Habiendo escapado de las bombas en la capital ucraniana, las cuatro integrantes del focolar femenino de Kiev se desplazaron a la región de Transcarpatia en el sudoeste del territorio de Ucrania. Desde allí ayudan a las personas que huyen del Ejército Rojo. “En esta guerra todos somos víctimas. Dios nos enseña a amar a nuestro enemigo», afirma Gloria.
Durante la mañana del jueves 24 de febrero, la radio informa en Kiev, que el Ejército Rojo ingresó en territorio ucraniano. El empeño de estas valiosas damas, es tratar de salvar al mayor número posible de personas: aquellas que necesitan un contacto para expatriarse, hospitalidad o una comida caliente. «Me gustaría subrayar un aspecto de toda esta historia – dice Gloria, contactada por teléfono desde Città Nuova – hay muchos niños inocentes incluso en las filas del Ejército Rojo. Los poderosos hacen la guerra, los pobres pierden. El evangelio nos enseña a amar a nuestro enemigo”.
Ese jueves, Gloria sale para acudir a su cita diaria con la liturgia. Opta por quedarse cerca del focolar de Kiev, para ir a misa en la iglesia ortodoxa griega, ubicada a pocas cuadras del focolar. Describe aquel recorrido: «Solía atrapar la mirada de la gente en el camino. Estaban todos callados, silentes y atentos, esperando las instrucciones del gobierno».
En la iglesia se encuentra el obispo de la ciudad de Kiev. «En la homilía habló de Dios amor. Esta es nuestra vida y estamos llamados, más allá de las circunstancias, a vivirla en el amor de Dios”. Al final de la misa, se acerca al obispo para compartirle los mensajes de oración que habían llegado por la mañana. «El obispo acogió estos pensamientos para el pueblo ucraniano con una gran sonrisa. Estaba sereno, seguía sonriendo, mientras yo me emocionaba».
Esa misma noche Gloria y otra focolarina se preparan para partir hacia el Oeste. Kiev sería bombardeada al día siguiente. «Antes de partir esperamos a Mira, una focolarina que estaba en Odessa. Se había despertado bajo las bombas. Llamamos a otra compañera que se dirigía a un compromiso con la juventud del Movimiento. Así nos juntamos las cuatro para dejar nuestra casas, y viajar hacia el óblast de Transcarpatia, en el sudoeste ucraniano».
Las carreteras que salían de Kiev estaban bloqueadas, afirma Donatella Rafanelli, focolarina italiana, que vive en Ucrania desde 2019: “Había largas filas frente al banco para retirar dinero y en los supermercados. Nos llevó mucho tiempo, especialmente para salir de la ciudad. Paramos dos veces para cargar nafta. En la primera estación de servicio hicimos cola durante una hora. Mientras esperábamos, escuchamos los disparos. Fue muy fuerte. Nos quedamos quietitas, en silencio. Reanudando el viaje, a lo largo del camino se podían ver los tanques y la gente haciendo dedo para salir de Kiev”.
Los rusos no han llegado a esta zona, pero la población crece a diario, a causa de los desplazamientos internos . Los comercios escasean en determinados alimentos y falta el arroz. Hay preocupación, pero las calles siguen pobladas. Cáritas se ocupa de la distribución de alimentos pero no es sencillo, porque muchos hombres han sido convocados a enrolarse para la defensa de Ucrania.
Las cuatro focolarinas se encuentran en Mukáchevo, a 770 kilómetros de Kiev. cerca de las fronteras con Eslovaquia, Hungría y Rumania.
No quieren salir de Ucrania en este momento tan complejo: “Tenemos a nuestra familia aquí y muchas relaciones que hemos cultivado a lo largo de los años. Incluso dejar Kiev me rompió el corazón ”, continúa Gloria.
Las inquietas damas son un puente con la comunidad. “Estamos a diario tratando de poner en contacto a aquellos que quieren escapar, con aquellos que pueden dar un aventón, y colaborar en la movilización, o brindando ayuda hospitalaria. Tratamos de acompañar a las personas en este difícil camino».
“Hacemos lo que podemos. Si hay algo positivo en esta tragedia es la gran cadena de solidaridad que se ha activado para intentar salvar a las personas en dificultad”. Una solidaridad que Gloria ya había encontrado antes de la guerra. «Es un pueblo generoso».
Donatella explica: “El hecho de que nos hayamos mudado de Kiev es solo porque es peligroso en este momento. No tenía sentido quedarnos bajo los bombardeos. Pero ahora nuestro sueño es volver allí”. “¿La guerra? Es pura locura”, responde Donatella sin dudarlo. “Porque nadie tiene el derecho de quitarle la vida a otra persona, así como la posibilidad de vivir una vida normal. Aquí la gente ha hecho muchos sacrificios para comprar una casa, para tener algunos ahorros. Y ahora, con la guerra, los planes futuros se hacen añicos, los sueños se esfuman. Estamos orando para que esta locura termine pronto. Seguimos las noticias de las conversaciones entre las delegaciones y los esfuerzos que se realizan a nivel de diplomacia internacional. Creo que lo único que nos puede ayudar es un milagro. Y todas las noticias que nos llegan de la gente que reza por nosotros y se manifiestan en la plaza por la paz nos hacen mucho bien. Se necesita un milagro”.
Numerosos adherentes al Carisma de la Unidad, en Eslovaquia, Hungría y Polonia, ya se han puesto a disposición. Están listos para ayudar y dar la bienvenida a los refugiados.
Es la Unidad en acción.
Fuente: Città Nuova