“Al martirio se llega a partir de la virtud y el testimonio en Cristo”

“Al martirio se llega a partir de la virtud y el testimonio en Cristo”

40 años de la masacre de San Patricio.

“Los hermanos palotinos llevaron con fidelidad una lógica de vida y alegría. Vivieron en compromiso con los débiles y los pobres”, destacó el arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, cardenal Mario Poli, al presidir la misa por los cuarenta años de la Masacre de San Patricio, en el templo del barrio porteño de Villa Urquiza donde fueron ultimados tres sacerdotes y dos seminaristas de la Sociedad del Apostolado Católico (SAC).

“La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos”, aseguró el purpurado, y recordó que “el martirio no es un don que se busca. Es algo a lo que se llega a partir de la virtud y el testimonio en Cristo”.

El arzobispo porteño afirmó que “también las cicatrices de Jesús se vieron en los cuerpos de nuestros hermanos religiosos asesinados el 4 de julio y así se presentaron ante el Señor de la Misericordia”.

“Por qué no pensar que se entregaban a la vida fraterna aquellos palotinos de los que hoy hacemos memoria”, sostuvo.

Los sacerdotes Alfredo Leaden, Pedro Dufau y Alfredo José Kelly, y los seminaristas Salvador Barbeito y Emilio José Barletti, todos palotinos, fueron masacrados a disparos el 4 de julio de 1976 en la casa parroquial donde vivían, por un grupo de tareas que, según testigos, salió de la ex Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).

La celebración eucarística presidida por el cardenal Poli fue la culminación de una jornada de vigilia en la parroquia San Patricio, de la que participó el nuncio apostólico, monseñor Emil Paul Tscherrig, y otros actos de homenaje a los religiosos asesinados, entre ellos el “Camino del Martirio”, una procesión desde la ex ESMA hasta el templo, pasando por otras parroquias donde se dio testimonio de los religiosos asesinados.

Concelebrantes y autoridades 

La misa fue concelebrada por el obispo de Chascomús y secretario general de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Carlos Humberto Malfa, y los obispos Jorge Lozano (Gualeguaychú), Oscar Ojea (San Isidro), Fernando Maletti (Merlo-Moreno), Gabriel Bernardo Barbas (Gregorio de Laferrere), Carlos Tissera (Quilmes) y Guillermo Rodríguez-Melgarejo (San Martín); los obispos auxiliares Martín Fassi (San Isidro), Joaquín Sucunza (Buenos Aires), Enrique Eguía Seguí (Buenos Aires), Alejandro Giorgi (Buenos Aires) y Jorge Torres Carbonell (Lomas de Zamora), además de unos 50 sacerdotes, en su mayoría palotinos.

El altar donde el cardenal Poli presidió la misa estaba cubierto con la alfombra roja en la cual los religiosos fueron alineados por sus verdugos para luego ser ejecutados, y al pie del púlpito había cinco cuadros con las imágenes de las cinco víctimas.

El Gobierno nacional estuvo representado por el subsecretario de Culto de la Nación, Alfredo Abriani.

El padre Rodolfo Capalozza SAC, que por entonces seminarista y se salvó de la masacre, leyó las Bienaventuranzas de Jesús, según el Evangelio de San Mateo, mientras que Rolando Savino, el laico que hace 40 años encontró los cuerpos de los religiosos, acompañó al órgano los cánticos de los asistentes.

Investigación judicial y querellante 

La investigación judicial iniciada en 1976, suspendida en 1977 y reabierta en 1984, no pudo esclarecer el hecho, pero existen testimonios de que los autores fueron miembros de un grupo de tareas de la ex Escuela de Mecánica de la Armada.

Ahora la congregación palotina decidió ser parte querellante en la causa por delitos de lesa humanidad que investiga la Masacre de San Patricio, que forma parte de la megacausa ESMA, a cargo del juez federal Sergio Torres.

Los sacerdotes Leaden, Dufau y Kelly, y los seminaristas Barbeito y Barletti, fueron asesinados el 4 de julio de 1976 en el salón comunitario de la parroquia San Patricio, ubicada en Estomba al 1900.

Estaban tendidos sobre una alfombra en medio de charcos de sangre. Uno al lado del otro, boca abajo, con numerosos disparos en la cabeza y el tórax efectuados con cuatro pistolas Browning y una ametralladora.

En las puertas de las habitaciones los ejecutores dejaron inscripciones en las que acusaban a los religiosos de “envenenar la mente de nuestra juventud” y de “zurdos”.

Sobre el cuerpo de Barbeito se encontró el cuadro, que estaba colgado en la habitación, con Mafalda señalando un bastón de policía con la leyenda “Este es el palito de abollar ideologías”.

Fuente: AICA

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