El pasado martes, 2 de agosto, se nos fue Juan Carlos Mesa. Gran hombre de los medios.
Probablemente haya sido el responsable de haber dibujado las últimas sonrisas pícaras, ingenuas y perdurables en muchos espectadores de la televisión argentina.
Para “el bien de la humanidad”, Juan Carlos no se limitó a un solo medio. Oriundo de la mediterránea ciudad de Córdoba, allí realizó sus primeros trabajos, pero en la radio cordobesa.
En 1956, escribió La Troupe de la Gran Vía, programa que describía todo lo que ocurría en San Martín, una de las calles céntricas cordobesas. Claro ejemplo de su imaginación, que ratificaba la máxima de Miess van der Rohe: “less is more”.
Así, con argumentos simples y escasos ingredientes, el Gordo Mesa preparaba “platos sustanciosos”, que no eran opíparos, sino veros manjares para disfrutar y compartir. Ora para los radioescuchas, más tarde para los televidentes, y ¡también para los espectadores de cine!
Guionó el programa televisivo «Los sueños del gordo Porcel». Luego junto a Basurto y Garaycochea, algo así como los integrantes locales de la Davis del humor, escribieron los libretos de La Matraca, programa humorístico. También supo darle letra a artistas televisivos de la talla de Pepe Biondi, Carlitos Balá o el Negro Olmedo.
Como si esto fuera poco, escribió los monólogos políticos de Tato Bores en la época del Proceso Militar, cuestión no menor, en tiempos donde la sonrisa escaseaba.
Otras de sus creaciones fueron: La tuerca, Humor Redondo, Hupumorpo o Jaujarana. Programas, donde se lucía con el grotesco, la caricatura, o los juegos de palabras.
Nuestro autor prefería eludir la chabacanería o la grosería. Un estilo, que (hoy) parece muy lejano, en estos tiempos de hiperconectividad, insulto fácil, y redes sociales que se asemejan a inmensos contenedores de basura.
Nuestro reconocimiento a un hombre de talento y bajo perfil, que supo hacernos reír, y aliviar nuestra existencia.
¡Gracias!
