En el marco del Día Internacional de la Mujer, el Área de las mujeres del Departamento de Laicos (DEPLAI) emitió un comunicado partiendo de la cita “No podemos callar lo que hemos visto y oído” (Hch 4, 20).
Esta cita del Nuevo Testamento inspiró una publicación que circulaba entre los cristianos/as en Chile durante la dictadura. Hacía referencia a la imposibilidad de los chilenos/as de permanecer callados, calladas siendo coherentes con su fe cristiana, frente a la violencia que los rodeaba.
Este día de la mujer nos pasa algo similar: ¿podemos ser coherentes con nuestra fe en Jesús y callar frente a la muerte de Úrsula? seguramente no: no frente a su muerte ni a la de Guadalupe, Manuela, Florencia, Cintia, Paula, Sandra, Camila… una lista que sigue con otras decenas de nombres… un femicidio cada 23 horas… más de 30 hijos e hijas perdieron a su mamá solo en lo que va del año. ¿Podemos callar frente a esta realidad?
Ciertamente no. No alcanzan las denuncias, los botones de pánico no llegan o no sirven, algunas pulseras electrónicas son burladas y las mujeres siguen muriendo… el 42% de las víctimas vivía bajo el mismo techo con su asesino… ¿Podemos imaginar el miedo de días y horas previas? ¿Podemos imaginar el sufrimiento de esas chicas y mujeres? ¿De sus hijos e hijas, padres y seres queridos? No sé si podemos.
Lo que ciertamente no podemos es callar, ni pensar que es un acto de violencia de un paciente psiquiátrico. Son demasiados como para pensar en un accidente o en una desgracia excepcional. En estos días circulaba una leyenda: “Todas tenemos a una amiga violentada pero nadie a un amigo violento”. Necesitamos que nuestras comunidades cristianas puedan comprometerse más incisivamente para prevenir tanta violencia y muerte.
No sólo nuestra racionalidad humana, sino nuestra fe cristiana nos dicen que no podemos callar, ni seguir de largo. Como el samaritano de la parábola que nos trae el evangelio de Lucas, estamos llamados y llamadas a detenernos (Lc 10, 29-37) y conmovernos (versículo 33) y no sólo eso: hacer algo por las Úrsulas al borde del camino, transformarnos en hermanas y hermanos, con una compasión activa y lúcida, valiente y oportuna. ¿Podemos leer la invitación que el Papa Francisco nos hace a la fraternidad universal en Fratelli Tutti y mirar de costado la muerte de tantas mujeres? Ciertamente no. Ya no.
Justamente en el pasado mes de febrero el Papa Francisco nos pidió rezar por las mujeres víctimas de cualquier forma de violencia sea “psicológica, verbal, física, sexual”, “para que sean protegidas por la sociedad y su sufrimiento sea considerado y escuchado por todos”.
Entonces no podemos callar, ni dejar de actuar protegiendo a las víctimas, escuchando sus denuncias, reclamando justicia para ellas y sus familias, previniendo con educación para que estas conductas violentas y enfermas puedan ser detectadas a tiempo, acompañando a quienes sufren por la muerte injusta…
Diciendo: ¡Basta! ¡Basta de muertes! No podemos callar, ni debemos. Por amor a Dios y a los hermanos y hermanas. Hoy el Señor nos pregunta “¿dónde está tu hermana?” (Cf Gen 4,9).
En este día de la mujer, nuestra fe cristiana nos invita al amor concreto, a actuar y por ello no podemos callar. Ya no. Ni queremos.
Perfecto… ya no se puede callar frente a una muerte, eso es clarísimo: Ursula… Y los siguientes nombres… Tantas más, quienes sean…
Pero qué sucede cuando el abuso y la violencia no terminó en muerte?
Qué sucede cuando la víctima de aquel abuso de poder, de autoridad, de prestigio… de edad del agresor, perteneciente a una institución religiosa, e incluso al mismísimo Movimiento de los Focolares, siguió adelante con su vida y superó su trauma casi irreparable… sola, con la sola ayuda de sus seres queridos?
Las instituciones siguen callando, protegiendo, y de última trasladando de lugar al agresor. Y el círculo vicioso continúa. La víctima es la que “está demente, está enferma, sufre de locura”… Lo primero es proteger el buen nombre y el prestigio institucional.
No me siento conforme!
No me basta con que no se puedan callar ante una muerte!
Conozco víctimas. Y victimarios.
Doy mi nombre, no tengo problema. Soy Carla Llobeta.