La anunciación es una fiesta de una alegría inmensa: se encontró en el mundo una Mujer llena de fe, que permitió alumbrar al Salvador.
La encarnación del Hijo de Dios, por un lado, es un obra del amor, y de la fuerza de Dios; pero al mismo tiempo, la encarnación del Hijo de Dios es también obra de la libertad humana.
San Gregorio Palamas dice que la Encarnación hubiera sido imposible sin la voluntad creadora de Dios, pero igualmente imposible sin el consentimiento voluntario y libre de la Madre de Dios.
En el día de la Anunciación, vemos en la Madre de Dios a una Virgen que con todo Su corazón, toda Su mente, toda Su alma y toda Su fuerza supo confiarse a Dios hasta el fin.
La buena nueva era interpeladora, la aparición del Ángel con su salutación: Bendita eres entre las mujeres y bendito es el fruto de Tu vientre, no podían no causar sorpresa o estremecimiento, sino también temor en el alma de la virgen que no conoció varón – ¿cómo podía ser eso posible?
Aquí comprendemos la diferencia entre la fe fluctuante de Zacarías. A quien le fue anunciado que su esposa daría luz a un niño, de manera natural a pesar de su entrada edad; y su respuesta a esa nueva de Dios fue: ¿Cómo es eso posible? ¿Cómo lo puedes probar? ¿Qué garantía me puedes dar?…
La Virgen sólo pregunta: ¿Cómo puede ocurrir eso conmigo que soy casta? Y a la respuesta del Ángel que eso ocurrirá, Ella solo contesta con palabras colmadas de entrega a las manos de Dios: He aquí la esclava del Señor, hágase según tu palabra.
La palabra “esclava” en su uso actual tiene una connotación de avasallamiento y sojuzgamiento; en eslavo se llamaba esclavo a aquel que entregó su vida y su voluntad a otra persona. Y Ella realmente le entregó a Dios toda Su vida, Su destino, Su voluntad, aceptando con fe la noticia de que Ella sería la Madre del Hijo de Dios encarnado.
Un escritor occidental dice que la Encarnación fue posible cuando se encontró una Virgen de Israel que pudo pronunciar el nombre de Dios con todo Su pensamiento, todo Su corazón, toda Su vida de manera tal que se hizo carne en Su vientre.
Esta es la buena nueva que hoy escuchamos en la lectura del Evangelio: el género humano dio a luz y ofrendó a Dios a la Virgen que fue capaz con su humana y majestuosa libertad ser la Madre del Hijo de Dios quien libremente se dio a Sí mismo para la salvación del mundo.