La ceguera del exitismo

La ceguera del exitismo

Argentina volvió a caer por penales en la final de la Copa América y con ella pierde a su máxima figura. “Se terminó la Selección para mí”, dijo Messi.

“Estoy cansado de explicar derrotas”. Fue la primera frase que salió de la boca de un amigo colega de uno de los principales diarios del país, instantes después de presenciar juntos en el Estadio Nacional de Lima la caída por penales de Argentina frente a Brasil en la final de la Copa América 2004. Un equipo renovado tras la frustración en Corea-Japón 2002, mostraba un gran nivel gracias a la combinación de la “vieja” camada con “jóvenes con hambre” (encabezada por Javier Mascherano), según el rezo del pueblo futbolero que no soportaba el recuerdo de dos años antes. Y las otras derrotas a la que hacía referencia el periodista referían a las Copas Américas precedentes, desde el 95 en adelante, donde se había estado lejos de una final, con el Mundial de 1998 en el medio.

Todas ilusiones que se frustraban una y otra vez, algunas muy tempranas. No era para menos. Argentina, un grande a nivel mundial, no lograba superar la era post Maradona y la mochila para las generaciones futuras iba aumentando su peso, con la caída, otra vez frente a Brasil, en la Copa de las Confederaciones 2005.

Pero apenas un año después de aquella final, como si hubiera bajado del cielo, apareció “el heredero”. Un jovencito con cara de nene, tímido y al que había que sacarle las palabras con tirabuzón, deslumbraba en Barcelona y la AFA se apuró para que debutara en la Selección Juvenil y así asegurarse al crack para rato. “Ahora sí estamos salvados” era el sentimiento nacional.

Entonces llegó el Mundial 2006, su imagen, sentado en el banco de suplentes tras la eliminación frente a Alemania todavía, sigue siendo el irreparable error del cuerpo técnico. Claro, el pibe, con apenas 19 años, era el salvador.

A partir de 2007, con Lionel Messi encandilando al mundo y la posibilidad de ser titular en la Argentina, llegaría la era de la prosperidad. Pero no. Estrepitosa caída frente a Brasil en la final de la Copa América 2007 y el bache más angustiante en esta nueva era de la Selección hasta 2014, cuando llegó la histórica final frente Alemania en el Maracaná, y las dos frente a Chile en Copa América. Pero nada.

Los mismos que se rasgaban las vestiduras criticando su presencia en el banco de suplentes en el 2006 pasaron a criticarlo por pecho frío, aunque les calentara las gargantas una y otra vez hasta convertirse en el máximo goleador de la Selección. Soportó millones de destratos y, como siempre hizo, habló con su zurda. Pero la mochila era cada vez más pesada. Con esa carga continuó hasta revertir muchas de las críticas nacidas en su propia tierra, pero no le alcanzó.

Su bajo perfil enerva a quienes viven comparándolo con Maradona. Pero no se esconde. Él se enciende con la pelota y su verborragia es en el campo de juego, sin echarle la culpa a otros. Él las asume todas, él asume sobre su espalda esa pesadísima mochila, él decide ir a patear ese fatídico penal y le tocó errarlo como le ha pasado incluso a Maradona que contó con las manos salvadoras de su arquero. Pero Messi no tuvo ese privilegio esta vez. Quedó expuesto. Hundido por la injusta carga que decidió llevar, aunque no le correspondiera. Aquél que asumió toda la presión, que no se escondió nunca, y que más de una vez no supieron entenderlo, ahora sí habló: “Se terminó para mí la Selección”.

Esta derrota duele. Y como aquella, es muy difícil explicarla. Pasaron jugadores, técnicos, rivales, cada uno con su estilo, méritos y errores. “Que era por abajo, por arriba, que el técnico puso lesionados, que no se aguantan la presión”, un sinfín de razones, todas posibles y que tienen que ver con el deporte mismo. Lo concreto es que la puntada final es la que queda pendiente dar.

Duele sí, y mucho. Pero más duele (y dolerá) darnos cuenta que el exitismo es capaz de cegarnos por completo y no permitirnos disfrutar de lo que tenemos. Más de uno tendrá que ir a repasar los videos para refrescar la memoria de lo que fue Messi en la Selección Nacional. La vista puesta únicamente en la meta, no les ha permitido gozar del camino recorrido. Tres finales seguidas no son para cualquiera. Pero hasta aquí llegó el conductor. Él tampoco le encuentra explicación.

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