La economía del mundo entró en recesión en tiempos muy parecidos a la gran depresión del 30 debido a la crisis del coronavirus.
En ese escenario, la Argentina, y el mundo (entre 20 y 40 países), se encuentran con un problema como es la resolución de la deuda. Nuestro país venía trayendo dificultades económicas desde hace varios años y se agravó por el fuerte endeudamiento del último gobierno. Prácticamente desde el año pasado se viene trabajando en el reperfilamiento para evitar tanto el default de la deuda en pesos como en dólares con el extranjero.
El nuevo gobierno comenzó entonces un camino de negociación y refinanciación de esos pagos que se concentran en estos próximos años, y Argentina frente al escenario actual se ve imposibilitada de pagar.
Mientras los analistas esperaban, como en años anteriores, que la Argentina presentara una propuesta con una fuerte reducción y quita de capital, el país sorprendió a los inversores con una propuesta de quita de solamente el 5%, un período de 4 años de gracia, donde la novedad ha sido la fuerte y drástica reducción de tasas de interés. Sabemos que el capital es legítimo pero el interés muchas veces puede ser usurero y la Argentina está pagando tasas que oscilan entre el 7 y 8% comparadas al 2,5% con las que se está financiando al mundo. Hoy las tasas con esta situación están prácticamente en 0 y los estarán por varios años más.
La Argentina en su propuesta pide pagar una tasa como han pagado otros países de la región, cercanas al 2%. Como toda negociación, donde hay ganadores y perdedores, con múltiples actores, hay un toma y daca, idas y vueltas, que sorprenden a los analistas, economistas y a los diferentes actores interesados en que el problema se resuelva en buen término.
El viernes pasado el gobierno recibió las propuestas con un porcentaje muy bajo de aceptación. Los deudores de la Argentina están conformados en distintos grupos que básicamente son diversos fondos de inversión. No ha podido convencer a los más poderosos, que quieren buscar alguna mejora sobre la propuesta original. Es por ello, que Argentina ha extendido ese plazo hasta el 22 de mayo, que es cuando vence también un vencimiento importante para no entrar en default. Se espera que se abra una ventana de negociación en la medida que el gobierno está esperando una propuesta concreta por parte de los acreedores.
Quizás el nerviosismo reinante tiene que ver con las jugadas de presiones que en estas instancias siempre hay, tanto de comunicadores sociales como economistas, al punto que por momentos no se entiende qué intereses defienden o si ellos mismos son poseedores de títulos de la deuda externa que se ven perjudicados por esta propuesta de negociación.
La petición de los principales economistas del mundo avalando la propuesta de renegociación de la deuda es muy importante, y se suma al aval político logrado por el país por los principales estados socios del FMI como Alemania, Francia, e indirectamente Estados Unidos y los organismos internacionales como el FMI. De todos modos la negociación directa está en manos del presidente, su ministro y los representantes de los tenedores de los bonos emitidos.
El mundo va a un escenario de varios años de tasa de interés muy baja que va a requerir diversos planes para reactivar la economía. Más que un plan Marshall, como algunos sugieren, lo que se necesita es una monetización de los sectores del trabajo (demanda) tendientes a un aumento de la producción, vía la reconstrucción del capital de las empresas (oferta). Y esto, ya lo estamos viendo con las medidas que están tomando los países desarrollados y de todo el mundo a través de sus Bancos Centrales.
La situación de la crisis no es menor. Estados Unidos se está acercando a valores de desempleos similares a los de la gran depresión del 30. Por eso se espera que el aprendizaje de esa época ponga a los estados nacionales con mayor grado de coordinación, mayor intervención del Banco Central, mayores regulaciones a las tasas de interés, para que se componga la demanda agregada y la economía real del mundo crezca, apoyo a los sectores vulnerables, a las empresas pymes y al tejido productivo.
El otro dato significativo es que el coronavirus ha generado una gran incertidumbre y preocupación sobre China, principal socio del mundo, uno de los más importantes productores de bienes y servicios, mercado donde todas las empresas internacionales están presentes. Esta crisis trae aparejado que se estima una disminución del 25 y 30 % del comercio mundial y se desconoce el impacto en la globalización del sistema económico mundial y el reacomodamiento que puede surgir en términos de localización empresaria.
Para la Argentina es todo un desafío. Esta guerra epidemiológica, vinculada a otros acontecimientos como la guerra comercial y tecnológica (5G) entre EE.UU y China, la caída petrolera y las presiones y el reacomodamiento mundial de las potencias de medio oriente y Rusia, entre otras, hacen prever que nuestro país tiene un duro desafío cuando toda su economía, sobre todo de producción, generadora de dólares, está orientada hacia el gigante asiático, el cual hoy aparece como un socio no confiable para Estados Unidos y sus aliados de occidente. Muchos analistas internacionales se preguntan si sobre una tercera guerra mundial ya desatada nos encontrará otra vez neutrales.
El Dr. Stefano Zamagni ha expresado este martes en la conferencia del Foro Ecuménico Social que no estamos en un escenario de guerra porque en una guerra se destruye el capital físico (herramientas, máquinas). En realidad en la pandemia estamos frente a un shock de oferta y demanda, que hace que crezca el desempleo y que eso trae consecuencias para la economía. Mientras después de una guerra hay un efecto inflacionario, aquí tendremos un efecto desflacionario. Una nueva economía transformada debe nacer con cambios profundos que vuelvan a poner las cosas en su lugar. Zamagni dice que se debe acabar con la doble moral imperante. Se deben hacer desaparecer de una vez los paraísos fiscales del mundo, modificar el estatuto del FMI y volver a la ley de la década del 30 de EE.UU para separar la finanza especulativa de las finanzas comerciales, que es necesario coordinar y repensar las instituciones de una gobernanza global, y arbitrar la protección del medio ambiente, la salud humana, el acceso al agua y tantos otros bienes que son comunes a la humanidad.