Se lo pregunta Ricardo Natalichio, director de Ecoportal.net, el sitio web dedicado a los temas medioambientales.
Uno de los temas a los que aparentemente se le está dando cierta relevancia en la opinión internacional es si aún estamos o no a tiempo de revertir los efectos que nuestras emisiones de gases están causando en el clima del planeta.
Veamos, los cambios en el clima del planeta entero -a excepción de una catástrofe natural como la caída del meteorito que hace 365 millones de años causó abruptas modificaciones– se van dando naturalmente de una forma muy paulatina, es decir, tienen que pasar más de 100 vidas de un hombre para ver sólo un pequeño cambio. Los ciclos de la Tierra llevan tantos años que para una persona resultan casi incomprensibles, ya que no podemos tener clara noción de lo que significan dos o tres millones de años, cuando vivimos apenas 100. Sin embargo, tanto por los avances tecnológicos como por la forma en la que se fueron desarrollando nuestras sociedades, hemos adquirido la capacidad de acelerar estos procesos, de alterarlos e incluso de superar la extraordinaria capacidad del planeta de absorber esos cambios y encauzarlos, adaptándolos a sus propios tiempos.
El planeta desde sus inicios nunca ha dejado de mutar, desde las más frías eras glaciales, hasta las etapas más calurosas. Sin embargo, estos cambios siempre han sido tan “lentos” que ningún ser vivo hubiera sido capaz de percibirlos. Todo eso hasta que, hace unos pocos cientos de años, llegó a nuestras sociedades la “Revolución Industrial”. De allí en adelante todos sabemos lo que pasó, el crecimiento de la industria ha sido tan grande y tan veloz que un día nos tomaba meses cruzar el Atlántico y al otro lo hacíamos en 4 o 5 horas. Un día las guerras eran con fusiles y bayonetas y al otro con bombas atómicas, misiles teledirigidos y uranio enriquecido.
Para los millones muertos a causa de tsunamis, huracanes, inundaciones y sequías que van y vienen por todo el mundo; para los cientos de millones de muertos vivos de los países “en desarrollo” que no comen, que no tienen acceso al agua potable, que no pueden acceder a servicios de salud básicos, para los envenenados por las fumigaciones, por la minería o por las innumerables industrias que beben y contaminan el agua de los pobres para producir bienes de lujo para los ricos; para ellos ya no estamos a tiempo.
La Agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR) ha cifrado en 21,5 millones las personas que cada año se ven obligadas a abandonar su hogar por este motivo, y calcula que para 2050 serán 200 millones anuales, la mayoría de ellos mujeres y niños. Esto sucederá hagamos lo que hagamos de aquí a ese momento. Para ellos tampoco estamos a tiempo.
Pero el ser humano ha sabido cubrir cada espacio del planeta, se ha sabido adaptar a todos los climas y es probable que sobreviva a cualquier cambio en el clima que el futuro nos depare. El punto es que tengamos claro que, de las decisiones que tomemos ahora, dependerá la cantidad de personas que sobrevivan y las condiciones climatológicas en las que ellos deberán existir.
¿Pensaremos individualmente, tratando de disfrutar de nuestra vida lo más que podamos o aprenderemos a pensar como especie, sacrificando parte de nuestro bienestar por el de nuestros hijos, nietos o quienes los sucedan?
Hace 50 años se predecía que si no cambiábamos radicalmente nuestra cultura respecto a la vida, el posicionamiento antropológico; la cultura del consumo y la hiper explotación de los suelos, talas de bosques, extractivismo; encima sucio; y depredación de los mares, el daño sería irreparable para estos días. El enfoque más difundido es la irresponsabilidad y la indiferencia; el consumismo y la mundanidad en detrimento de lo trascendente del ser y el medio. Es evidente que la vida sobre el planeta irá disminuyendo, creo que se naturaliza, como muchos otros vicios que descomponen la convivencia; sin embargo siempre hay un resto que adopta una posición frente a la vida de unión, unidad, comunión con la casa común y aún con el Universo. La muerte no prevalecerá sobre la vida, pero tenemos que estar preparados a la sucesión de eventos dramáticos; que debemos aprender a afrontar.