciones que ha hecho bien, este niño tiene probabilidades de que sea consecuente con esa imagen.

Muchas veces nos cuesta expresar los elogios más que las quejas. Pareciera que estamos hechos para hacer las cosas bien, que sería lo habitual; sin embargo, recibir y dar elogios es muy necesario para recargar la batería y desarrollar nuestra estima.

Con nuestras palabras, gestos, acciones podemos promover, reforzar la autoestima del otro. A esto se le llama héteroestima, ya que devuelve al otro una imagen valiosa de sí mismo. También creer, confiar en el otro, en sus posibilidades positivas, en que tiene o tendrá el rasgo o actitud que esperamos educar.

Pero también existen caricias o estímulos sociales inadecuados que deterioran la personalidad, que disminuyen la autoestima y la confianza en sí mismo.

Son las agresiones, los insultos, castigos físicos, descalificaciones, gritos, ironías, etiquetas o rótulos tanto a nuestro ser, como por ejemplo, “negro” “enano”, “para qué habrás nacido”, como al hacer: “¿otra vez te equivocaste?”, “inútil”, “siempre igual”.

Aquí aparecen también las caricias de lástima, que aparentemente conllevan afecto pero en realidad fomentan desvalimiento: “pobrecita, no puede sola”, “naciste con mala suerte”, o incluso vestir a un niño cuando es capaz de hacerlo solo.

También dentro de los estímulos inadecuados están los pseudopositivos. Se sienten como agradables, invitan a la euforia pero son perjudiciales por su grandiosidad, incitando a la sobrevaloración: “Sos un genio, no hay otro como vos”, “vos sos capaz de conseguirlo todo con tu capacidad”, “jugate lo que tenés, vas a ganar”, “que hábil al robarle la lapicera”, “que buena patada le metiste”.

Para el ser humano lo peor es la indiferencia, por lo tanto algunas personas recargan su batería con caricias inadecuadas con tal de sentirse vivas, reconocidas, porque es lo único que conocen. Por esto es tan importante en la educación que nuestros niños reciban caricias que los ayuden a desarrollarse como personas sanas. Un niño o adolescente que ha recibido en su crianza caricias adecuadas será un niño que captará la diferencia entre estas y aquellas que no son positivas, sabrá defenderse, hacerse respetar y creará vínculos de calidad, sintiéndose libre de expresar sus emociones y pensamientos porque tendrá seguridad y fortaleza internas ·

  1. Roche Olivar, R. (2011). Psicología y Educación para la Prosocialidad. Buenos Aires: Ciudad Nueva.

Artículo publicado en la edición Nº 607 de la revista Ciudad Nueva.

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