Bergoglio: una economía enferma transforma a los empresarios en especuladores

Bergoglio: una economía enferma transforma a los empresarios en especuladores

A los obreros metalúrgicos de Génova, el Papa habló con fuerza sobre la dignidad del trabajo, la vocación empresaria y los peligros de la méritocracia.

La expectación era patente en las caras de los trabajadores, vestidos con buzo y casco, en el gran almacén de tubos de acero de la empresa metalúrgica ILVA, cuyo destino se decide estos mismos días en otro lugar. Estos trabajadores de Génova, herederos de una antigua cultura del trabajo, han decidido estos últimos años hacer frente a la reducción de personal renunciando la inactividad obligada del paro y ofreciéndose a realizar trabajos para la comunidad. Aunque de baja profesionalidad.

El Papa Francisco no los decepcionó. Antes bien, los sorprendió con una serie di afirmaciones de gran relevancia, que arrancaron aplausos. Especialmente impactantes sus palabras distinguiendo entre las figuras del empresario y del especulador: «El buen empresario habla bien de su empresa, de sus trabajadores, de su ciudad y de su tierra. Porque el empresario conoce a sus trabajadores, trabaja a su lado, con ellos. No olvidemos que el empresario es antes que nada un trabajador. Comparte el cansancio y también las alegrías del trabajo, la auténtica belleza de resolver problemas juntos, de crear algo juntos. Cuando tiene que despedir a alguien, siempre es una decisión trágica. Si pudiera, no lo haría. A ningún empresario de verdad le gusta despedir a su gente. Sufre por ello y a veces de este sufrimiento surgen nuevas ideas para evitar el despido. La enfermedad de nuestra economía es la progresiva transformación de los empresarios en especuladores. No hay que confundir empresario con especulador. El especulador es una figura parecida a la que Jesús en el evangelio llama “mercenario”, contraponiéndolo al “buen pastor”. El especulador no ama su empresa, no ama a los trabajadores; simplemente ve a la empresa y a los trabajadores como un medio para ganar dinero.

Despedir, cerrar, trasladar la empresa, no le supone ningún problema, porque el especulador usa, instrumentaliza, “devora” a las personas y a los medios para alcanzar sus objetivos de beneficio. Cuando la economía está habitada por empresarios, las empresas son amigas de la gente y también de los pobres. Cuando pasa a manos de los especuladores, todo se estropea. Con el especulador, la economía pierde la cara, pierde caras. Detrás de las decisiones no hay personas y por tanto no se ve a las personas a las que hay que despedir. Cuando la economía pierde contacto con el rostro de las personas concretas, ella misma se convierte en una economía sin rostro y por tanto despiadada».

El Papa Francisco subrayó además la “vocación laica” del empresario, que le permite superar los obstáculos que encuentra, con las palabras de Luigi Einaudi, un economista que en la postguerra fue presidente de la República Italiana: “Miles, millones de individuos trabajan, producen y ahorran a pesar de todas las cosas que nosotros podemos inventar para estorbarles, detenerles o desanimarles. Les impulsa una vocación natural, no sólo la sed de ganar dinero. El gusto, el orgullo de ver prosperar a su empresa, de ganar crédito, de inspirar confianza a cada vez más clientes, de ampliar las instalaciones, son cosas que constituyen un resorte de progreso tan poderoso como el dinero. Si así no fuera, no se explicaría por qué hay empresarios que invierten en la empresa todas sus energías y todos sus capitales para obtener muchas veces un beneficio mucho más modesto que el que podrían ganar segura y cómodamente dedicándose a otra cosa”.

Tras la intervención de una sindicalista preocupada por el paro actual y por la incertidumbre ante la revolución industrial 4.0, que amenaza con reducir aún más los puestos de trabajo, el Papa Francisco subrayó la importancia del trabajo para el ser humano: «La falta de trabajo implica mucho más que la falta de una fuente de renta para poder vivir. El trabajo es también esto, pero es mucho más. Trabajando nos hacemos más personas, nuestra humanidad florece. Los jóvenes sólo se hacen adultos trabajandoEn la tierra hay pocas alegrías mayores que la que se experimentan trabajando. También hay pocos dolores mayores que los del trabajo: cuando el trabajo explota, aplasta, humilla y mata. El trabajo puede hacer mucho mal y mucho bien. El trabajo es amigo del hombre y el hombre es amigo del trabajo… Los hombres y las mujeres se nutren del trabajo, incluso cuando se convierte en un alimento envenenado.

Por este motivo, alrededor del trabajo se edifica todo el pacto social, porque cuando no hay trabajo o se trabaja mal o se trabaja poco o demasiado, la democracia entra en crisis».

Entre los aplausos de 1.500 trabajadores, que se sintieron profundamente comprendidos, Francisco afrontó para el futuro un aspecto de gran actualidad:

«No hay que resignarse a la ideología… que concibe un mundo donde sólo trabaje la mitad o tal vez 2/3 de los trabajadores, y los demás sean mantenidos con un cheque social. Debe quedar claro que el verdadero objetivo que hay que alcanzar no es “renta para todos” sino “trabajo para todos”, porque sin trabajo para todos nunca habrá dignidad para todos… Sin trabajo se puede sobrevivir, pero para vivir hace falta el trabajo. Para todos, pero sobre todo para los jóvenes».

A un trabajador que señaló cómo los valores hoy en boga en el mundo del trabajo contrastan a veces con la solidaridad y el amor recíproco del cristiano, el Papa Francisco respondió: «Poner el acento en la competición dentro de la empresa, además de ser un error antropológico y cristiano, es también un error económico, porque olvida que la empresa es antes que nada cooperación, asistencia mutua, reciprocidad. Cuando una empresa crea científicamente un sistema de incentivos individuales que ponen a los trabajadores en competencia entre ellos, tal vez en el corto plazo puede obtener algún provecho, pero pronto acaba minando ese tejido de confianza que es el alma de toda organización. Por eso, cuando llega una crisis, la empresa se deshilacha e implosiona…».

Después, casi por sorpresa, abordó un tema que va contra corriente, recibiendo muchos aplausos de personas que descubren los efectos negativos de un aspecto que consideraban aceptable y válido: «La meritocracia es muy fascinante porque usa una palabra buena, el mérito… Pero más allá de la buena fe de muchos que la invocan… proporciona una vestimenta moral a la desigualdad, porque interpreta los talentos de las personas no como un don sino como un mérito… Quienes quedan atrás… son considerados demeritorios y por tanto culpables. Si la pobreza es culpa del pobre, los ricos están exonerados de hacer algo… Pero esta no es la lógica del Evangelio, no es la lógica de la vida… La cultura… de nuestro capitalismo usa la meritocracia como el hijo mayor en la parábola del hijo pródigo… para maldecir y descartar a los que no tienen méritos y a los pobres. Ningún hijo merece las algarrobas de los cerdos».

La pregunta de una trabajadora dio oportunidad a Francisco de insistir en el dolor que supone quedarse sin trabajo: «Quien pierde el trabajo y no logra encontrar otro trabajo bueno, pierde la dignidad, al igual que pierde la dignidad quien se ve obligado por necesidad a aceptar trabajos malos y equivocados: en lugar de un rescate, el trabajo se convierte en chantaje. No todos los trabajos son buenos: hay todavía demasiados trabajos malos y sin dignidad, en el tráfico de armas, en la pornografía, en el juego de azar, en todas aquellas empresas que no respetan los derechos de los trabajadores y de la naturaleza.

También es malo el trabajo de aquellos que trabajan siempre porque las grandes empresas les han comprado, pagando incluso mucho con tal de que no tengan horarios…, para que el trabajo se convierta en toda la vida… El trabajo se hace “hermano” cuando existe un tiempo para el no-trabajo, un tiempo para la fiesta. Los esclavos no tienen tiempo libre… Sin el tiempo de la fiesta, el trabajo se vuelve trabajo esclavo, aunque esté muy bien pagado. Para poder hacer fiesta debemos trabajar: en las familias donde hay parados no es nunca verdaderamente domingo, y las fiestas se convierten a veces en días tristes porque falta el trabajo del lunes. Para celebrar las fiestas es necesario poder celebrar el trabajo, uno marca el tiempo y el ritmo de la otra».

Finalizando, Francisco subrayó la altura espiritual del trabajo del hombre y de la mujer cuando es ofrecido y vivido en la presencia de Dios: «El trabajo es amigo de la oración, el consumo no. El trabajo está presente todos los días en la eucaristía, cuyos dones son ‘fruto de la vid y del trabajo del hombre’. Un mundo que no reconoce los valores y el valor del trabajo, tampoco entiende la eucaristía, la oración verdadera y humilde de las trabajadoras y de los trabajadores. Los campos, el mar, las fábricas, siempre han sido altares desde los cuales se han elevado oraciones muy bellas y puras, que Dios ha acogido y recogido. Oraciones dichas y recitadas por quienes sabían y querían rezar; pero también oraciones dichas con las manos, con el sudor y con el cansancio del trabajo por quienes no sabían rezar con la boca. Dios ha acogido también estas oraciones y las sigue acogiendo hoy, aquí y ahora.

Por eso, queremos terminar este diálogo con una oración sobre el trabajo, por las trabajadoras y los trabajadores.

Es una oración antigua y muy hermosa, “Ven Espíritu Santo”, que es también una bella oración del trabajo y para el trabajo. “Ven Espíritu Santo, envíanos un rayo de tu luz. Ven padre de los pobres, padre de los trabajadores y de las trabajadoras. Ven dador de gracias, ven luz de los corazones. Consolador perfecto, dulce huésped del alma, dulce refrigerio. Descanso en la fatiga, brisa en el estío, consuelo en el llanto. Lava lo que está manchado, riega lo que está árido, sana lo que está herido. Dobla lo que está rígido, calienta lo que está frío, endereza lo que está extraviado. Da virtud y premio, da una muerte santa, da alegría eterna”».

 

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