La estrategia del terror, recurra o no a mentes débiles, tiene como objetivo impedir que haya lazos amistosos entre identidades diferentes. Por eso, la lucha antiterrorista debe partir de los corazones.
Todo indica que la violencia esta vez haya armado la locura homicida de un islamofóbico. Una camioneta contra un grupo de musulmanes que salía de la mezquita de Finsbury Park Mosque de Londres, un muerto y siete heridos, una estela de dolor y de odio que vuelve a tener a la capital británica como escenario.
Ciudad multicultural, Londres también se ha transformado en el punto de encuentro de las tensiones de una Europa al borde de un ataque de nervios. Su modelo de integración de los migrantes extranjeros, en especial islámicos, no ha funcionado. Crear un mundo islámico aparte dentro del contexto británico no parece ser la solución ni ha surtido el efecto de la integración social. Al tiempo que el Gobierno de Su Majestad sigue empecinado en involucrarse en los conflictos de Oriente Medio, utilizando para su geopolítica incluso a los grupos terroristas. Una gran contradicción para un país que se proclama como democrático y respetuoso del Estado de derecho.
Se dijo que ha sido el primer atentado contra la comunidad musulmana europea. En realidad, cuando verificamos la identidad de las víctimas de estos últimos años encontramos a varios islámicos, comenzando por Ahmed Merabet, el policía asesinado durante el ataque contra Charlie Hebdo en París. Por otro lado, en estos años hubo una secuela de actos intimidatorios contra centros religiosos islámicos revelando una islamofobia latente, más que un plan terrorista.
Varios de los atentados realizados en estos años, tienen como blanco a la comunidad musulmana que no quiere seguir a los jihadistas en su lucha sin cuartel a los “cruzados”.
La lucha al terrorismo debe partir de los corazones, y no sólo de extremar medidas de seguridad, las que serán siempre insuficientes. Cualquier mente débil puede ser presa del odio y del rencor en un clima que alimenta la sospecha, la desconfianza y la falta de vínculos. Es una lucha que debe unir a todas las mujeres y hombres de buena voluntad, más allá del credo y la filosofía de cada uno. Estamos hechos para convivir, no para mirarnos de reojo. Una sociedad no es la sumatoria de individualidades ni de identidades diferentes. Es la convivencia entre la diversidad, es la sinergia que generan precisamente esas identidades y es donde el terrorismo debe ser derrotado.
Es desde esta conciencia cívica que, además, debe surgir el reclamo de la sociedad civil a los gobiernos, comenzando por los de Occidente, de renunciar a alimentar conflictos como forma de llevar a cabo su geopolítica. Precisamente porque es la principal fuente que alimenta a los que, para llevar sus planes, pretenden instalar el terror.
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