El Papa, ante periodistas italianos.
Es breve el discurso que el Papa Francisco ha dirigido días atrás a los periodistas italianos, pero llega a lo más profundo de una profesión clave para una sociedad realmente democrática. No sólo, sino que las palabras del Papa argentino rescatan el sentido del trabajo que desde hace sesenta años realizamos cotidianamente desde estas páginas, al menos en nuestro deseo.
Ante todo, Bergoglio invita a detenerse para “reflexionar sobre lo que estamos haciendo y cómo lo estamos haciendo. Una verdadera necesidad en un mundo que vive corriendo tras los acontecimientos sin antes “rumiarlos” lo suficiente (el encomillado es nuestro).
Luego, desarrolla tres ejes indispensables para esta profesión: “amar la verdad”, que supone vivirla y no sólo comunicarla; “vivir con profesionalidad”, es decir, sin cultivar intereses parciales, sabiendo que la vocación del periodismo es favorecer la construcción de una verdadera ciudadanía; “respetar la dignidad humana”, que implica una capacidad crítica respetuosa de las personas.
Se trata de tres indicaciones inevitables si se quiere ser coherentes no sólo con la ética profesional sino si se quiere serlo con la propia conciencia.
Al final de su intervención Bergoglio formula votos para que cada vez más “el periodismo sea una herramienta para la construcción del bien, un factor del bien común, un acelerador de procesos de reconciliación; que sepa rechazar la tentación de fomentar el choque, con un lenguaje que echa leña al fuego de las divisiones, para favorecer la cultura del encuentro. Ustedes periodistas pueden recordar a todos cada día que no hay conflicto que no pueda ser resuelto por hombre y mujeres de buena voluntad”.
Son palabras que abren a la amplitud de los horizontes, que ponen esta vocación al servicio de la construcción del bien común, de la paz, de la reconciliación, tratando de superar las lógicas confrontativas en pos de una cultura del encuentro. En definitiva, los mismos objetivos de la democracia.
