Desde la noche del 3 de diciembre del año pasado, cuando se frustraron las elecciones, la AFA suma escándalo tras escándalo.
Desde la noche del 3 de diciembre del año pasado, cuando se frustraron las elecciones, la AFA suma escándalo tras escándalo. Al desmanejo dirigencial y el desorden interno se suma la poca voluntad de los protagonistas por generar consenso y salvaguardar una institución con gran injerencia social. Luego de idas y venidas, malos entendidos entre Asociación y Estado, y con las elecciones suspendidas por la Inspección General de Justicia, la AFA se dirime entre la continuidad institucional y la tentadora Súper Liga, que promete millones a los clubes.
Postgrondonismo o la nada misma
A casi dos años de la muerte de Julio H. Grondona, nada ha cambiado en la Asociación del Fútbol Argentino. El mismo entramado de presiones, arreglos y escritoriazos pero con otros actores y sin la presencia de Don Julio, que todo lo calmaba y tapaba para mostrar una tensa calma que explotó a horas de su muerte.
Don Julio tuvo 35 años para preparar el terreno hacia una posible y necesaria sucesión; que debió haber venido mucho antes para el bien de la propia institución y para hacer honor a la alternancia democrática. Pero no pudo, no quiso, su ego no se lo permitió, o su ambición fue más fuerte. No lo sabremos, se llevó a la tumba ese secreto y dejó como saldo una dirigencia invertebrada, sin ideas; totalmente corrupta y corrompible, que no tracciona por el bien del fútbol sino por el de sus clubes -pocas veces- y el personal -la mayoría-.
El caso más claro es el de Luis Segura, Presidente hasta el 30 de junio, nunca elegido y heredero del cargo, que trata de encausar desde hace casi dos años un barco que va a la deriva. Inseguro en sus decisiones, apela al diálogo para consensuar algunas medidas que caen en saco roto por la puja de intereses de la dirigencia de la plana mayor.
Con un Comité Ejecutivo lleno de “amigos de Grondona”, el Grondonismo pudo gobernar a gusto y piacere gracias a un poder genuflexo, de bocas cerradas y manos alzadas. Sin Don Julio, las voces se hicieron escuchar, los arrodillados se levantaron y pusieron el grito en el cielo ante un Segura atónito, que nunca supo generar alianzas, convocar a un consenso ni armar un Comité de coyuntura capaz de llevar a buen puerto a la AFA.
Tras casi dos años de gestión, el Segurismo (espacio de apoyo al Presidente liderado por Claudio “Chiqui” Tapia -vicepresidente 2º de la AFA y Presidente de Barracas Central- y los clubes del ascenso) no supo priorizar las urgencias y delimitar objetivos para encaminar a la AFA.
¿Dónde hay un mango?
Un informe publicado por AFA revista, medio oficial de la AFA, en el año 2011 dio cuenta del flujo de dinero que mueve el fútbol por año, arrojando cifras siderales que poco tienen que ver con el presente de la AFA. Según el estudio, y de acuerdo a datos aportados por los medios a través de información de mercadeo, la AFA recibió más de $1.500 millones en concepto de sponsoreo de la selección nacional, partidos internacionales y derechos de televisión en el exterior.
Otro aspecto no menor que ahora talla en la difícil situación financiera de la AFA debe sumarse a la inoperancia e improvisación de la dirigencia al momento de explotar al fútbol argentino. Con los mismos actores de siempre entre aquellos que se aprovechan del mercado; en la AFA, la desaparición de Grondona dejó un tendal de desinformación, contratos basura y arreglos “off the record” por todos lados.
Entre ellos Santa Mónica, que gobernó en silencio y sin control el marketing de la Selección Nacional. Con un contrato hasta 2020 que Grondona extendió por 10 años más pocos meses antes de morir a cambio de que le adelante más de $10 millones para terminar el edificio del Predio, la empresa de capitales españoles y socios argentinos ahora se encuentra en la mirilla por su manejo y desmanejo de la marca AFA.
Uno de los aspectos que más llama la atención tiene que ver con el sponsoreo de la selección argentina; que vende por pocos millones la exclusividad de la marca, y a muchos menos millones comparados con los que se comercializan otros equipos y selecciones. Por caso, Adidas viste el equipo nacional hasta el 2022 a cambio de 18 millones de euros por año, mientras que otras selecciones y equipos venden su camiseta a la misma empresa por mucho más del triple; y hace poco se deslizó pasillos dentro de la AFA que Nike estaría dispuesto a pagar cerca de 50 millones de euros anuales. Similares condiciones revisten los acuerdos con Coca Cola, ICBC o Claro, negociados a pocos millones, renovados de palabra y sin mediar discusión.
Otro actor que volvió a hacerse fuerte en el juego de poderes de la AFA es Torneos, otrora mandamás de la televisación de los partidos, quien pese a perder a su CEO Alejandro Burzaco acusado de corrupción dentro de la FIFA, ya movió fichas y se reacomodó para organizar los partidos amistosos de la Selección y compró parte del paquete accionario de Santa Mónica para comercializar la Copa Argentina.
El juego paga los platos rotos
Tras dos tornes domésticos improvisados, soporíferos y poco atractivos, los dirigentes se replantean ahora cómo continuar. Y la seductora Súper Liga aparece en escena como la única alternativa para sanear las flacas economías de los clubes. Con un reparto discrecional y centrado en los clubes más representativos, los millones que se avecinan con esta liga pasarán lejos de los clubes del ascenso y del interior del país. Sembrando más diferencias entre los poderosos y el relleno, que juega más por amor al deporte que por otra cosa.
Además en el ámbito nacional la multicampeona Selección Juvenil Sub 20 quedó eliminada del Mundial de Nueva Zelanda 2015 en primera fase; y la Sub 17 dijo adiós tempranamente del Mundial de Chile 2015 tras perder sus tres partidos de la fase de grupos. ¿Meros resultados deportivos?; más bien señal del deterioro de una gestión que se ocupó de llenar de amigos los cuerpos técnicos en vez de buscar a los mejores. De hecho desde diciembre, cuando Humberto Grondona y sus asistentes terminaron sus contratos al frente de las selecciones juveniles, no hay quién se haga cargo de dichas categorías. Y con los Juegos Olímpicos a la vista y torneos juveniles Sub 20 y Sub 17, clasificatorios a copas del mundo, Julio Olarticoechea dejó por un rato su cargo al frente de la selección femenina para entrenar a los juveniles. Otro manotazo de ahogado.
Además, a horas del debut de la selección en la Copa América Centenario de Estados Unidos, el equipo conducido por Gerardo Martino sufre el abandono que nace en Viamonte y se traslada a Ezeiza. Con la obvia falta de presencia de un grupo de apoyo, o sparring (algo de lo que la AFA se vanagloriaba desde hacía años) el cuerpo técnico no llega a armar dos equipos para entrenar y debieron apelar a la colaboración de un equipo universitario local con la nota de color de la presencia de tres mujeres entre los sparring. Eso es nada grave ante la falta de atención por parte de la cúpula dirigencial, que está más ocupada en cuidarse la espalda y no caer en desgracia política que atender al equipo que busca su 15º Copa América tras 23 años de sequía. Por caso, la ausencia de Víctor Blanco (Presidente de Racing) como referente de la delegación en su rol de Secretario de Selecciones Nacionales no llama la atención habida cuenta de su labor al frente del armado de la Súper Liga que se avecina. Sí es llamativo en cambio que se haya sumado a la delegación Juan Carlos Crespi (ex Secretario de Selecciones Nacionales) borrado de un plumazo días antes de partir hacia Chile para la Copa América del año pasado. Querido por la mayoría de los jugadores, Crespi no recibe el mismo sentimiento de cariño por parte de dirigentes y empleados del Predio de Ezeiza.
De frente a esta coyuntura, exigirle al equipo liderado dentro de la cancha por Lionel Messi que se vuelva con la Copa suena descabellado. Más bien habrá que pensarlo como una excepción; o producto de la calidad de sus futbolistas.
Mientras tanto, con o sin Copa América en sus vitrinas, el fútbol argentino muestra la mezquindad de sus dirigentes y la incapacidad para gestionar poniendo el interés en el bien común.