Boris Johnson ha perdido la mayoría en la Cámara baja, no obtuvo el voto para nuevas elecciones y avanza el proyecto para obligar a un acuerdo con la UE.
El 31 de octubre se materializará la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Eso significa que el país quedará excluido del acuerdo que permite el libre tránsito de personas y de mercadería sin aranceles entre los 28 países del bloque. Se deberá encontrar una solución acerca de los 3 millones de británicos que utilizan esta libertad para vivir en otros países europeos, por lo que se deberá establecer si necesitarán una visa, si deberán tramitar permisos de residencia. Los productos de fabricación británicos, deberán pagar un arancel para ingresar a la UE y, por la misma razón todas las importaciones desde el bloque serán lógicamente más caras. Los expertos vaticinan consecuencias de diferentes tipos, algunos son más pesimistas otros lo son menos. Pero el contragolpe para una economía poderosa, pero que depende de muchos productos importados será fuerte. Acaso una reducción del hasta el 3% de la economía británica. Además, hay compromisos asumidos, por lo que durante un largo tiempo el Reino Unido deberá hacer frente a pagos millonarios al bloque.
Un detalle no menor es el tema de la frontera terrestre. Es la que separa Irlanda del Norte, que pertenece al Reino Unido, e Irlanda. Al salir de la UE, esa frontera que hoy no tiene ninguna barrera, deberá transformarse en una valla. Los acuerdos de paz que sellaron el conflicto con los independentistas norirlandeses establecieron precisamente que no habría controles, pero eso podría desatar un contrabando de productos que resultaría embarazoso y atraería la crítica europea. ¿Cómo resolver el tema espinoso?
Los dilemas del primer ministro británico Boris Johnson giran en torno de éstos y otros temas. El premier es partidario de acabar la discusión cuanto antes y pasar a enfrentar la tormenta de la salida (brexit). Y para eso la fecha es el 31 de octubre. No fue posible negociar un acuerdo y se transformó en primer ministro porque su predecesora, conservadora como él, fracasó en el intento.
Pero ahora se le agregó un problema más. El Parlamento se le ha puesto mayoritariamente en contra. Para evitar dilaciones, Johnson ha obtenido poder suspender la actividad del Legislativo, desde la próxima semana hasta pocos días antes del 31 de octubre. Allí disponía de una exigua mayoría, apenas una banca más. Sin embargo, esta semana fue derrotado dos veces y estruendosamente. En primer lugar causó rechazo la iniciativa de suspender el parlamento con tal de no llegar a un acuerdo con la UE. Los diputados votaron en contra de ello y entre los votos estaban los de 21 conservadores del partido del primer ministro. Eso puso en minoría al gobierno, al punto que los díscolos fueron expulsados del partido. Pero eso supone un nuevo problema, ya que deja definitivamente en minoría al Ejecutivo. Johnson consideró que el problema se superará convocando a nuevas elecciones, incluso muy pronto, para mediados de octubre. El jefe de gobierno cuenta con que los sondeos indican que los conservadores están en alza desde que asumió como premier, pudiendo así recuperar los votos perdidos.
Sin embargo, no todo es tan simple. Para convocar a nuevos comicios son necesarios los dos tercios de los 628 votos del legislativo, pero ayer la iniciativa de nuevas elecciones cosechó menos de 300 votos sobre los más de 400 requeridos. No solo, la oposición puso nuevamente en minoría al gobierno votando un proyecto de ley que impida salir de la Unión Europea sin acuerdo obligando a solicitar una nueva prórroga del plazo que vence el 31 de octubre.
El debate es ácido y Jonhson lo practica sin exclusión de insultos contra quienes desde la oposición detienen sus iniciativas. El corrimiento de votos en la Cámara baja es ya un indicador suficiente de que la decisión que el premier pretende imponer no tiene nada de fácil y cuestiona su percepción de la democracia y de las relaciones institucionales.
En Italia acaba de suceder algo similar: el co jefe de la coalición de gobierno, Matteo Salvini, además ministro de Interior, creyó ya haber ganado la partida de la política anti inmigratoria (prácticamente el único tema del que se ha ocupado), “volando” en los sondeos que señalaban haber duplicado los votos de las elecciones del año pasado. Creyó que eso sería suficiente para convocar a nuevas elecciones y pasar al cobrar ese supuesto apoyo. No calculó que el sistema italiano es parlamentario y una crisis de gobierno se resuelve en las urnas solo luego de haber constatado que no hay otra mayoría en el Parlamento. La tortilla se le dio vuelta habilitando una nueva mayoría de la que Salvini y su partido quedó afuera.
Sin mayor experiencia política y mucho desenfado para romper las reglas de la etiqueta Johnson está experimentando que las instituciones funcionan con una serie de contrapesos que, quizás, no había tomado en cuenta. Y el riesgo es que su apuesta al decisionismo resulte ser equivocada.