Al compás de la vida

Al compás de la vida

La llegada de fin de año – En diciembre pareciera que todo terminara y muchas veces nos encontramos corriendo como si ya no hubiera tiempo para más. El desafío de detenerse, observar y actuar de modo que podamos disfrutar de los reencuentros.

Cada fin de año nos vuelve a encontrar “corriendo”, pareciera que en el inconsciente colectivo hay que terminar todo antes de que demos vuelta la última hoja del calendario.

La necesidad de cerrar proyectos, notas, trabajos, exámenes, etc., genera una ansiedad que no permite observar realmente qué nos está sucediendo y ni siquiera preguntarnos cómo nos sentimos.

Reflexionemos juntos

Este ha sido un año muy complejo. El cansancio emocional vivido durante la pandemia se ha hecho presente a lo largo de los meses: angustia, desesperanza, irritabilidad, agotamiento mental y emocional y, sobre todo, falta de motivación y sentido. ¿Qué sucedió? ¿Aprendimos algo de la experiencia pandémica? ¿Volvimos a la velocidad que estábamos antes de lo ocurrido? Muchos son interrogantes sin respuesta. Sin embargo, es importante que nos permitamos una “pausa” para ir respondiendo internamente cómo queremos terminar este 2021.

Más allá de todas las situaciones de dolor que se han transitado y se transitan, es un tiempo de una enorme oportunidad para dar nuevas respuestas. El mes de diciembre se caracteriza por el símbolo de las fiestas y los encuentros. Es el tiempo de re-unirnos, de volver a encontrarnos desde otro lugar. A partir de lo vivido durante estos años ya no somos los mismos. Muchas veces la resistencia a lo nuevo, por ser desconocido, no permite darnos esta oportunidad. Hay una fuerte tendencia a volver a los diciembre pre-pandemia y aquí comienza la carrera sin fin.

La necesidad de reencontrarnos con las personas queridas es fundamental, ya que son el alimento emocional y espiritual que da sentido. La pregunta vuelve a surgir: ¿cómo? Aquí cada uno tendrá que bucear en su interior la propia respuesta, aquella que surja de lo más profundo.

Quizá sea momento de detenernos, de diferenciar lo esencial de lo urgente, saborear cada encuentro, cada palabra, cada mirada. Dejar de distraernos con un sinfín de estímulos que nos sacan de foco. Recordar aquellas palabras de El Principito: “Lo esencial es invisible a los ojos”.

Es un tiempo donde muchas respuestas ya exploradas no están alcanzando, necesitamos comenzar a dar otras, a permitirnos ir a fondo, quizá cambiando las formas conocidas.

El año va terminando y des-pedirse es una manera de dejar de pedir para abrir a lo nuevo. El desafío está planteado, la vida vuelve, a cada momento, a mostrarnos que el fujo vital continúa, que cada uno de nosotros tiene en sus manos la posibilidad de un re-encuentro diferente, de un modo de re-unirnos desde los afectos, desde las necesidades emocionales de cada uno. En este tiempo, compartir lo vivido es una manera de restaurar en comunidad las ausencias de aquellos que ya no están, lo perdido y lo aprendido. Muchas son las vivencias transitadas a lo largo del año que necesitan su tiempo de acomodación, asimilación y reparación. Necesitamos hacer silencio para volver a escuchar y escucharnos, para encontrar el camino que dé sentido a la vida

Si podemos darnos un pequeño espacio para re-pensar cómo queremos terminar el año, quizá dejemos de correr y comprendamos que nada se acaba ni comienza. Los ritmos de la vida nos van acompasando y mostrando que hay un tiempo para todo y un tiempo para cada cosa… Si cada uno de nosotros lograra detenerse, observar y actuar en consecuencia quizá comencemos a disfrutar de este tiempo con una mayor claridad que nos conecte con el gozo del encuentro.

Artículo publicado en la edición Nº 637 de la revista Ciudad Nueva.

Deja un comentario

No publicaremos tu direcci贸n de correo.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.